Abrirse camino al Llano: una histórica batalla de siglos para la ingeniería
Desde 1568, cruzar la cordillera para llegar al Llano ha sido casi que una misión imposible.
Noticias RCN
10:19 p. m.
El objetivo de conectar el Llano con el resto del país ha obsesionado a miles de personas desde los tiempos de Gonzalo Jiménez de Quesada, quien se encontró con una montaña invencible.
En la Biblioteca Nacional de Colombia reposan los textos del historiador Roberto Velandia, en donde el autor repasa con detalle toda crónica de quienes intentaron encontrar el camino hacia los Llanos Orientales. La primera expedición de 1568 fue todo un fracaso. Los textos de Fray Pedro Simón señalan que:
De los 1.500 indios solo llegaron vivos cuatro, tres mujeres y un hombre; y de los 1.100 caballos, solo 18
Demasiados hombres perdieron la vida en esta travesía, pues se encontraban con abismos camuflados en la neblina. Cada que descendían una montaña, tenían que ascender una más.
Expedición tras expedición solo daban cuenta de una cosa: abrirse camino al Llano no era algo fácil.
La calidad del suelo de la vía al Llano
Poco sabían los exploradores en tiempos de la corona española y los primeros llaneros que se fueron abriendo paso hasta Bogotá del tipo de suelo que pisaban. Hoy, gracias a la geología, podemos detectar una de las principales razones por las que abrirse camino al Llano sigue siendo todo un reto en la actualidad.
Laura Carrero, de la Sociedad Colombiana de Geología, explicó en Noticias RCN que el suelo camino a los Llanos Orientales está compuesto de lodolitas, un tipo de roca caliza muy arcillosa que se fragmentan fácilmente en planos; esto quiere decir que son muy inestables.
Aquí afloran muchas rocas que son de tamaño de grano arcilla. Estos suelos con el agua se expanden y cuando deja de llover, se contraen. Esto es un reto para la ingeniería porque deben tener obras resilientes que aguanten estos cambios
Los intentos fallidos de domar un camino invencible
Y es que los retos de la ingeniería para domar el camino a los Llanos Orientales han estado llenos de fracasos. Por ejemplo, en 1928, los hermanos Olarte querían construir un tren que fuera desde Usme, hasta Chipaque, Cáqueza y Villavicencio.
El Tranvía Ferrocarril de Oriente parecía una obra vial sin precedentes, pero nunca llegó a funcionar. En 1935 la falta de dinero y las dificultades del terreno hicieron que el proyecto se desechara.
Finalmente, los rieles se levantaron, pero la construcción sigue en pie y en la actualidad sirve como resguardo de maquinaria.
El borde del río Cáqueza, el punto de inflexión de un camino indomable
Por la vía al Llano desde Bogotá, el borde del río Cáqueza es un aviso de que los conductores están cerca de la zona más compleja y crítica del camino. Desastres naturales, errores de la ingeniería, fallas mecánicas de los vehículos y los excesos de confianza han convertido este lugar en un escenario de tragedias.
En 2008 se pensó en una doble calzada como la solución a la sobrecarga de tráfico que tenía para entonces la vía antigua. La construcción de viaductos y túneles parecía la mejor opción para que estas obras se mantuvieran en pie con el pasar del tiempo.
“Se hizo una técnica muy utilizada a nivel mundial que es pasar a través de túneles y viaductos”, explica el gerente técnico de Coviandina, Jairo Charri. “Esto evito hacer mayores cantidades de corte y eso da garantía hoy, como lo podemos ver, que las obras construidas se mantengan”, sentenció.
Sin embargo, las montañas vía al Llano parecen que tuvieran vida propia y nunca se han dejado conquistar definitivamente. Según la geóloga Carrero, esta es una de las zonas del país con más precipitaciones.
“Esta es una de las zonas con más alta precipitación en el país”, dijo. “Varía entre 5.000 y 4.500 milímetros de acumulación al año entonces se ven varios deslizamientos activos. Pueden reactivarse con alguno de estos detonantes a través del tiempo”.
La tragedia de Quetame
En la noche del 17 julio de 2023 tres aguaceros torrenciales debilitaron laderas en lo más alto de la cordillera, desprendieron rocas gigantes y buscaron el Río Negro, no sin antes derribar puentes veredales, tragarse viviendas, sepultar familias enteras y acabar con segmentos claves de la carretera.
La creciente súbita generó el desprendimiento de miles de metros cúbicos de tierra y roca, los cuales taparon un puente de la vía antigua. Hoy, la naturaleza reclamó este lugar y según los expertos, ya no vale la pena recuperarlo sino pensar en una opción de geotecnia diferente.
Sin embargo, esto ha afectado al gobierno local. La vía vieja, que antes tenía una afluencia considerable de vehículos, actualmente es un desierto. Pero no solo el comercio se ha afectado, la comunidad en general también. Promesas de reconstrucción e instalaciones de puentes y vías se las han llevado el viento.
Naranjal, Quebrada Blanca y Chirajara han sufrido las tragedias más grandes de la vía al Llano
Quebrada Blanca cuenta la historia de la peor tragedia que haya ocurrido en la historia de la vía al Llano. El 28 de junio de 1974 cientos de carros que trataban de hacer un giro en el puente que ya no está para seguir por el borde de la montaña buscando la ruta que iba hacia Bogotá quedaron sepultados. Un derrumbe de más de 700.000 metros cúbicos de material cayó sobre el borde de la quebrada y tapó los vehículos, 500 personas fallecieron.
Los vecinos se fueron cuando la concesión les compró los predios por estar en la zona de la nueva calzada que se iba a construir y por el riesgo de la obra, pero el estudio dejó por fuera a Óscar Javier Cortés y su familia, quienes viven en la última casa de una vereda fantasma devorada por el monte y las rocas.
“Me siento muy abandonado por parte del Estado, hemos hecho la solicitud para la reubicación, para alguna ayuda, para que de pronto vengan y hagan una nueva valoración y se den cuenta que estas cuatro casitas debieron haber sido tenido en cuentas en la compra de las viviendas que hicieron para la doble calzada”, dice Óscar.
También está la historia de Ruperto Neimicica, quien se salvó de morir en la tragedia de Quebrada Blanca, pero conserva un dolor desde hace 50 años: la vía al Llano duró cerrada casi dos meses por ese derrumbe y durante varios días él operó un malacate desde la cima de dos montañas para llevar alimento a las fincas que quedaron aisladas.
Movió toneladas de alimento por encima del derrumbe hasta que un día la máquina lo atrapó. “El cable, me enredó los en el guante y me prensó dos dedos, no los alcancé a sacar. Mientras tanto, me dio tres botes”. Se le partieron un brazo, varias costillas y perdió una pierna”.
Su servicio en medio de la emergencia quedó en una cama de la que no puede salir sin ayuda, con un bono de 80.000 pesos por tercera edad y una silla de ruedas sin neumáticos que le donaron en Quetame.
Por eso es que cada afectado por las emergencias de la vía habla de abandono.
La tragedia de la vereda Naranjal en 2023
Una avalancha el 17 de julio del 2023 mató a 30 personas de la vereda, arrancó un puente de la carretera y casi tumba el otro. Actualmente la vía funciona con dos puentes metálicos provisionales, pero de los sobrevivientes todos se olvidaron y por tanto abandono, tres habitantes decidieron volver.
“Aquí nos dieron reasentamiento de Gestión de Riesgo, nos dieron tres meses de arriendo y hasta el momento había nombrado un señor y se perdió y nombraron otro y se perdieron los carrotanques. Estamos graves, no se sabe a nosotros para dónde nos van a llevar”, afirma Saul un sobreviviente de Naranjal.
Las heridas en la montaña recuerdan a sus habitantes, a los viajeros y a la ingeniería, que cualquier cosa que se interponga entre la montaña la quebrada y el Río Negro un día puede terminar licuado por rocas.
Sin contar el puente de la tragedia en Quebrada Blanca, se han perdido otras cinco estructuras.
Otra tragedia: el desplome de una placa del puente de Chirajara
Dicen que la Virgen del Carmen de Chirajara se acuerda todo el tiempo de sus viajeros. Es visitada frecuentemente a pesar de que la curva en donde reposa es otro de esos lugares abandonados porque cuando se buscó optimizar el paso por la quebrada se buscó evitar el roce de los vehículos con otra montaña que se mueve todo el tiempo.
Esa búsqueda terminó en otra tragedia el 8 de enero del 2018 el puente que terminaba Coviandes para superar el cañón en Chirajara colapsó y con él, la vida de nueve trabajadores habitantes de estos pueblos.
Los 86 kilómetros de la vía Bogotá Villavicencio se ven desde el aire como un hilo que se enreda por segmentos, un hilo frágil que se puede romper en 150 puntos diferentes.