La Asamblea General de las Naciones Unidas está muerta
"El declive percibido de la Asamblea General es innegable. (...) carece de la influencia y herramientas necesarias para ser un foro decisivo".
Aunque la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA por sus siglas en inglés) ya venía débil, 2023 puede ser el año que ha tenido menos relevancia con la ausencia de cuatro de los cinco miembros del Consejo de Seguridad, el órgano más importante de las Naciones Unidas. Francia, enfrentando desafíos en el Sahel donde países como Níger, Burkina Faso y Mali han desafiado a las potencias que respaldaba, vio la ausencia de Emmanuel Macron. Rusia, en medio de tensiones en Ucrania, no contó con la presencia de Vladimir Putin. China, a pesar de su expansión económica, no tuvo a Xi Jinping en el evento. Otros actores relevantes como Rishi Sunak, primer ministro de Reino Unido, tampoco han priorizado el evento.
En septiembre, durante una semana, líderes de 193 Estados miembros de las Naciones Unidas convergen en un mismo lugar para compartir sus perspectivas y, aunque con limitado éxito, buscar espacios de diálogo y cooperación. A este encuentro se le denomina Asamblea General. Anualmente, cada líder tiene quince minutos en el estrado, y estos momentos, año tras año, evidencian la menguante relevancia de la Asamblea y el declive de las instituciones del orden internacional liberal.
Aunque la intervención del Presidente Gustavo Petro ha generado debates y controversias es esencial reconocer que, en el panorama internacional, este evento podría no ser tan relevante como se nos ha hecho creer. La realidad es que ni la edición de los aplausos, ni las frases utópicas serán recordadas más allá de la escena local. Lo anterior responde no simplemente a una irrelevancia de Petro como presidente sino a que la Asamblea General, más allá de los titulares, como foro multilateral, está casi sin signos vitales.
Bajo una perspectiva crítica del liberalismo esta pérdida responde a varios factores: la irrelevancia para la cooperación multilateral, el aparente fin de un mundo unipolar donde Estados Unidos manejaba la balanza y el creciente número de grupos, asociaciones y foros políticos diseñados por fuera de los marcos hegemónicos donde las decisiones son vinculantes, generan repercusiones políticas y económicas y no son solo statements dichos a un micrófono en una sala principalmente llena de intérpretes.
Aunque la Asamblea General no se limita a discursos, siendo también un espacio para reuniones bilaterales y multilaterales, la realidad es que rara vez emergen acuerdos significativos de esta semana. Al final, el foro termina siendo el momento de “hacerse ver”, especialmente porque pocos discursos terminan siendo dirigidos a un público internacional haciendo campañas para unas futuras elecciones, aprovechando para rechazar el sistema neoliberal mientras se está en Estados Unidos o diciendo pocas ideas concretas y recitando frases que sean dignas de terminar en un titular, como el caso de Petro y “expandir el virus de la vida por las estrellas del universo”.
El declive percibido de la Asamblea General es innegable. A pesar de ser el evento favorito de los titulares y los feed de instagram de los líderes mundiales, carece de la influencia y herramientas necesarias para ser un foro decisivo en el escenario global. La realidad es que no importa la cantidad de frases rimbombantes e incluso un poco divertidas dichas por los líderes, al final el salón sigue vacío y las decisiones importantes siguen sin tomarse.
Politóloga y administradora de empresas. Maestrante en Estudios Internacionales.
@gabrielafoam