¿Son gobiernos o agencias de empleo?
"El país no aguanta más esta salvajada indolente de masajes, viajes, sobrecostos y omisiones necesarias, mientras siguen hablando de inequidad y falsas alarmas"
Ya no es raro ver diariamente al amigo del amigo, silenciado frente a los excesos, ocupando un puesto para el que no está preparado, gastando con taxímetro encendido en caprichos envidiosos que antes criticaban, monetizando con eufemismos lo que ayer los desvelaba.
La pulcritud para ejecutar recursos, el rigor técnico para brillar y hacer lo mejor posible desde cada cartera, el fin supremo y común de velar para que todos tengamos bienestar, y la razón, sobre todo la razón, se ha visto empañada desde siempre en Colombia por la despiada corrupción de la mayoría de los gobernantes que llegan al poder no a ayudar, sino a establecer agendas propias para enriquecerse, enriquecer a sus amigos, y gritar a mitad de su gobierno que los proyectos no son para buscar resultados en los 4 años para los que fueron elegidos.
Ya lo hemos visto en la mayoría de nuestras a veces vergonzantes idiosincrasias latinoamericanas: Gobiernos que llegan criticando todo, con promesas urgentes de cambio, y que en su primer año hablan de lo fregado que está el país y su razón de ser, por y para los pobres. Ya en el segundo año empiezan a hablar que “no son un gobierno sino un proyecto al que hay que apostarle en las siguientes elecciones”; luego viene una simple actualización a la Constitución, y nuevamente, antes de elecciones gritan en cada esquina “es que nos obligaron”.
Cantado, ese es el guion eterno y de ahí no se salen, pero mientras eso pasa, cambian las funciones de las entidades para nombrar a sus amigos; incurren en gastos innecesarios para la vanidad de gente que ni representa al país; asesorías millonarias a personas que ni firman los reportes para cobrar sus contratos; licitaciones amarradas o tercerizadas con fines reprochables; recortes presupuestales amparados en ahorros que se contradicen con la opulencia en gastos extravagantes; defensores digitales disfrazados de orgánicos pagos y blindados con objetos contractuales rimbombantes; y una sordera permanente y preocupante sin capacidad de enderezar el rumbo sino de reforzarlo inclementemente bajo la inteligencia ancestral de un “de malas”.
Cada que se habla de las siguientes elecciones se cae en el romanticismo medio apendejado de hablar de pulcritud y decencia en la política. Un deber ser que por lo contaminados que estamos pareciera no gustarnos o generarnos de plano un tremendo rechazo. Ojalá y a pesar de lo obvio y romántico, en las próximas elecciones surja un líder que represente esa honestidad; que ojalá no haya estado en la política; que tenga visión de país para integrar, sin división de clases, cada una de sus prioridades; que cada postura tenga una motivación integral y no de un partido; que nombre a gente competente y técnica en cada cargo, incluso, que eleve los requisitos en cada entidad para que estén los más preparados; que escuche y se deje guiar.
Ya estuvo bueno de tener que ver desde la barrera y sin poder hacer nada, cómo se gastan en huevonadas cada uno de los recursos a los que nos obligan sin contemplación alguna. El país no aguanta más esta salvajada indolente de masajes, viajes, sobrecostos y omisiones necesarias, mientras siguen hablando de inequidad y falsas alarmas.
@donandreshoyos en X e Instagram
Comunicador social y periodista, Asesor de comunicaciones estratégicas, CEO MM&C y Columnista