'Los Herederos del Bronx': así se viven los horrores en el barrio San Bernardo
En ese capítulo de Retrato Hablado nos sumergimos en las calles del barrio San Bernardo, cooptadas por la criminalidad, el miedo y el olvido.
En el corazón de Bogotá, el monstruo del microtráfico no ha desaparecido, solo cambió de dirección. El barrio San Bernardo se ha convertido en una de las trincheras del crimen y la droga en Bogotá.
Los subterráneos del Samber son bodegas del horror en las que se pierden cientos de personas a diario. Las autoridades piensan que es, probablemente, la olla más grande de la capital.
Quienes lo conocen lo describen como el canal de los horrores y la muerte. Pero ¿qué relación tiene la olla del caño de la sexta con el barrio San Bernardo? ¿Quién se enriquece mientras otros se destruyen?
Aunque el 28 de mayo del 2016 fue desmantelado el llamado Bronx de Bogotá, el problema no terminó, solo cambió de epicentro.
Muchos de los delitos migraron al barrio San Bernardo, en donde se calcula que los negocios criminales dejan cada mes cientos de millones de pesos. En dos cuadras, migrantes, víctimas del conflicto, consumidores de droga y antiguos pobladores de la zona habitan a merced del crimen organizado.
A 20 minutos de este lugar está la casa presidencial; a menos de 1 km la Alcaldía y el Congreso de la República.
Aunque hace más de 8 años desapareció el Bronx, sus rezagos quedaron dispersos en la localidad de Santa Fe, en donde viven más de 96.000 personas.
Las millonarias rentas ilegales en el Samber
Expertos en materia de seguridad aseguran que, tras la intervención en este espacio, los jefes de las bandas criminales, como Los Sayayines, apuntaron a quedarse con el San Bernardo. Ahí inició una guerra entre capos por el control de este territorio.
Las cifras de lo que se maneja en el San Bernardo son impresionantes: según las autoridades, más de 1.500 millones de pesos mensuales gracias a la venta de drogas.
Lo más peligroso del Samber se reduce a dos manzanas que evidencian cómo el microtráfico ha cercado a los habitantes que no tienen nada que ver con este delito. Cientos de miles de personas sufren los riesgos de lo que pasa allí.
De acuerdo con las autoridades, en el barrio se compran y venden armas, granadas e insumos. Un hombre aprendió a disparar, antes que a leer y a escribir, cuenta que incluso se alquilan fusiles que no están permitidos en Colombia, gracias a un mercado negro que opera casi que a cielo abierto.
Así operan las bandas criminales en el Samber
Su escuela fue la calle, su oficio, la supervivencia y su infancia terminó a los 11 años, cuando la Policía lo encontró con un arma. Historias como la de él se repiten constantemente en el Samber, en donde se recluta al más débil.
Secuestro exprés, paseo millonario, prostitución, extorsión y venta de drogas son los servicios que se mueven en esta zona de la ciudad, a donde llegan quienes viven en pobreza extrema.
En las calles del San Bernardo operan dos grupos de crimen organizado. Los Costeños, cuyo cabecilla es alias El Primo; y Los Venecos, liderado por alias Wilson, quien operaba antes en el Bronx.
¿Por qué no se ha podido arrancar de raíz este mercado que opera sin restricciones?
Aunque parece increíble, detrás de estas historias se esconden generaciones enteras de personas que no han podido salir de la droga.
Según cifras de la Secretaría de Integración Social de Bogotá, el 38% de las personas en condición de calle huyen de situaciones familiares, y el 5% de ellas han intentado quitarse la vida por deudas relacionadas con el consumo.
El microtráfico ya no se limita a la venta de pequeñas dosis de droga, sino que se conecta con los territorios del narcotráfico. Este año, ese delito ha cobrado la vida de 24 personas, cinco más que el año pasado.
José: del cartucho, al Bronx, al Samber
José es un habitante de calle que ha sobrevivido a los infiernos del San Bernardo. Se refiere al barrio como el lugar en el que puede consumir y saciarse de ese mal que no le desea ni a su peor enemigo: la droga.
Creció en los años 80, en la calle del cartucho. Salió de ese infierno cuando fue demolido el 13 de marzo de 1999, y ahí perdió a su mamá, quien fue asesinada por un hombre.
Desde que se convirtió en un huérfano de la violencia feminicida, la calle se convirtió en su hogar. Su adolescencia la vivió en el Bronx y ahora, la adultez la pasa en el Samber.
Como él, muchas personas cayeron en las garras del vicio y el crimen. Del cartucho y el Brox solo quedan cifras y escombros.
Hoy, las autoridades calculan que una dosis de bazuco se vende en unos $5.000, mientras que la de cocaína se vende en $10.000 y la de tusi a $15.000. Esto, a plena luz del día.
La Alcaldía de Bogotá determinó que el Clan Azul sería una tercera banda operando al interior del San Bernardo.
Las explosiones que aterrorizaron al San Bernardo
La guerra por las rentas del Samber sería la explicación para las cuatro granadas que han sido activadas este año en el barrio, al parecer por parte de Los Costeños y Los Venecos.
Mientras que los capos se pelean por los millones, los adictos siguen sumergidos en su tragedia, y se convierten en las víctimas mortales de una guerra urbana.
Allí, los pagadiarios se convierten en inquilinatos del horror, en donde se alquilan cuartos para dormir, fumar y desaparecer.
Por el día se puede pagar hasta $15.000, en condiciones insalubres y deplorables.
Entre todo lo que rodea al Samber, toman vida los mitos urbanos que nacieron en el Bronx.
Los perros que comen gente, la brujería, los ‘cuartos de masaje’ en donde torturan gente, y mucho más, son apenas una parte de estas historias que parecen sacadas de una película de terror.
De noche, las bandas se reparte el barrio como si fuera un botín. Los peones son los primeros en caer, pero detrás siempre hay un rey que se encarga de vigilar todos los movimientos.
Desde el cielo, los ojos del halcón de la Policía Nacional detectan los centros de acopio de las bandas criminales que controlan el lugar.
La olla subterránea
El caño de la sexta, pese a estar un poco lejos del barrio, parece estar conectado directamente con él.
Desde hace unos años, este túnel de más de 2 kilómetros se ha convertido en la casa de cientos de habitantes de calle, incluyendo jóvenes embarazadas.
Las autoridades tienen estudiada la ruta de escape de quienes cometen actos de delincuencia. Casi todos usan el caño de la sexta para salir del barrio y escabullirse. Expertos advierten que esta es casi una copia del Bronx.
El caño es un corredor del delito en donde más de 600 habitantes de calle sobreviven como pueden. Allí, debajo de la rotonda de la calle sexta, es el punto de concentración de cambuches en donde habitan los campaneros.
Solo en venta de drogas al menudeo se mueven diariamente entre $10 y $15 millones de pesos entre el Samber y el caño de la sexta.