Un plan de gobierno que no promueva la delincuencia

Estamos mal, con los valores volteados, haciendo pinos para que nuestros hijos estudien, trabajen y sean honestos, mientras se premia la trampa, el hampa y los excesos.


Andrés Hoyos
jul 25 de 2024 08:52 a. m.
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La sorpresa ya no da para más; perseguidos por la justicia protegidos con nuestros recursos, embajadores cuestionados por presunto maltrato, bolsas de billetes, corrupción en todos los niveles, inoperancia, revanchismo en cada actuación, satanización de los medios, irrespeto, descuido de políticas infantiles, improvisación, en fin… una hecatombe anunciada y a la que muchos hoy, aún le hacen el juego de promoción amparados en un cambio que terminó pareciendo más un duelo sin sentido entre barristas alicorados.

No se entiende cómo aún hoy nos enredamos la cabeza escogiendo tan mal unos proyectos políticos que a leguas se ve, nunca han querido algo diferente a perpetuarse por las buenas o por las malas como el dictador vecino, con el único sentido de ganar sus pulsos personales para celebrar con agendas privadas.

Sonará romántico y medio pendejo, pero qué difícil tiene establecer un plan en donde TODO se vuelque hacía el progreso; exista transparencia institucional con vigilancia permanente; se oficialice la cadena perpetua para corruptos y violadores, ¡ojalá en el mismo pabellón!; se dicte cárcel proporcional y sin contemplaciones dependiendo el delito; se promueva y se cuide la educación y el empleo; exista orden; y se promueva por encima de todo el cuidado extremo para los niños.

No debería ser tan difícil que cada gobernante pretenda pasar a la historia por ejecutar bien un gobierno para la gente en todos los estratos, que su visión le apunte a construir y no a vengarse y a estar pendiente con su guayabera de los desaciertos del pasado. ¿Qué se cambia con eso?, ¿Alguien puede decir con contundencia que hoy amanecimos mejor que ayer?

Los gobiernos no se escogen para que estén registrando los errores de las administraciones pasadas. No es la indolencia la que habla cuando se critican las banderas de Palestina izadas en las lágrimas de los hijos que pierden a sus papás en el Cauca; no es el revanchismo el que se exalta cuando se critican unas bicicletas para La Guajira mientras sus niños mueren de desnutrición; no es la envidia la que dicta una crítica a la comitiva presidencial en Paris mientras acá los deportistas hacen rifas y venden jugos para poder representarnos.

Estamos mal, con los valores volteados, haciendo pinos para que nuestros hijos estudien, trabajen y sean honestos, mientras se premia la trampa, el hampa y los excesos. No puede ser tan difícil que una Nación deje pasar estas cosas como si nada y la única respuesta sea la impotencia de ver que pasa todo y no hay repercusiones ni dolientes. Cada día es un exceso adicional, ya no son vicios, ahora son delitos por encima de la mesa y no hay control alguno para que la sociedad salga por fin a flote frente a estos atropellos.

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