Los visitantes del Museo del Oro que no pueden ver pero sí tocar

Un grupo de personas con discapacidad visual se tomó uno de los escenarios imperdibles de la cultura y el arte en Colombia. Al poder tocar réplicas y fragmentos originales de la colección precolombina más completa del mundo, conocieron más de cerca la historia de nuestros antepasados.


Noticias RCN

jul 24 de 2017
03:28 p. m.

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Casi todos los museos del mundo tienen algo en común, sea el de Louvre de Paris, el Nacional del Prado en Madrid o el de Historia Natural de Washington, Estados Unidos; un epígrafe de dos palabras en todos los idiomas que acompaña la descripción de cada objeto en exhibición y sentencia la distancia que debe tomar la persona que lo observa. 
¡No Tocar!, ¡Ver y no tocar!, ¡Don't touch!, ordena la enérgica frase que en otros casos es reemplazada por una fría e inaccesible vitrina usada para blindar de manos necias o curiosas el elemento de valor.
Sin embargo, en el Museo de Oro en Bogotá hay otra manera de vivir la historia. Recientemente este referente del turismo nacional abrió sus puertas a un significativo grupo de personas con discapacidad visual para que experimentara de cerca el patrimonio nacional que atesora tras su fachada de arquitectura moderna.
Pero hay que aclarar que ha sido una de las actividades incluyentes ideadas por sus administradores del Banco de la República, con la asesoría del Instituto Colombiano para Ciegos (INCI), desde el 2008, para que otros segmentos de la población como niños, extranjeros, gente con discapacidad visual o auditiva también vivan la experiencia que ofrece el Museo. 
En este caso, y prescindiendo del tradicional método Braille, se implementó un novedoso sistema que podría convertir a este santuario de la arqueología prehispánica en pionero mundial de estos programas para personas con ceguera parcial o total.
"La propuesta consiste en que los animadores, como llamamos a los guías para ciegos, cargan una mochila con réplicas de narigueras, pectorales, orejeras, palillos para el consumo de coca, etc. con el fin de poder usarlos en cualquier parte del museo, en la vitrina Tayrona o en la Calima. A medida que se les va contando la historia, ellos tocan los objetos y también se les muestra las diferencias", explicó Jorge Colmenares, antropólogo asesor para el Museo del Oro y miembro del Instituto Colombiano para Ciegos.
Es el método de la "multisensorialidad" cuyo fin es el de enseñar y aprender a través de los otros sentidos. "Y automáticamente la relación con los objetos se vuelve más profunda", asegura Colmenares.
Carlos Parra, director del INCI, y promotor de la convocatoria que llevó a unas 20 personas con este tipo de limitaciones a la actividad, tras poder tocar la réplica de la Balsa Muisca, una de las piezas más representativas de la Colección que reposa en el Museo, aseguró que "es bonito tocarla y aprender a través del relato del guía la importancia que esta obra tenía para los indígenas". 
El recorrido de dos horas y media palpando trozos originales de las molas hechas por las tribus de los Kuna de Colombia y Panamá, escuchando el canto de los Mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta o la caída de piezas de metal en el agua emulando la Leyenda del Dorado, significó no solo una visita más, de las 200 anuales que hace gente con todo tipo de discapacidades al Museo. También algo similar a experimentar un mágico viaje con los ojos cerrados hacia el pasado de las comunidades que escribieron la historia indígena de Colombia. 
Mónica Vengoechea/NoticiasRCN.com
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