Un ángel en la tierra: la religiosa que rescata niños abandonados en condición de discapacidad
En Noticias RCN conocimos la historia de la hermana Valeriana, una religiosa que dedicó su vida a ayudar a niños que son abandonados por sus papás.
Noticias RCN
08:35 p. m.
En el barrio San Cristóbal Sur, en Bogotá, hay miles de historias de personas maravillosas, una de ellas es la hermana Valeriana. Su labor toma vida en un edificio del sector, y a pesar de que es sencillo explicar lo que hace, ella confiesa que es muy difícil de ejecutar.
Protege a niños en condición de discapacidad. La llaman el ángel terrenal, sin embargo, dice que solo se ha dedicado a hacerle caso a su jefe directo: “el gerente” (Dios). Quien cuenta con una oficina dentro de la fundación, más bien un altar.
Y como tiene línea directa con él (Dios) sabe bien cuál es su misión; y todos los días ‘desde arriba’, le envía un mensaje: poner su mirada sobre esos niños que para otros son invisibles.
Este es un centro de reciclaje humano porque aquí llega todo lo que botan, todo lo que nadie quiere; pero aquí se le da el valor que todo ser humano puede tener”
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En la fundación reciben a los niños que son abandonados por sus padres, pero no solo eso, también los alimenta, les entrega su vida, corazón e incluso su apellido.
Hace 32 años encontró a una bebé de 5 meses abandonada por sus padres. “A ella la rechazaron dos veces porque la mamá la dio en adopción y después, la familia que la iba adoptar se enteró que era ciega y dijeron que no”.
Así, Valeriana, como la llamó, se convirtió en parte de su familia, y de paso, en la piedra fundamental sobre la que se edificó el hogar Luz y Vida. “Le doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de conocerla”.
La religiosa también es la mamá de otros 200 niños. Algunos ya llegaron a la adolescencia y adultez. “Estoy feliz ayudando a estos niños porque para mí son ángeles, tesoros que Dios me regala. Cada vez que llega un niño lo abrazo y digo: gracias, Señor, porque me diste otro más”.
En ese hogar el amor es un mandato que alimenta la labor de médicos, enfermeras y otros profesionales que dedican sus horas a cuidarlos.
Esta fundación empezó en un pequeño espacio, pero “conforme me iban llegando los niños, yo necesitaba más espacio, pues construía. Me regalaban lote, una casa al lado, otro lote…”. Hoy día es un gran proyecto que creció gracias a la insistencia de esta mujer.
Uno a uno se han ido sumando empresarios, vecinos y artistas que ofrecen su talento a cambio de una sonrisa. Pero la caridad es inferior a las necesidades. “Cuando no hay para pagar los acompañamientos a hospitales, pañales, o no alcanza, yo me angustio, pero ahí está mi Dios, mi gerente”.
A la madre Valeriana no le queda nada grande y se le metió en la cabeza hacer una clínica para atender a todos los niños. Por ahora su labor se centra en estos niños que se ganaron un ángel terrenal, obstinado y terco, que cada noche le repite a su gerente que no se piensa rendir.
Muchas veces, por tantas dificultades, uno piensa: ya no más, cierro la casa y listo. Pero los miro a ellos (niños) y pienso, ‘Señor, tú me los regalaste y voy a luchar por ellos mientras tenga un ojito que pueda abrir