Boteros a diestra y siniestra
Tal fue el acierto de Botero, que su muerte estuvo poéticamente acompañada de nuestra tendencia a inventar la grandeza donde no la hay.
Como la mayoría de colombianos, nunca he sido (ni seré) un conocedor de arte. Paso por los museos sin pena ni gloria, exceptuando la tienda de regalos, y la realidad es que no podría reconocer la diferencia entre una gran pintura y el mamarracho de un estudiante preadolescente.
Sin embargo, al igual que cualquier otro colombiano, reconozco sin mayor esfuerzo las esculturas regordetas que uno se encuentra caminando por ahí. Siempre supe que lo que tenía en frente era “un Botero”. Hay algo mágico e inconfundible en esas pinturas, algo que se sentía particularmente colombiano.
Desde la ignorancia autoimpuesta, esta es mi teoría: Botero logró retratar la característica tan colombiana de ver todo fuera de proporción. Somos un país exagerado. Nos gusta ser el país más feliz, el más corrupto, el que inventó la arepa o la vacuna contra la malaria. Hemos llevado lo que pudo ser un sano deseo por alcanzar la excelencia a su versión más tóxica: nos ofende sentir que no somos, para bien o para mal, lo más grande.
Las medias tintas, la prudencia, el consenso y demás actitudes que no llamen a la grandeza nos son sospechosas. Sí, nos gusta juzgar desde nuestro pedestal moral y calificar como facho/mamerto, guerrillero/paraco a lo que huela diferente. Pero también nos fascina agregarle un “de closet” justo después, solo por ponerle una pizca de homofobia mientras nos sentimos intelectuales. La mesura nos huele a falta de carácter.
Tal fue el acierto de Botero, que su muerte estuvo poéticamente acompañada de nuestra tendencia a inventar la grandeza donde no la hay. Al tiempo que despedíamos a quien fuese el mayor exponente de la pintura y escultura colombiana, desde una oscura cloaca salía nuestro presidente a proponer la beatificación de Fidel y la emulación de su proyecto autoritario. Del otro lado, sus opositores resaltaban el desastre que dejó Allende en Chile el día que conmemoraban el golpe de Estado que lo asesinó, muchos haciéndole un guiño solapado a Pinochet por sus “resultados”.
No hay nada más colombiano que esa locura colectiva de exagerar y por eso solo podemos ver ángeles o demonios. Reducimos a las personas y sus ideologías, a sus bondades o defectos. “Si va a hacer algo malo, hágalo bien” decían en una novela retratando las enseñanzas de la mamá de Pablo Escobar.
Quién sabe si algún día hacemos dieta o encontramos alguna cosa que nos corrija semejante astigmatismo tan severo. En el entretanto, se nos va uno que de verdad era desproporcionalmente grande y que, creo yo, nunca aspiro a serlo.
@DanielPenarandO