De Incoherencias descaradas y otras cositas
Uno no puede ir por la vida creyéndose un líder mundial, un intelectual, un poeta, un historiador, un economista, o el papá de algo, cuando no le para bolas ni a las cosas que escribe.
Cuando no relee las torpezas llenas de horrores ortográficos que demuestran, más que ignorancia, un profundo “valehuevismo” por sus propios interlocutores que quedan a expensas de interpretar entre líneas los delirios simples de una ideología enredada que vuelve trizas todo lo que profesa.
El pastor que no es pastor, feministas que maltratan a la mujer, ex alcaldes dando catedra de manejo de recursos mientras salen empapelados con más de 600 hallazgos por presunta corrupción y robo. Satanizan las fiestas de otros y las niegan pero se la pasan en esas ¡y con qué niveles! Un nuevo ministro de la igualdad atornillado hasta lo más profundo de su patrocinio editorial por las drogas, en un país que ha dejado más muertos por este flagelo, que por la misma crisis implosionada arbitrariamente en la salud.
Hablan de transparencia teniendo a personajes tremendamente cuestionados e investigados por corrupción y nepotismo. Hay averiguaciones de maltrato, denuncias públicas de sus funcionarios más cercanos sobre comportamientos que francamente no importarían si de ellos no dependiera la cartera de 50 millones de personas que hoy están divididas entre las peleas heredadas por estrategia electoral.
Periodistas que con nombre propio denuncian estigmatización directa del presidente y sus bodegas, empresarios perseguidos más que los mismos delincuentes, una fuerza pública desfinanciada, al igual que el deporte, la innovación y la creatividad. Todo a la fuerza y con enredos editoriales que pintan de bueno algo que huele feo. Plata, plata y más plata, con el sombrero revolucionario exigiéndole al país que les dé más para seguirla administrando en algo que todavía no se entiende.
Nadie que esté insatisfecho es tenido en cuenta. Encendieron el país porque el antecesor no los escuchaba y ahora que están en el poder sólo se oyen entre ellos y únicamente cuando les funciona su ideología. Si alguien se atreve a cuestionarlos o evidenciarlos lo tiran en el rincón de los “nadies”, así como lo hicieron con alguien que usaron como amuleto estratégico y hoy cuenta los días para liberarse del secuestro doctrinal en el que se metió inocentemente.
Cada vez hay más arrepentidos. El problema es que se lavan las manos como si nadie se los hubiera anticipado. Hoy, más que el país, hay una campaña caldeada por los gritos en palacio, por las doctrinas impuestas y por los recursos de todos, utilizados en campañas no de promoción de logros sino de ataques personales a los que se quejan.
El país tiene la enorme responsabilidad, esta vez, de no dejarse meter en estrategias y volteretas de paradigmas y valores invertidos. Está bien que cada 4 años nos tiramos la misma cantaleta, pero qué bueno que esta vez, los votantes se valoraran más y no se dejaran meter en problemas heredados de tipos que cuando salgan de acá se irán con sus bolsas llenas de billetes a ordenar sus antojos en el room service del amor que han vuelto miseria.