Niños en Gamarra, Cesar, deben arriesgar sus vidas para poder ir a estudiar
Cerca de 150 menores de una escuela rural en ese municipio deben recorrer 20 kilómetros cada día a lomo de burro para ir a clase, otros sin ninguna medida de seguridad se arriesgan en moto, los demás van en bicicleta.
Noticias RCN
feb 03 de 2017
01:57 p. m.
01:57 p. m.
Unos 150 niños de una escuela rural en Gamarra, Cesar, deben recorrer 20 kilómetros todos los días a lomo de burro para poder asistir a clase; mientras que otros, sin ninguna medida de seguridad, se arriesgan a realizar el largo trayecto en moto; los demás van en bicicleta.
Los maestros y padres de familia alertan por el riesgo que corren los menores y piden a las autoridades soluciones inmediatas para tener un transporte seguro.
"Me preocupa lo del burro porque con algún pito de carro el burro puede saltar y sacar a algún niño y se pueda ocasionar algún accidente", señaló Nubia Santiago, educadora del colegio de Gamarra.
Hasta cinco niños se transportan desde sus hogares hasta su escuela en motos, uno de los medios de transporte de los estudiantes para llegar a sus aulas de clase.
"Tenemos que enviar los niños a pie por la carretera y eso es un peligro o en burro y a veces vienen carros a alta velocidad y a las motos se las pueden llevar por delante", explicó Elizabeth Escobar, madre de familia.
Algunos padres de familia que no tienen ni burro ni moto, deben llevar a sus hijos en bicicleta pero además deben compartirla con otros tres estudiantes, lo peor de todo es que viajan todos sin protección.
"Es que no hay transporte y es peligroso mandar a los pelaos solos, puede pasar algún accidente y matarlos", asegura Efraín Jaraba, padre de familia.
El pedido de los niños, que se resisten a dejar de ir al colegio, y de los padres es que quieren seguridad para los pequeños, es el de garantizar el transporte y la seguridad de los menores para poder asistir a su colegio.
"Queremos que el Alcalde nos ayude con el transporte escolar para los niños", añade Efraín Jaraba.
Son 150 estudiantes que a diario recorren, con sus morrales al hombro, diez kilómetros de un camino destapado, el único que los lleva a la oportunidad de educarse.
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