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Prostitución, drogas y violencia: el infierno de las mujeres habitantes de calle

El brutal asesinato de nueve mujeres a manos Fredy Valencia, el llamado 'Monstruo de Monserrate', dejó en evidencia la múltiple vulnerabilidad de las cerca de mil mujeres que viven en las calles de Bogotá.


Noticias RCN

ene 21 de 2016
11:34 a. m.

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La calle se empezó a tragar a Gloria cuando ella tenía 15 años: drogas, alcohol y prostitución fueron los peldaños de una escalera que la llevó a las profundidades del horror que es la indigencia. Ella, que hoy sonríe con gesto maternal, recuerda que por esos días un hombre la obligaba a tener sexo con él y con otros a cambio de dinero y recuerda cómo el bazuco era una especie de anestesia que le quitaba el dolor y la desesperación que le provocó la muerte de sus padres y que la empujó a vivir en las calles.

"Ya estaba adulta, me tiré al vicio del desespero, decepcionada por la muerte de mis padres, me influyó una amiga en Bucaramanga, consumí bazuco. ¿Qué cómo comencé?, fumando y tomando a cada ratico", relata ahora una Gloria recuperada, de 50 años, quien hace parte del grupo de pacientes del Centro Distrital de Autocuidado Óscar Javier Molina, ubicado en localidad de Puente Aranda, al occidente de Bogotá.

Pero aunque Gloria fue capaz de liberarse de la trata de personas de la que fue víctima cuando escapó y eventualmente regresó al interior del país, lo cierto es que no pudo desatarse de las cadenas de la droga y de uno de sus peores eslabones: la prostitución. 

"Yo sola me alimentaba, yo le serví al pueblo, o sea,  ponía mi cuerpo para poder comer, me prostituí. Mira que yo me subía a carros y todo, era muy loca, alguien me decía por ahí '¿qué estás haciendo?, ¿cuánto me va a cobrar?', y yo decía tanto. '¿Vas a ir conmigo?' Y yo, claro, me iba con ellos y todo arriesgado".

La vulnerabilidad de Gloria es la misma que viven 1.050 mujeres que, según datos de la Secretaría de la Mujer y de Integración Social, viven en las calles de Bogotá. Casi todas recurren a su cuerpo como la única herramienta que les queda para sobrevivir al hambre, a la adicción y al mundo hostil en el que se sumergen, muchas veces, en contra de su propia voluntad. 

Como son muy pocas, en comparación con el registro de hombres (9.600 según el DANE) la presión social y sexual sobre este segmento de habitantes de calle es agobiante, explica el sacerdote jesuita monseñor Jeiver Perilla, uno de los coordinadores del centro de Acogida Bacatá, el más grande de los 14 que existen en Bogotá para atender a los habitantes de calle.

"Cuando ellas llegan a las calles es a buscar droga, espacios y se empiezan a vincular con grupos de amigos que las llevan a las mafias, las prostituyen por drogas, las venden y se adueñan de ellas como propiedades privadas", añade el sacerdote Perilla. 

Gloria vendió drogas y fue víctima de toda clase de humillaciones por parte de sus compañeros de calle o de quienes lideraban esos sombríos negocios. Pero al mismo tiempo aprendió a detectar el olor del peligro, de la muerte.

"La mujer corre mucho peligro en la calle porque los hombres abusan de nosotras", revela Gloria. "Las engañan, cogen una niña y le dicen camine se toma un café, un perico y mentiras. Le están echando cosas en sus bebidas para poderlas violar, para hacerles de todo, matarlas y así le ha pasado a más de una nena, las confunden, las maltratan, les pegan. Yo vi muchas cosas tenaces en la calle", cuenta Gloria.

Esa habilidad para detectar el riesgo la habría salvado de caer en las manos de Fredy Valencia, el llamado 'Monstruo de Monserrate', el indigente que confesó hasta ahora haber violado, asesinado y sepultado a nueve mujeres, cuyos restos fueron hallados en los alrededores del cambuche donde vivía, cerca al emblemático cerro de Bogotá. 

Las autoridades sospechan que las víctimas de este asesino serial podrían aumentar teniendo en cuenta que durante los últimos cinco años nadie se percató de la persecución de este hombre a mujeres perdidas en las drogas, alejadas de sus hogares. 

Gloria tardó cinco años en tomar conciencia del extremo al que había llegado y más aún del riesgo que corría. Nunca se topó de frente con Valencia pero sí compartió más de una vez con algunas mujeres que cayeron en sus engaños.

"No lo conocí pero sé que indujo niñas que ya estaban poseídas por el vicio y no tenían con qué fumar, las sacaba con mentiras, se las llevaba para arriba, a donde las mató. Cada niña de la calle de la zona de la Ere, la T, donde yo me la pasaba, en San Bernardo, las convencía y se las llevaba y por eso pasó eso".

La siniestra historia del 'Monstruo de Monserrate' descarnó una realidad muy asociada a la violencia de género: el abandono en el que se encuentran las mujeres habitantes de calle en Bogotá. No existen cifras actualizadas de cuántas hay deambulando por las esquinas y los rincones más deprimidos de la localidad de Kennedy, del llamado Cartuchito, del sector del Bronx, de San Victorino y el eje de la Carrilera en el barrio Santa Fe. El último censo que se realizó es del 2011. 

Tampoco hay datos de cuántas de estas mujeres están en condición de discapacidad, de embarazo o tienen necesidades especiales por su edad. De cuántas mueren sin ser identificadas ni reclamadas por algún familiar. 

De acuerdo con el segundo informe Masatugó, elaborado por Medicina Legal, ONU y USAID sobre víctimas de violencia, en Bogotá, en promedio, cuatro mujeres son asesinadas cada día.

Este es uno de los pocos estudios que contempla la inclusión de las mujeres sin hogar como víctimas de la violencia cuando revela que entre las 8.020 que fueron asesinadas de 2009 a 2014, unas 1.312 reportaban factores de vulnerabilidad como estar en situación de prostitución (154), inmersas en el consumo de sustancias sicoactivas (129) o vivir en la calle (111).   

El testimonio de Gloria es una prueba de esa crudeza que las hace más frágiles en la calle. 

Algo que ayuda a vislumbrar parcialmente la eclipsada situación de estas mujeres que viven sin techo es el número de habitantes de calle atendidos en los centros de acogida creados durante la administración de Gustavo Petro, modelo mantenido hasta ahora en el nuevo gobierno de enrique Peñalosa.

En estos lugares son recibidos para darles abrigo y cuidado temporal a estas personas. Según los últimos datos de la Secretaría de Integración Social, el año pasado estos centros recibieron a 8.255 habitantes de calle. De ellos, 902 eran mujeres, algunas de las cuales están en proceso de reintegración a la sociedad. La cantidad es baja con relación a los hombres porque además existe un subregistro (o número no registrado), camuflado bajo otros fenómenos sociales como la prostitución y los paga diarios.

Cuando Gloria Bernal llegó al final de esa escalera que la llevó a tocar fondo, abrió los ojos a la vida  y se convirtió en una sobreviviente. De la droga, de la prostitución, de las mafias y sobre todo de la indiferencia general que agrava la ya precaria situación que viven los habitantes de la calle en la capital. 

"¿Cómo hice para salir de ahí? Un domingo tenía hambre. Me fui para donde mi hija y yo me puse a llorar. Le dije: yo estoy aburrida, qué voy a hacer de mi vida. Me dijo que por qué no iba otra vez al centro de Javier Molina y dije que no porque me da pena. Ella me dijo no,  allá te están esperando. Empecé a limpiarme, me enfermé, me dio cólico y todo pero dije, no Dios mío. ¡Y ahí voy adelante!".

Mónica Vengoechea/NoticiasRCN.com

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