'Donde nos coja la noche': impactantes historias de los pagadiario

Los alojamientos de pagadiario son una salida extrema y muchas veces la única opción para quienes no tienen un hogar seguro donde vivir.


Noticias RCN

may 21 de 2024
10:12 p. m.


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Los alojamientos pagadiario son una salida extrema y muchas veces la única para quienes no tienen un lugar donde vivir. Tan solo en Bogotá la Secretaría de Integración Social calcula en 12.000 la población que vive en estas difíciles condiciones.

Y es que esos inquilinatos maltrechos alguna vez fueron edificios respetables. El tiempo y la necesidad los convirtió en hoteles terroríficos anclados en un mundo entre lo prohibido y lo peligroso, único lugar posible para los sin techo. Noticias RCN investigó cómo funcionan estos inquilinatos de paso, quiénes viven y porqué llegaron allí.

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La ‘zona de tolerancia’, en el centro de Bogotá, podría ser el corazón del infierno y aun así, es la única opción para las personas que, sin importar las condiciones de cada noche, pagan por un cupo en él. Puede costar entre 4.000 y 25.000 pesos, menos de 6 dólares, el equivalente a un par de tintos o una entrada a Cine.

“En los pagadiario están los más excluidos de los excluidos. Vamos a encontrar migrantes provienen de Venezuela, el otro porcentaje proviene de países fronterizos Ecuador o Perú”, aseguró Roberto Angulo, secretario de Integración Social.

Alrededor de 20 manzanas conforman el vecindario, impregnado de un olor denso mezcla de cigarrillo, bazuco y alcohol; una zona hostil donde fácilmente se alquila el cuerpo o se rindan cuartos caídos en desgracia.

En los pagadiario no se duerme, se pasa la noche esperando la luz del día

En los pagadiario, la necesidad es la primera inquilina, por bajo que sea cualquier precio resulta caro. Por esos pasillos ni siquiera se puede caminar, son estrechos, incómodos y con cuartos diminutos para familias enteras.

Uno de estos cuartos de este lugar sin nombre lo habitan Dayana Chávez y sus cuatro hijos. Alguna vez fue una bodega y la humedad se mezcla con el olor a ropa guardada, la basura acumulada y el aroma maloliente de perros y gatos callejeros.

El hedor penetrante se toma menos de tres metros cuadrados donde cohabita con una cama, baño sin luz, cocina, patio de ropas y hasta salón de juegos. Dayana paga 20.000 pesos diarios, una de las tarifas más altas en el vecindario.

“Yo he pasado hambre, mucha necesidad y no quiero que mis hijos pasen eso, por eso si tengo que brincar, saltar, llevarme el mundo por delante, comerme el mundo, yo lo hago para que mis hijos tengan su comida. Nosotros vamos a salir de esta”, relata.

A ningún inquilino le piden documentos ni fiadores, la palabra es la prenda de garantía.

“Hay otros que son especializados simplemente en hogares unipersonales, es decir, en personas solas que consumen sustancias psicoactivas”, afirmó el secretario de Integración Social.

Y es que en esos lugares es imposible saber quién duerme en el cuarto vecino al de sus hijos.

Son habitaciones de guerra, la gente paga 20.000 pesos y al día siguiente se va

El peligro de la noche en los pagadiario

Las noches se convierten en un escenario de terror donde el miedo es otro inquilino más que acompaña un ambiente depresivo y desgarrador. Los fines de semana es normal escuchar los sonidos de las sirenas de ambulancia, los disparos y los gritos de pelea en un entorno que rodea el barrio: criminales drogadictos y alcohólicos. Pero es la única opción de vivienda de los que no tienen un techo digno que los arrope.

Jorge Luis Mina es un artista que sabe de memoria qué es dormir en un entorno tenso desafiante y peligroso. A sus 70 años sin pensión y sin sueldo fijo, vive solo en un cuarto.

“Todos los días pagaba 7.000 arriba en Santa Fe, es peor que una cárcel. Llega el tipo que tose, el tipo que está enfermo, el que va a consumir, el que no se baña y duele horrible y te lo ponen al lado”.

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En cada cuarto de un pagadiario el hacinamiento y la necesidad son norma y la privacidad un lujo. Aunque el valor de una noche parece insignificante, para los huéspedes puede ser toda una fortuna.

En el caso de Dayana algunos días consigue la plata con la ayuda de la Fundación Chocopan. En el día hace a bares y en la noche barre, prepara y sirve chocolate para habitantes de calle que están en una peor situación que ella. Y donde va a trabajar lleva a sus cuatro hijos.

Los pagadiario se convierten en refugios de una población que hoy supera los 12.000 habitantes, según Integración Social.

“El 15% de las personas que viven en pagadiario son niños de 0 a 5 años. Eso nos empieza a dar a nosotros un retrato de la complejidad y el desafío de solucionar este problema. El 19.5% adolescentes, el 25.6% son jóvenes el 32% son adultos y el 6.2 son personas mayores. Contrario al imaginario que tiene mucha gente aquí hay poblaciones de todos los grupos etarios”, indicó el secretario de Integración Social.

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