Rodolfo Hernández: “Lloré cuando los de Petro dijeron que tenía a mi hija prisionera en un hospital psiquiátrico”

Esta entrevista hace parte de Sin Libreto, podcast de Noticias RCN, en el que buscamos descubrir a la persona detrás del personaje. Entrevista Rodolfo Hernández


Luis Guillermo Montenegro

sept 14 de 2022
06:25 p. m.

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La oficina de Rodolfo Hernández es la 412-B del nuevo edificio del Congreso de la República. Un lugar en el que ni él mismo quisiera estar, pues asegura que no se siente feliz en un ambiente en el que se trabaja poco y se habla mucho. El espacio es de unos 35 metros cuadrados, mucho más pequeño que el de su oficina en su empresa en Bucaramanga. No está decorado ni hay mucho sentido de la estética. Hay cajas por todos lados y en uno de estos espacios encontró lugar para sentarse y hablar Sin Libreto con Noticias RCN.

Su memoria es impresionante, pues es capaz de recordar los nombres exactos de las personas con las que ha compartido a lo largo de su vida en momentos claves y también de jugadores de fútbol que lo han hecho emocionar. Puede decir formaciones completas de equipos de los 60’s y 70’s, su jugador favorito en la historia es Pelé y otra de sus grandes pasiones, más allá de la pelota, son los negocios.

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Contó detalles de cómo hizo su riqueza, los momentos más tristes de su vida y lo que ha representado para él la política. La última vez que lloró fue cuando inventaron desde la campaña del ahora presidente Gustavo Petro que su hija estaba prisionera por él en una clínica psiquiátrica.

Esta fue la charla Sin Libreto, que también podrá oír como podcast en Spotify y ver como videopodcast en Youtube.

Charla Sin Libreto con Rodolfo Hernández

¿Cómo fue su infancia en Piedecuesta, Santander?

La infancia es lo más bello que yo he tenido en mi vida. Fue en Piedecuesta, Santander, cuando eso era un villorrio. Había tres mil o cuatro mil habitantes. Yo me acuerdo desde que tenía tres o cuatro años. Era empedrado, todas las casas de tapia. Íbamos a la escuela a pie. Mi mamá nos acompañaba al colegio caminando. Ahí me crié e hice mi primaria. Para el bachillerato me fui a Bucaramanga.

¿Cómo era la relación con sus padres?

Antes eran todos pegados al papá y la mamá. Eso ha ido cambiando. Nosotros nos acostábamos a dormir a las seis de la tarde. Comíamos a las cinco y media o cinco y cuarto, y a dormir. Antes no había televisión, el radio era de tubo, radios viejos. Después de que comenzó la televisión y una radio más digital, las relaciones cambiaron. Ahora uno ve a los chinos todos con el celular, se les puede caer el mundo y ellos ni se dan cuenta. Mi relación con mi familia fue siempre muy cercana con todos, yo he sido muy familiar.

¿A quién le heredó ese amor por los negocios?

A mi abuela Lola. La mamá de mi mamá era analfabeta, pero era una líder natural. Ella siempre me dijo: “Trabaje con el pobre y será rico”. Los grandes negocios están en el mundo que resuelve las necesidades públicas, porque hay volumen de clientes, y ese volumen, ganando de a poquitico a cada uno, la sumatoria de todos esos poquiticos, se vuelve una cantidad importante.

¿Cuándo era niño cuáles eran sus juegos favoritos?

Una pelota en la calle jugando fútbol. Todo el día en eso. Por lo general no jugábamos básquet porque no había eso ni en la escuela ni en el municipio. Era todo fútbol, pelota de trapo. Después, ya en la escuela, nos compraron un balón de cuero, hecho a mano y con pito. Era inflándolo en la bomba, metiendo el pito y quedaba ahí como un chichón que, si uno le pegaba con la cabeza, se maltrataba. O con el pie. Eso era lo que hacíamos: jugar fútbol.

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¿Se acuerda de la primera novia que tuvo?

Allá en el pueblo tenía varias (risas). Eran de esos amores de chinos, de 14, 13, 15 años. Llamaban novia a las que llevaba uno a la plaza de mercado y les gastaba un jugo. Eso era. Teníamos varias. Pero más que novias eran amigas que visitamos todos los días. La pasábamos muy bueno.

Los negocios de Rodolfo Hernández

Hablando de primeras veces, ¿se acuerda cuál fue el primer negocio que realizó?

Cuando terminé la universidad, me fui para Piedecuesta y me conseguí dos socios. Uno se llamaba Abelardo Serrano Otero y el otro, Guillermo Gómez Serrano. Entre los tres. Ellos dos compraron un lote que costó 15.000 pesos. Yo no tenía un peso, entonces puse el trabajo. Hicimos 15 casitas y ahí empezamos. Vendimos las cinco casitas, pagamos el lote, pagamos todo a la ferretería en Bucaramanga, todo lo que compramos, y nos quedaron como 60.000 pesos de utilidad. Eso era muchísima plata, porque las casas las vendíamos a $70.000. De cinco, nos quedó casi una de utilidad. Pero era trabajando allá desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde.

¿Y qué hizo con ese sueldo que recibió?

Es que se lo ganó fue la sociedad. No repartimos esa plata, sino que capitalizamos, compramos otro lote en donde ya no cupieron cinco sino 39 casas. Y comenzamos ese proyecto. Solicitamos un crédito en el Banco Central Hipotecario cuando Mario Mejía Delgado era el gerente en Bucaramanga y Mario Calderón Rivera era el Gerente General del Banco Central en todo Colombia, con sede en Bogotá. Con eso arrancamos otro programa de 39 casitas. Nos ganamos casi un millón de pesos.

¿En qué año fue eso?

Fue en 1971.

¿De todos los negocios que ha hecho cree que le falta alguno por hacer?

No, el mismo. La vida me ha enseñado que entre más agudo sea el foco, mejor me va. Porque sé más. Si usted tiene este negocio y empieza a conocerlo, lo abandona, empieza otro, lo abandona, empieza otro, usted termina en nada porque nunca conoce a profundidad el negocio y un negocio qué es: hacer, armar, un producto con materiales que le compra a terceros, usted los arma, se los vende a otro. Si usted no aprende a hacer ese traslado bien, usted no gana plata. Y si no gana plata se quiebra. Hay que hacer bien una cosa, especializarse. Eso es lo que yo he hecho y me ha ido mejor imposible, como Jack Nicholson (risas).

¿Cuéntenos una anécdota especial que lo haya marcado?

Yo estudié primera en Piedecuesta en la Escuela Anexa Normal Superior, allí mi mamá me llevó al colegio San Pedro, que es de jesuitas. Allá me echaron porque un cura me pegó con una regla en un brazo y fue tan duro que me pegó que el pellejo quedó pegado a la regla. Quemó. Entonces yo lo insulté y el cura, el hermano Arango, que nos daba aritmética, me dijo: “como usted fue irrespetuoso conmigo, iré a rectoría para que le cancelen la matricula”. El rector era Miguel Molina y me echó.

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¿Pero por qué le pegaron antes?

Por estar de inquieto. No por estar de santo. ÉL me pegó con razón, pero me pegó tan duro que quemó el brazo y eso me dio rabia. Era una regla de 50 centímetros de largo. Me echaron. Me llevaron para el colegio Santander y allá terminé en 1964. Al otro año me presenté en la Nacional para estudiar ingeniería porque yo quería ser ingeniero.

Usted es conocido como ingeniero, le gusta que le digan así. ¿Cómo comenzó su carrera?

Yo no quería ser profesor ni médico. Nada que no fuera ingeniería. Me causaba curiosidad ver la estática y por eso quería estudiar eso.

¿Cómo se enteró que había sido admitido?

Ve vine para acá en diciembre al examen de admisión. Me inscribí como el ocho o nueve de diciembre del año 1964. Éramos 3000 candidatos y recibieron 98. Sacaron en los primeros días de enero la lista de los que habían pasado. Yo comencé a buscar de arriba para abajo y yo no aparecía en los primeros 80. Llegué al 98 y ahí estaba mi nombre. De milagro pasé. Comencé a estudiar en enero de 1964. Yo dormía en unas residencias de la Universidad que eran tan lejos que se llamaban Gorgona, así le decían. Pagaba 60 pesos al año.

¿Cómo se financiaba esos gastos?

Esto me lo consiguió Virgilio Barco, que es de allá. Él era alcalde de Bogotá, un super sabio. Entonces mi mamá era amiga de una amiga de Virgilio Barco y fue él quien me consiguió que me metieran a Gorgona. Desde eso existen las influencias.

Rodolfo Hernández y su pasión por el fútbol 

¿Como amante del fútbol, siempre fue hincha del Bucaramanga o le gustó otro club?

Yo fui del Bucaramanga cuando en el sesenta y pico, cuando estaba en el colegio. Eran puros argentinos. El equipo era un equipazo. Ernesto Berto, Escrimalia y Marín, en la media cancha jugaban Roberto Pablo Yaniot, Casali y Solorzano. Adelante jugaban Cuca Aceros, Marcos Coll y Arrizo. Montanini y Otero. Era un equipazo.

¿Y cuando veía esos partidos entre Santa Fe y Millonarios a quién le hacía fuerza?

Por Santa Fe, porque Santa Fe entrenaba en la Universidad. El entrenador del equipo era Gabriel Ochoa Uribe. Teníamos un equipo en la universidad y yo era del equipo. Yo era el capitán: jugaba de 2, como defensa central. Pasaba el balón o el jugador, ambos no. Era patadura. Jugábamos contra Santa Fe que era Berilacua, Mile y Aponte. Rodríguez, Tovar y Montero, Campana, Renil, Panzutto, Perazzo y el Zipa Gonzalez. Y les jugábamos. No ganábamos, pero algunas veces les ganamos. Eran juegos amistosos. El entrenador Gabriel Ochoa de Santa Fe y de nosotros Jaime Arroyave. Él era también el director de la cafetería. Fue una época divina.

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¿Qué recuerda del Mundial de Chile de 1962, el primero al que fue Colombia?

Me acuerdo de eso, pero yo estaba tal vez en primero o segundo de bachillerato y no le ponía tanta atención. Después fue que le puse más atención, cuando ya estaba en quinto, sexto. Cuando llegó José Américo Montanini. Es que Montanini era un Messi. Montanini juegaba más que Messi.

¿Montanini ha sido el mejor jugador que vio?

El mejor que he visto, Pelé.

Saliéndonos del tema del fútbol y volviendo a la universidad, su mamá lo ayudaba con 200 pesos mensuales. ¿Ella a qué se dedicaba, cómo conseguía los 200 pesos?

Comercializaban tabacos. Mi mamá hacía eso. Mi papá echando mocho en el campo de peón. No ganaba nada. Yo no sé cuánto ganaba. Después él aprendió sastrería y ahí le fue mejor y con eso mejoramos nosotros. Nunca faltaba comida, pero tampoco sobraba nada. Yo me puse calzoncillos como a los 15 años, no había para los calzoncillos. Los zapatos eran con carramplones y un solo par. No había para más.

¿Y usted cómo conoció a su esposa?

Yo trabajaba honradamente, desde las 6:00 a.m. hasta las 5:00 p.m. y dormía en Zapatoca. El sábado, a las 4:00 p.m., me devolvía. Llegaba a las 10:00 p.m. En una de esas idas y venidas me encontré con un amigo que trabajaba en valorización departamental, Jairo Camargo Buitrago, también ingeniero, pero de la Uis. Entonces Jairo me dijo que fuéramos a un paseo a Pailas. Él llevó a Socorro mi esposa y yo llevé a la hermana de Neftalí Puente Centeno, Alba Marina Puentes. Entonces allá, después del paseo yo llamé a Socorro y me casé con ella como al año y pico. Era una Sofía Loren. Eso era tremenda, divina.

¿Qué respondería ella? ¿Qué le gustó de usted?

Pues no le fue mal (risas).

El Inicio de Rodolfo Hernández en la política

¿Qué le gustaba, qué le llábana la atención e la política?

Yo me hacía con todos los viejos en el parque por la noche en un sitio que se llamaba Santa Clara. Había tres o cuatro concejales. Un día Alfonso Lozano, Luis Navarro Patiño, me dijeron: “métase chino al consejo”. Yo me metí y quedé. Cuando eso no pagaban, nada.

¿Qué recuerda de haber logrado como concejal?

Yo era le presidente del concejo. El presupuesto era 15 millones para el año. Y sobraba plata. Teníamos el pueblo al pelo. Barridito, con agüita, con alcantarillado, las escuelas, todo funcionaba con 15 millones al año. Son 40 mil pesos al día. El problema de Colombia no es de plata, no es de reformas tributarias, es de administración y de honradez, no, es más. El mal que tiene Colombia es que la administran ladrones que no saben administrar sino robar, eso es lo que pasa. Hay excepciones como todo en la vida y muy buenas, pero el grueso es un desastre y lo digo por Bucaramanga, donde tengo la experiencia, ladrones, atracadores profesionales.

¿Acá en el congreso quién es su mejor amigo y con quién ha sido difícil?

La verdad yo no tengo relaciones difíciles con ninguno. A mi me han tratado todos impresionantemente cordial. Yo no tengo quejas de ellos. Yo casi no conozco a ninguno. Conozco por ahí unos 30 de los 108, que sé quiénes son, pero de resto ni sé quiénes son. Acá no ha venido ni uno (a su oficina). Me la llevo bien con JP Hernández porque es del pueblo. Yo voté por él, pero después dijo que no votaba por mí, pero no importa, yo voté por él y creo que él es bien intencionado.

¿Hablando de temas familiares, cómo fue el secuestro de su padre?

 Eso fue hace tiempos. Vamos para como 30 años. Fueron las Farc. Eran las 6:00 p.m., llegaron a Piedecuesta los guerrilleros, lo sacaron en pijama y se lo llevaron al cerro de la Aurora. Se lo llevaron a la vía barranca, antes del Sogamoso se metieron para el cerro de la Aurora, que es vía Puerto Wilches, allí lo tuvieron 135 días. Hasta que yo negocié. Me tocó pagarles 50 millones de esa época. Le pusieron una bomba a unas casitas que estaba construyendo, me dio miedo y me tocó pagarles.

¿Y el de su hija?

Ella pidió permiso para irse a Ocaña con una amiga. Yo le dije que no fuera porque era peligroso, pero como hacen lo que les provoca y si uno los reprime, peor. Estando allá con la amiga en la casa, salieron por allá a una heladería y la cogieron, se la llevaron hace 18 años ya. La mataron porque no les quise pagar.

¿A qué te ha tenido miedo?

Le he tenido miedo ahorita en la campaña con las amenazas tuve miedo. Nunca había sentido algo así. Ya me hicieron unas rutas. Su nieta hace esto. Manaban amenazas. Su nieto hace esto. Si es usted, lo matamos. Me dio miedo. Yo nunca tenía miedo.

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¿Quién cree que le hizo las amenazas?

La política. Cuando estaba de alcalde me mandaban coronas. Pero yo no les tenía miedo. Pero esta vez sí. Ya vi muy cerca.

¿Con todo este ambiente que hace para salir del estrés?

Yo tengo unos libritos. A veces me los leo todos. Hay unos que si los leo completos. Ahorita me voy a poner a leer la comisión de la verdad porque creo que me hace bien leer eso. Yo leo algunas cosas y me gusta mucho oír música clásica, no Diomedes Díaz, nada de eso. Pero el favorito mío se llama Andrea Boccelli, ese es el que más me gusta.

¿Cuándo fue la última vez que lloró?

Lloré cuando los de Petro dijeron que tenía a mi hija prisionera en un hospital psiquiátrico, me parecieron muy malos inventar eso.

¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida?

Cuando llegó mi primer hijo.

¿Cuál es su comida favorita?

A mi me gusta el mute.

¿Quién es su héroe de niño?

Superman

¿Agua fría o caliente?

Fría.

¿El fin justifica los medios?

No.

¿A qué personaje histórico le hubiera justado conocer?

A Keneddy.

¿Qué evento eliminaría de la historia si pudiera?

La bomba de Hiroshima.

¿Qué tipo de arte le gustaría aprender?

Cantar.

¿Cuál es su mayor anhelo?

Sacar a todos los ladrones del gobierno.

¿Una broma que haya hecho en el colegio?

Sustos. Asustaba a mis compañeros. Al que estaba desprevenido lo asustaba de chiquito.

¿Algún momento de mucha pena?

No, tal vez nunca.

¿Ha robado algo alguna vez?

No.

¿Probó la droga?

Nunca.

¿Qué haría con 500 millones de pesos?

Compraría un lote bien comprado (risas).

¿Sancocho o ajiaco?

Sancoho.

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