La maldición de la minería ilegal (II): una guerra a 600 metros bajo tierra
Buriticá es un municipio del occidente antioqueño. Su nombre en lengua indígena significa 'montaña de oro', ese mismo mineral que hoy es su mayor maldición.
Giovanny Bayona
07:42 p. m.
Buriticá es un pequeño municipio que queda en el occidente antioqueño. Sus verdes e inmensas montañas adornan una región que nació con brillo propio. Su nombre en lengua indígena significa montaña de oro, ese mismo mineral que, justamente hoy, es su mayor maldición.
Este gigante verde se convirtió en el lugar del que todos quieren ser dueños y en este lugar se vive una de las guerras más sangrientas y despiadadas, una que gira en torno a la minería ilegal. El coronel William Castaño, director de la Policía de Carabineros, aseguró que “esta parte del país es donde mayor cantidad de oro podría encontrarse, por eso los esfuerzos principales en la lucha contra la explotación ilícita de mineral está principalmente en esta zona”.
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En Buriticá, una empresa china tiene licitación del Gobierno Nacional para explotar legalmente la montaña y sacar oro, pero tienen una problemática que prácticamente se les salió de las manos: en esta misma zona, opera la subestructura ‘Edwin Román Velásquez’ del Clan del Golfo, comandada por alias ‘Richard’ y los frentes 18 y 46 de las disidencias de las Farc. Estas 3 organizaciones delincuenciales, principalmente el Clan del Golfo, se han apoderado a sangre y fuego de más del 40 % de la mina. A esa guerra subterránea entró por primera vez un medio de comunicación para experimentar en carne propia, lo que viven diariamente los mineros.
Esta es la única mina de oro en todo el mundo en la que para ingresar hay que ir escoltados por la Policía y llevar todos los elementos de protección balística. No bastaron ni 10 minutos para que la guerra en las profundidades de esta mina se hiciera presente y atacaran al equipo periodístico de Noticias RCN. La Policía de Carabineros, tuvo que responder y defendernos de algunos de los 1.970 disparos de fusil que diariamente se escuchan al interior de esta mina.
Dice el coronel William Castaño, director de la Policía de carabineros que estos grupos, “al notar la presencia de fuerza pública, lo que hacen es recibirlos a disparos en algunas ocasiones con instalación de artefactos explosivos como tatucos, y hasta cilindros bomba”. Uno de los mineros, afirmó que “diariamente 200 o 300 detonaciones de minería ilegal utilizando artefactos explosivos improvisados a diario, no solamente porque haya en medios de comunicación”. Incluso, metros más adentro, nos encontramos con esto: un cilindro bomba colgando de una cuerda, cargado de explosivos y listo, para ser detonado.
El oro: un negocio rentable para los grupos criminales
“Un kilo de oro podría conseguir un territorio entre 220 a 230 millones de pesos, mientras que un territorio dependiente del país podría estar entre los 6 y los 8 millones de pesos, por eso el interés de varias estructuras criminales de financiarse a través de la explotación ilícita del mineral”, aseguró el director de la Policía de carabineros.
El Clan del Golfo sacó de esta mina, 6.4 toneladas de oro en el año 2021. Es decir, que, a sangre y fuego, tuvieron ganancias superiores al medio billón de pesos. Con ese dinero, pagan no solo a los mineros artesanales para extraer oro, sino que incluso, compran predios en la parte alta de la montaña e ingresan a las profundidades de este gigante verde.
Una problemática sin pronta solución
“Nos tocó adaptarnos para hacer operaciones en subterráneo. La Policía Nacional de Colombia es la única, diría yo casi que en el mundo que tiene esta capacidad de reacción para proteger nuestro capital natural”, dijo el coronel Castaño. Esto, pese a tener instrucciones claras como las del Ministro de Defensa, Iván Velásquez, “una instrucción clara a la Policía Nacional, a la Dirección de Carabineros, para incrementar con los números más altos posibles estas acciones”.
Hay algo claro: mientras que aquí haya oro, siempre habrá alguien dispuesto a dejar hasta su vida, por tener algunos gramos de este mineral que, para Buriticá, se convirtió en eso mismo que la minería ilegal para el país: en una maldición.