El crimen de Álvaro Gómez sigue impune a cinco lustros de su partida
En El Radar de Luisa Velásquez, Álvaro Gómez Hurtado, el líder político que hablaba con profunda convicción del valor de la justicia, la misma que hoy tiene su caso en la impunidad.
Noticias RCN
03:40 p. m.
El 2 de noviembre de 1995 Colombia perdió una de las figuras políticas más connotadas y representativas del siglo XX. Álvaro Gómez Hurtado, considerado como un hombre visionario y estadista que dio vida al acuerdo sobre lo fundamental, un legado que tiene sustento en los valores de la moral pública, la vida, la paz y la justicia.
"Es un bien común, un servicio público, el más importante de los servicios públicos, justicia tardía no es justicia, no contar con la justicia como está ocurriendo es no contar con la ley, es despreciar la ley. Nuestro objetivo debe ser una justicia respetable y respetada, porque la justicia es otra expresión, la expresión institucional de la paz", afirmaba en vida Álvaro Gómez Hurtado sobre el valor de la justicia.
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Al cumplirse cinco lustros de su partida, la justicia ha actuado sin ley. Su homicidio fue declarado de lesa humanidad después de 22 largos años y a la fecha no se ha condenado a ninguno de los responsables de las balas del odio, disparadas desde las trincheras del régimen del narcotráfico y la corrupción contra unos postulados que han mantenido su vigencia en el tiempo y en la historia de Colombia.
Un proceso judicial cargado de desviaciones sospechosas, testigos asesinados y múltiples hipótesis fracasadas, tal vez orientadas desde los tentáculos del poder de sus autores intelectuales, para muchos ya identificables.
Sin embargo, a raíz de la reunión del expresidente Juan Manuel Santos con el senador Iván Cepeda y los miembros de las Farc, ‘Timochenko’ y Lozada, en la residencia de Juan Fernando Cristo, se generaron varios trinos de la exsenadora Piedad Córdoba, en los que los conminó a encontrar la verdad sobre el asesinato de quien paradójicamente sobre la paz, presagió:
"La paz empieza por eso, porque cada cual se sienta seguro de su existencia. De ahí en adelante puede empezar la controversia, la emulación, hasta el consenso, pero otorgar representación política a quienes no tienen más título que su capacidad de quitar la vida, es desquiciar las civilizaciones", manifestaba Gómez Hurtado.
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El crimen de Álvaro Gómez no puede sucumbir en la deliberada estrategia de conducirlo a los cauces de la Jurisdicción Especial para la Paz, donde habrá de naufragar en los mares de la mentira y de la impunidad, para correr el mismo cauce de magnicidios como los de Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán, que con Álvaro Gómez conforman la trilogía de mártires de la democracia cuyos ideales han perdurado en el tiempo, tanto como el patrimonio doloroso de su ausencia.