Jed,un niño de un año, se salvó de la muerte tras estar varios minutos sumergido en una piscina
Ni los médicos encuentran una explicación a la historia de Jed, un pequeño que casi muere al intentar rescatar un juguete del agua.
Noticias RCN
09:23 p. m.
Jed es la muestra de que la fe no hace las cosas fáciles sino posibles. Aunque siempre le tuvo miedo al agua, el rescatar su juguete que había caído a la piscina, le pareció un reto fácil y rápido.
La historia de su milagro inició en San Andres, donde terminaban diez días de unas vacaciones de mitad de año inolvidables, junto a un poco más de 25 familiares.
“Buceamos, paseamos, fueron unas vacaciones increíbles (...) Una tía les dijo éntrense que ahora salimos al mar y todos entraron y ella pensó que él había entrado con los primos hacia donde yo estaba”, aseguró Ana María Pardo, madre de Jedidiah.
Minutos después, el intento valiente de Jed de recuperar una máscara de buceo, con la que sabía que podía meter la cara en el agua, terminó en, quizás, la peor tragedia para los Rodríguez Pardo.
“Había unos crocs cerca de la piscina y uno estaba dentro entonces, al parecer, se tropezó. Él estaba buscando una máscara”, relata su padre, Juan Sebastián Rodríguez.
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En ese momento hubo un grito que estremeció a Ana María. Era Gabriela Jaramillo, quien sin pensarlo se lanzó a la piscina a sacar a Jed que había caído y comenzaba a hundirse.
“Estaba la piscina con el agua quieta y en la mitad se veía la mancha, que obviamente era el niño (...) Estaba boca abajo sin movimiento alguno. La sensación de haber sacado un bebé que solamente era el peso del cuerpo, sin vida, fue la sensación más escalofriante de todas”, dice Gabriela.
La familia de Jed rogó por ayuda divina
Mientras tanto, la mamá del pequeño oraba por ayuda. “Yo lo único que hice fue arrodillarme al lado de él y empezar a orar con todas las fuerzas de mi corazón. Creo que nunca en mi vida había orado de esa manera, era una oración que salía de mi interior”.
Juan Sebastián, junto a sus hermanos, guiados por una mezcla frenética de miedo y amor se lanzaron a ayudar como fuera a Jed. Sus manos temblorosas impulsadas por la urgencia de la vida se convirtieron en instrumento de reanimación.
Nunca había visto algo así. Los ojos parecían los ojos de un pescado frito, un caucho arrugado. Ahí no había vida
“No sé cuánto lo haríamos, 30 segundos o un minuto, no sé. Yo estaba quebrantado, miré a mi hermano llorando y pues la mirada de ¿qué más hacemos? no hay más que hacer”, afirma Alejandro Rodríguez, tío de Jedidiah.
“Empecé a clamar, Señor tú puedes hacer algo, pero yo solo bombeaba el corazón y como tratarme de concentrar en lo que estaba pasando (…) Nos miramos los dos y dijimos: si el niño no reacciona, lo perdimos y en ese momento no sabemos cómo el niño sacó un baldado de agua, eso pasó ocho veces”, recuerda Juan Sebastián.
Aunque había reaccionado, lo que seguía era llegar cuanto antes al hospital de la isla para tratar de actuar rápido con su cerebro y pulmones.
“Cuando entramos lo metieron en camilla, lo conectaron y al momento en que lo conectaron fue otra impresión grande para mí porque él obviamente gritó y cuando abrió la boca se le había despedazado por dentro”, agrega el papá de Jed.
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La pediatra del Hospital San Andrés, Kathy Julieth Castrillo, también relata el momento en el que el pequeño llegó por atención médica. “Estaba un poco cianótico, es decir, un poco moradas sus extremidades que eso pues se debe a que estuvo en hipotermia, en el agua y también por la falta de oxigenación”.
¿Cuando lo sacan de la piscina, el bebé estaba muerto, científicamente ya estaba muerto? “Podría decir que sí, porque no sabemos cuánto tiempo estuvo Jed en el agua. Neurológicamente después de cinco minutos del cerebro sin recibir oxígeno, hay muerte cerebral”, añade.
"Cuando hay un uno por ciento de posibilidad, hay un 99% de fe"
Pero los resultados fueron otros, la realidad superó cualquier predicción médica. Jed estaba sano.
“Lo que está escrito en la literatura, la mayoría de los pacientes por inmersión o ahogamiento quedan con secuelas y reversibles”, dice la pediatra.
La familia sumida en el gozo llevaba consigo la epopeya de Jed como una prueba conmovedora de que en ocasiones la línea entre lo imposible y lo tangible se desvanece en el susurro de un milagro.
Para mí, mi hijo es un testimonio vivo de que Dios es real
Ya en Bogotá, Jed estuvo unos días hospitalizado mientras le hacían nuevos exámenes con los que confirmaron que Jedediah, el amigo llamado de Dios, estaba sano y salvo para contar su propia historia.