La jugada de la que se burló el entorno del fútbol y evitó una tragedia
Un dictador, una selección que jugaba su primer Mundial y un futbolista al que no le importó ridiculizarse.
Noticias RCN
08:00 p. m.
En el Mundial de Alemania 1974, Zaire se convirtió en la primera selección de la África subsahariana —conocida como la “África negra” o referente a naciones que se encuentran al sur del Sahara y no limitan con el mar Mediterráneo— en estar en la máxima cita del más popular de los deportes.
A territorio teutón, el combinado africano llegó con huesos humanos, cebollas, diversidad de plantas y personas de distintas partes de ese país que se dedicaban a la hechicería.
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Y el 14 de junio de 1974, Zaire debutó en una Copa del Mundo con una derrota por 2-0 frente a Escocia, que anotó por intermedio de Peter Lorimer y Joe Jordan. Por haber jugado un partido de un Mundial, a los futbolistas africanos, en cabeza del dictador Mobutu Sese Seko, les habían prometido dinero. Sin embargo, nunca les pagaron.
Amenazados de muerte por un dictador
Los jugadores de Zaire se enojaron ante el incumplimiento. Y contra la diluida Yugoslavia perdieron 9-0, el 18 de junio de 1974, en Gelsenkirchen. En el Mundial en el que La Naranja Mecánica de Países Bajos revolucionó el fútbol, a Zaire le quedaba un compromiso de fase de grupos. Y era de vida o muerte. Y no de manera metafórica, como se suele utilizar esa expresión en el entorno del fútbol. Y era contra la poderosa Brasil, colmada de cracks.
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Como era de esperarse, Brasil iba ganando 3-0 cuando faltaban menos de diez minutos para cumplirse el tiempo reglamentario y los zaireños entraron en pánico. Protagonizaron una de las acciones más curiosas de la historia de los mundiales. En un tiro libre a favor de los suramericanos, Muepu Ilunga fue el que pateó la pelota tras el pitazo del árbitro. Inesperadamente y ante el asombro de todos, saltó de la barrera e impactó el balón. Lo amonestaron y el planeta del balompié se burló de él. Después se supo porque hizo eso.
El dictador Mobutu Sese Seko detalló que tenía amenazados a los jugadores de Zaire: “La consigna era: si perdíamos por más de tres goles el último partido, ninguno iba a regresar a casa”. Ilunga, a quien ya lo agobiaba el cansancio cuando Zaire iba perdiendo por tres goles, lo ratificó y explicó: “¿Creen que me habría hecho pasar por un perfecto idiota de forma deliberada? Estábamos jugando por nuestras vidas”.
Cuando los futbolistas de la selección de Zaire retornaron a su territorio, el gobierno los abandonó.