"Es doloroso recordar": fuerte testimonio de sobreviviente al desplazamiento en el Catatumbo
Comunidades de Tibú intentan reconstruir su vida mientras enfrentan amenazas y restricciones de grupos ilegales.
Noticias RCN
11:33 a. m.
Han pasado 10 meses desde la crisis humanitaria que estremeció al Catatumbo, cuando miles de campesinos, hombres, mujeres, adultos mayores y niños, abandonaron sus hogares huyendo de los enfrentamientos entre grupos armados ilegales.
Fue incluso, catalogado por la Defensoría del Pueblo como el desplazamiento masivo más grande en la historia del país.
Noticias RCN regresó al territorio para escuchar a quienes sobrevivieron la emergencia, acompañar a las familias que aún no han podido volver a sus fincas y documentar el temor que persiste en esta zona del Norte de Santander.
Aunque algunos han retornado, muchas familias continúan refugiadas en Tibú, viviendo en colchonetas, en espacios improvisados y lejos de la tierra que durante años trabajaron.
¿Cómo están los campesinos que fueron desplazados en el Catatumbo?
Los testimonios recogidos en el terreno revelan que la zozobra no ha cesado. Las comunidades siguen expuestas a enfrentamientos, artefactos explosivos, ataques con drones y a la imposición de reglas por parte de los grupos armados que disputan el control del área.
Una de las mujeres desplazadas relató el drama que vivió cuando debió abandonar su finca, ubicada a una hora de Tibú.
Ella afirma que su hermana y su sobrino fueron víctimas de minas antipersonal, instaladas en los caminos que antes usaban para trabajar y transportar sus cosechas.
Salimos en enero con el corazón en la mano, muy triste, de verdad doloroso, incluso recordar.
La acompañamos hasta su territorio, donde antes cultivaba hoja de coca, según cuenta, por falta de alternativas, pero que hoy intenta transformar en parcelas de cacao y limón, proyectos que quedaron detenidos tras la guerra en la zona.
Fuerte testimonio de sobreviviente al desplazamiento en el Catatumbo
La mujer también revivió la angustia de los combates dentro de su propia vivienda, cuando sus hijos preguntaban qué eran las detonaciones.
Traté de decirle: no vamos a gritar, vamos a agacharnos para la cama y vamos a quedarnos tranquilos. Se escuchaba más fuerte y él me decía: ¿qué es eso, mamá? Era la primera detonación. Y nos poníamos a orar.
Hoy, lejos de su casa, explica que incluso los juegos infantiles se volvieron imposibles.
Me dijo hace poco que quería ir por la moto. Teníamos una motico para jugar y le dije que no podía. Me dijo: ¿por qué, mamá? Los plomos.
El encierro se convirtió en rutina.
Los niños normalmente son de zonas abiertas, pero tenía que tenerlos adentro.