Más allá de la narrativa de 'tragedias familiares' | Por: Fernando Posada
Investigar y contarle a la ciudadanía sobre los vínculos entre familiares de políticos y la ilegalidad, es un servicio de interés público.
Por: Fernando Posada*
@fernandoposada_ en Twitter
Es claro que el delito de sangre no existe en Colombia. Y el inmenso escándalo con motivo de la condena al hermano de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez en Estados Unidos en los años 90, en ningún momento se trata de cobrarle injustamente las acciones de otros.
La discusión abarca dos capítulos fundamentales: la necesidad de transparencia por parte de los funcionarios públicos y también volver a abrir el capítulo enorme de la doble moral en la política antidrogas.
En primer lugar porque investigar y contarle a la ciudadanía sobre los vínculos entre familiares de políticos y la ilegalidad, es un servicio de interés público. Y en ese sentido, las palabras del presidente Iván Duque que tildó la investigación periodística que reveló este escándalo como ataques, en ningún momento verdaderamente son ataques.
Cuestionar a un funcionario público no es atacarlo. Preguntar sobre su vida pública tampoco es atacarlo. Investigar lo que no ha sido contado y que es de interés público no es un ataque. Son derechos democráticos, esenciales y es una responsabilidad periodística investigar y revelarlo. Es fundamental que quienes decidan hacer parte de la vida pública, sepan aceptar el escrutinio y jamás confundirlo con ataques. También es fundamental que los críticos sepan que esto no se trata de cobrarle a un líder político las acciones y los errores de terceros.
Pero es momento de bajarse de esa doble moral que tanto daño le ha hecho al país. Por un lado, miles de campesinos cultivadores de coca han sido enfrentados por el actual gobierno como si fueran los peores criminales. Pero en cambio, este escándalo también nos recuerda tantos otros casos cuando los líos son con parientes de políticos, y son entendidos desde una mirada distinta. Como 'tragedias familiares'.
Esta es precisamente la contradicción mayúscula e inaceptable. Cuando el narcotráfico toca a una familia poderosa es entendido el caso, desde amplios sectores políticos, como una tragedia familiar. Pero al mismo tiempo además, desconcierta profundamente que algunos de esos mismos líderes políticos sigan insistiendo en el muy fallido camino de la guerra contra las drogas, que pronto va a cumplir 50 años en medio de monumentales errores.
Quienes insisten en definir estos escándalos como tragedias familiares, también deberían ser los primeros en entender que la absurda guerra antidrogas ha dejado millones de tragedias humanas. Y así mismo reconocer, que ese enfoque ha sido una falla absoluta que la historia ya ha dejado bastante clara.
Reitero entonces: esto no se trata de responsabilizar a líderes políticos por las acciones de terceros. Sí se trata, en cambio, de exigirles transparencia y claridad con la ciudadanía con temas que bien representan un interés público.
*Politólogo