Freddy Rincón, el ídolo que nunca vi…

Freddy Rincón /Foto: AFP

Sus piernas ejercían como una polea, su coraje conquistó fronteras y sus goles hoy llenan de nostalgia.


Felipe Villamizar M.

abr 14 de 2022
07:35 p. m.



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Apenas disfrutaba el arte de gatear, cuando aquel 19 de junio de 1990 – tenía seis meses y 15 días – Colombia se fundió en un solo grito; por los rostros de sus habitantes escurrían las mismas lágrimas, se dibujaban unas enormes y minimalistas sonrisas llenas de pureza, naturalidad y humildad. El estruendo de gol seguro me habrá asustado y no era para menos.

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Carlos ‘El Pibe’ Valderrama, el hombre de las ideas, el arquitecto de una época dorada, con su melena rubia, vio una línea desierta, un espacio inhabitado, mientras su corazón agitado y lleno de ilusión creyó que por allí iba a transitar ese hombre de plomo, aquel soñador que pasó de correr por las calles polvorientas de Buenaventura, Valle del Cauca, a pasar por encima de los mismísimos cimientos alemanes en el mítico estadio San Siro, de Milán, para quedar mano a mano con Bodo Illgner y, viendo entre las piernas del arquero alemán el mismo espacio que hay entre las bases de la Torre Eiffel, definió con la frialdad de un campeón del mundo para hacer delirar a un país que vivía una época de dolor, guerra y tragedia.

Él era Freddy Rincón, un superhéroe sin poderes, pero que en su corazón de hierro encontró su mayor fortaleza.

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Nunca vi a Freddy Rincón

A mi papá y compañeros de trabajo, que me llevan entre 20 y 30 años, siempre les pregunté por Freddy Rincón. Muchos coinciden en que puede ser uno de los futbolistas más importantes de Colombia, que fue ese hombre encargado de cumplir el anhelo de muchos compatriotas de empacar una pequeña maleta y cargar su corazón lleno de sueños para ir a triunfar a Europa. Aseguran que él nos fue abriendo camino en un deporte en el que países como este, de dos millones solo uno puede cumplir con esta ilusión.

De su juego lo comparaban con un ferrocarril totalmente reforzado en acero. Un futbolista que parecía de plomo al chocar con sus rivales: muchos de ellos rebotaban. También que su forma de hacer esas transiciones de defensa ataque eran únicas, porque sus fuerzas ejercían como una polea y parecían de hierro, era capaz de tomar carrera y se veía como si fuera impulsado por un cohete hipersónico. Un adelantado o revolucionario en Colombia, porque aquí este tipo de futbolista aún no había nacido.

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Hoy, cuando el recuerdo de Rincón se hace más agudo por una pérdida inexplicable en medio de un trágico accidente de tránsito, las imágenes se hacen más crudas y melancólicas. Nunca lo vi jugar, pero hubiese querido estar aquel 19 de junio de 1990 con mayor uso de razón para desgarrarme la garganta y gritar su gol, ondear esa bandera amarilla, azul y rojo que tan a media asta estaba en medio de un conflicto armado que tanta tristeza le ha dejado a una nación que por unos segundos supo lo que era la felicidad, conoció lo que era el patriotismo y reconoció al otro como un hermano. Eso fue lo que consiguió el eterno Freddy.

Felipe Villamizar M.

Periodista senior NoticiasRCN.com

En Twitter: @FelipeVilla4

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