Malpelo: plástico, pesca indiscriminada y una generación dispuesta a salvar la reserva marina
Malpelo es un santuario de fauna y flora marina que sufre los efectos del plástico que se usa en las ciudades y la pesca indiscriminada de especies protegidas.
En la historia de las aventuras en el mar, solo una raza de navegantes ha logrado que los océanos le hablen al hombre. Los primeros zarparon en septiembre de 1971 querían evitar una prueba nuclear en Alaska.
La bomba estalló, pero el barco pesquero que habían alquilado para llegar a las islas y al que bautizaron Greenpeace cambió una parte de la historia.
Con la idea de que el vasto y callado océano soportará cualquier intención humana, lejos de las costas, industrias y gobiernos han probado bombas, cazado miles de ballenas, desechado tóxicos y explotado recursos a gran escala.
El Arctic Sunrise de Greenpeace llegó a Malpelo
¿Qué estamos haciendo mal, en nuestro Pacífico colombiano, para que una de esas tripulaciones legendarias de 31 ambientalistas, cambie el rumbo de su buque, navegue 500 kilómetros desde Buenaventura y apague su motor durante tres días frente a una pequeña isla sin playa, llamada Malpelo?
El Arctic Sunrise es un buque rompehielos que se fabricó originalmente para capturar focas en el Ártico, pero ahora su misión es transportar por todo el mundo a tripulaciones intrépidas, capaces de captar esos mensajes del planeta y lanzarlos satelitalmente como voces de auxilio para decirle al mundo que el océano está vivo.
“Es un barco con una tremenda historia de coraje y lucha por el planeta. Está aquí en aguas colombianas para luchar por extender las reservas marinas y queremos que todos ayuden porque esto es por el planeta, esto es por todos”, asegura Mike Flinken, capitán del Arctic Sunrise.
En la tripulación se encuentran cuatro colombianos. Luis Fernando Velásquez, un marino colombiano activista desde 1995, dos jóvenes bogotanas que fueron aceptadas como voluntarias en el buque y la apneísta Sofía Gómez.
"Quería ser parte para proteger los océanos, para proteger el Pacífico colombiano”, dijo la deportista.
Y es que si ella pudiera descender hasta la llanura oceánica de Malpelo, encontraría la base del monte submarino a unos 3.000 metros de profundidad.
El santuario es hogar de unas 500 especies diferentes
La isla de Malpelo es la cima de una cadena de montañas conocidas como El Triángulo de Oro de los Tiburones, se extiende desde Ecuador hasta Costa Rica Panamá y Colombia.
Aunque Colombia se aseguró de declarar como reserva 2.700.000 hectáreas, los tiburones no saben de fronteras y cientos acaban capturados por embarcaciones que pescan ilegalmente.
"Como consumidores debemos exigir que haya una pesca transparente en Colombia, que podamos ver dónde los barcos están haciendo faenas, qué especies están capturando y ver qué es lo que estamos consumiendo y también tener mucho cuidado con el tema de pesca incidental que lamentablemente, al parecer, es una licencia para extinguir especies”, señala Felipe Ladino, buzo experto de la Fundación Malpelo.
El santuario es hogar de unas 500 especies diferentes. Sobre la roca de 300 metros de altura viven los piqueros de Nazca, una de las colonias de aves marinas más grande del mundo, pero la basura y el plástico que se escapan de las ciudades y los ríos les está llegando a ese oasis.
“Esta región está llena y rica de vida, vale la pena hacer el esfuerzo y extender las reservas marinas para que la política esté más atenta y hacer un lugar saludable para la vida en el océano”, aseveró el capitán del Artic Sunrise.
Por eso cada esfuerzo vale la pena, cada operativo de la Armada en el mar colombiano para detener la pesca en zonas protegidas, cada inmersión para rastrear la ruta de los tiburones y cada mensaje que se replicó.