Nairo volvió a alcanzar los pedales

Nairo Quintana (der.) hizo sufrir a Chris Froome en el Tour de Francia 2013, en el que ganó una etapa el 20 de julio. / Foto: AFP

No quiere dejar de correr. Añora el ritmo cardíaco que sentía cuando montaba en Arcabuco. Anhela su bicicleta empinada sobre la carretera.


Sebastián Arenas

ene 25 de 2023
04:03 p. m.



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Nairo es tímido, pero no se deja. En una competencia en Venezuela, cuando tenía 17 años, lo tiraron al pavimento porque sabían que les iba a ganar. Las gotas rojas llovieron por sus pantorrillas. Se montó de nuevo en su objeto favorito y ascendió como si pedalear para arriba fuera tan fácil como ordeñar vacas después de que sus padres le enseñaron. Pasó al grupo que lo había mandado al suelo, les gritó múltiples groserías, mientras los veía sufrir porque no lo podían alcanzar, y ganó.

Los pedales de esa bicicleta terminaron desgastados. Y él recordó que siete años antes, aunque nunca había manejado un carro, pudo alcanzar los del Renault 4 en el que su familia vendía frutas, porque su hermana Leidy estaba muy cansada y quiso llevarla a dormir. Logró transportarla sana y salva a la vereda La Concepción, 16 kilómetros arriba, controlando, con su inexpertica, la dura caja de cambios cuya palanca salía de la zona del tablero. Luis Quintana y Eloísa Rojas no lo podían creer. Los regañaron por “irresponsables”. No hubo correazos.

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Otro día que Nairo alcanzó los pedales fue cuando el rector de la Iinstitución Educativa Técnica Alejandro de Humboldt, en Arcabuco, se enteró de las groserías que el adolescente prodigioso les dijo a sus contrincantes en Venezuela y lo paró frente a todos los compañeros de estudio para que contara lo sucedido. Su pena, su timidez característica, le impidieron sacar palabras de sus adentros. Deseó que se acabara rápido la jornada escolar, se subió a su bicicleta y rompió su récord de tiempo en el ascenso a casa.

Desde su hogar, Nairo lanzaba colina abajo a su hermano Dayer en la bicicleta que había comprado ahorrando lo de las onces. Así le enseñó a montar al que años después se convertiría en uno de sus gregarios. En esa vida feliz en Boyacá, ambos lograron tener su sagrado medio de transporte de dos ruedas. Y cuando era muy de noche y el cansancio no permitía seguir con las travesías por carreteras destapadas, los conductores de los buses, que ya conocían a los talentosos Quintana, los recogían.

Con el cuerpo descansado, Nairo Alexander madrugaba a darles de comer a los animales de la casa Quintana Rojas. Luego ponía piedras en su morral, para retarse a sí mismo, e intentaba llegar al colegio en menos tiempo que el día anterior. El peso en su espalda no impedía que alcanzara los pedales y que los moviera como pocos lo han hecho en la historia del ciclismo colombiano.

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Después de aprender de factorización, del verbo to be y de la fotosíntesis, salía del colegio y se iba a ayudarle a sus padres en la venta de frutas, y a conseguir algunos pesos en un taller de bicicletas. Luego, lo que le colmaba su alma era pedalear mientras veía las montañas verdes e imaginaba que eran las blancas que observaba en las transmisiones de televisión de las carreras europeas. Esas donde posteriormente se convertiría en leyenda.

Allí, en medio de escasas banderas tricolor, derrotó a Froome el 20 de julio de 2013. Con apenas 23 años, en la edición 100 del Tour de Francia, el joven moreno se deslizo en ascenso en el asfalto, haciendo honor a la ya conocida leyenda de los escarabajos. A los que entrenan con bicicletas precarias, con la naturalidad de tomarse una aguapanela con los compañeros de excursión, y terminan siendo contratados por los equipos europeos que pagan millones por el talento escalador de la ruralidad colombiana.

Nairo es tímido, pero no se deja. En medio de la crisis vigente por su descalificación del Tour de Francia y el veto en algunas escuadras europeas por el tema del tramadol, volvió a alcanzar los pedales de la motivación y la no rendición. Como cuando se ha enfermado en un par de ediciones de la ronda gala, sabe que su actual problema de salud no es grave para los distintos, para los de condiciones excepcionales. Ahora buscará alcanzar los pedales de la competencia —pues no está suspendido para correr— y ascender, ya sin piedras en su espalda.

Por:@SebasArenas10

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