Nada más injusto que nuestra propia “justicia”

Hay que descongestionar con urgencia los conflictos menores y las pendejadas a ver si finalmente nuestra justicia logra operar en el momento en el que tantos delincuentes hacen sus delicias.

Es inaudito que casos del robo de una gallina, los intereses de un préstamo, la suegra metida, una suplantación, un crédito, un mal cobro de una factura, o tantas cosas de facto, tengan que estar represadas en tantos juzgados, ocupando espacio y tiempo de la justicia misma.

La interpretación, el que tenga el abogado más prestigioso, si era lunes, si el que se robó el caldo de gallina tenía hambre o si el tendero había coqueteado con su mujer, no pueden demorar más de lo necesario algo que se debería resolver simplemente con lo que dice la ley, cuál es el delito puntual, cuál es la sentencia y ¡Listo!

Ahí, mientras analizamos tanto y nos embolatamos, es que nos gobierna alguien que despluma sus propias pelotas antiestrés para acabar con el COVID en el mundo, siembra terrorismo editorial y divide a nuestra sociedad hambrienta por el morbo.

¿Cómo es posible que en Colombia un exalcalde de una ciudad, al cual se le han evidenciado más de 600 hallazgos irregulares y presuntamente delictivos en su gestión, se le impute sólo por un terreno o por participación indebida en política? Existiendo temas tan delicados, graves y potencialmente delictivos, nuestra justicia no debería prestarse para maquillar el ego mezquino de personajes que siguen tan campantes ocupando espacios democráticos para los cuales no debería tener cabida ningún cuestionado.

Ni de derecha, ni de centro, ni de izquierda, nuestra justicia no debería ser politizada bajo ningún criterio. Tanto el delincuente que contrata un puente más barato y que se cae, quitándole la vida a colombianos, pasando por el que hace alianzas con delincuentes y corruptos para contratar carrotanques inservibles, almuerzos vencidos para niños con hambre, hasta el que ganándose 18 millones mensuales se gastaba 200 en cash y hoy anda tan campante por las estrellas de la galaxia, deberían pagar con rigor y temerle, ellos sí, a una justicia pronta y seria que protege sin distinción los intereses decentes de los colombianos.

No podemos ir más por la vida viendo cómo personajes cuestionados, delincuentes que agitan y dividen al país; corruptos, violadores de niños, y hasta asesinos, le hacen una gambeta a una justicia ocupada con columnas de expedientes que se podrían resolver con la implementación directa de la ley.

En Colombia nos acostumbramos al “hay que ver”, “Dios proveerá”, o “venga mañana a ver qué le dicen”, mientras los hábiles delincuentes siguen durmiendo campantes en el colchón complaciente de las injusticias de nuestra propia justicia, que en la ceguera que debería tener frente a los delitos selectivos, se convirtió en una herramienta vengativa que controvierte los argumentos y las leyes, para desvirtuarse entre los eufemismos de los irresponsables.