Así son los inhumanos métodos que utilizan las afganas para interrumpir sus embarazos en secreto y evitar ir a prisión
Llegan al punto de acudir a violencia física extrema mientras hospitales y médicos temen ser arrestados.
Noticias RCN
07:57 a. m.
Desde que los talibanes retomaron el control de Afganistán en 2021, cualquier interrupción voluntaria del embarazo se convirtió en un acto perseguido.
La ley lo prohíbe salvo cuando hay riesgo grave para la vida de la gestante, una excepción que en la práctica casi nunca se aplica. Hospitales, médicos, enfermeras y parteras trabajan bajo vigilancia, inspecciones frecuentes y amenazas.
En ese escenario, la clandestinidad dejó de ser una opción marginal y se volvió el único camino para quienes enfrentan presiones familiares, violencia doméstica, embarazos no deseados o la posibilidad de ser expulsadas del hogar.
Hospitales niegan ayuda a mujeres que quieren abortar por miedo
Este es el caso de Bahara, quien estaba embarazada de cuatro meses cuando llegó a un hospital de Kabul suplicando un aborto. La respuesta que recibió fue un portazo legal:
No podemos hacerlo. Si alguien se entera, acabaremos todos en la cárcel.
La mujer estaba desesperada. Su esposo, desempleado, la había presionado para que encontrara “una solución” porque no quería una quinta hija.
Al no tener apoyo médico, siguió la indicación de una vecina: compró por dos dólares una infusión preparada con un tipo de malva destinada a provocar contracciones.
El efecto fue inmediato y brutal. Sufrió una hemorragia tan severa que tuvo que regresar al hospital. Fingió una caída, pero el personal notó que no tenía marcas. “Sabían que estaba mintiendo. Se enojaron, pero no me denunciaron”, relató.
En cirugía le retiraron los restos del feto. Desde entonces arrastra debilidad física constante.
Estos son los inhumanos métodos que llegan a utilizar para poder abortar
El caso de Bahara no es excepcional. Durante varios meses, AFP conversó con una docena de mujeres. Solo cinco aceptaron ser entrevistadas bajo anonimato, todas escondiendo su identidad por miedo a ser encarceladas o señaladas públicamente.
Entre ellas están Nesa y Mariam. Las dos arriesgaron su vida.
Nesa, madre de ocho niñas y un niño, estaba de cuatro meses cuando supo que esperaba otra niña. “Sabía que si mi esposo se enteraba, me echaría de casa. Él cree que nos va mejor con los niños”, relató.
Desesperada, acudió a una clínica donde le pidieron 10.000 afganis, suma que no podía pagar. Fue a una farmacia donde, sin receta, le vendieron un medicamento contra la malaria asegurando que la ayudaría.
Los fármacos disponibles, cloroquina y primaquina, son tóxicos para el embarazo, según autoridades sanitarias internacionales.
Nesa comenzó a sangrar, perdió el conocimiento y terminó en un hospital. Allí suplicó que no la denunciaran mientras los médicos extraían los restos del feto.
Se someten a golpes con piedra en el abdomen para interrumpir el embarazo
Por otro lado, Mariam, de 22 años, quedó embarazada tras una relación extramarital. En Afganistán, ese tipo de situaciones puede desencadenar asesinatos por “honor”.
Cuando intentó buscar ayuda, una partera pidió una suma inalcanzable. Su madre tomó entonces una decisión extrema:
Me llevó a casa y me aplastó el vientre con una piedra muy pesada.
Los gritos, el sangrado y el dolor la obligaron a ir al hospital. Allí le informaron que el embrión había desaparecido. Hoy vive con depresión y dolores permanentes en el abdomen.
¿Por qué los médicos y los hospitales no hacen nada?
Funcionarios talibanes afirman que “pocas mujeres” atraviesan estas situaciones. Pero trabajadores del sector sanitario describen una realidad opuesta:
- Los controles aumentaron.
- Las autoridades revisan si hay interrupciones voluntarias.
- Los médicos temen realizar cualquier procedimiento que pueda ser interpretado como aborto.
Esa presión provoca un efecto directo: las mujeres llegan con supuestos “abortos espontáneos” que, por sus lesiones y su estado emocional, muestran señales claras de intentos clandestinos previos.
Organizaciones médicas internacionales confirmaron a AFP que esta tendencia se disparó desde 2021. Paralelamente, el acceso a anticonceptivos se redujo drásticamente: menos de la mitad de las mujeres puede conseguir métodos modernos.
Y ahora, en un país con una de las tasas de mortalidad materna más altas del planeta, el panorama empeora: desde el año pasado, las mujeres tienen prohibido formarse como parteras o enfermeras en facultades de medicina, lo que limita aún más la atención.