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La Amazonía habló, pero la COP30 no escuchó

La COP30 nació con una promesa poderosa: por primera vez, el mundo se reunía en plena Amazonía para tomar decisiones que definieran su futuro y el nuestro.


Greenpeace Colombia
dic 11 de 2025 07:42 p. m.
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Pero lo que pudo ser un punto de inflexión terminó recordándonos, una vez más, que los gobiernos avanzan más lento que la crisis que intentan enfrentar.

Desde Greenpeace Colombia llegamos a Belém con una demanda clara, respaldada por más de 20.000 personas que firmaron la petición Respeta la Amazonía. En las calles y en los espacios de negociación escuchamos un mensaje que se repetía con fuerza: proteger los bosques y dejar atrás los combustibles fósiles ya no es una opción, es una necesidad urgente para mantener un planeta habitable.

A pesar de eso, la cumbre cerró sin un plan para frenar la deforestación hacia 2030, ni con un compromiso real para iniciar la transición progresiva fuera del petróleo, el carbón y el gas a 2050. En plena Amazonía, se perdió la oportunidad de protegerla y de implementar lo ya acordado en cumbres anteriores. La COP del “Mutirão”, que buscaba simbolizar la cooperación y el esfuerzo colectivo, se quedó corta.

El resultado final quedó en declaraciones voluntarias, sin hoja de ruta clara. Lo preocupante es que una cumbre diseñada para reducir emisiones evitó mencionar sus principales fuentes. Aún así, un gran número de países latinoamericanos, incluído Colombia, alertaron que los textos nos mostraban avances reales y lo manifestaron a través de cartas y en la plenaria de cierre. La región pidió más transparencia en el proceso y decisiones basadas en la ciencia.

Una desconexión evidente

Mientras adentro de las salas las negociaciones retrocedían, afuera más de 50.000 personas marchaban pidiendo exactamente lo contrario. Los pueblos indígenas, comunidades locales, mujeres, jóvenes, activistas, científicos y personas de todo el mundo exigían justicia climática y social. Sus voces fueron más fuertes en las calles que en los espacios de decisión donde debían ser protagonistas. En contraste, la presencia de los lobistas de la industria fósil fue más visible que nunca.

En un año que ha sido el más cálido registrado, con nevados derritiéndose, incendios devastadores, pérdidas de biodiversidad y más enfermedades relacionadas con el calor y la contaminación del aire, el agua y la tierra, sorprende que quienes toman las decisiones actúen como si la urgencia fuera menor.

No podemos permitir que esto se normalice

La crisis climática para algunas personas es su día a día y para otras puede parecer lejana, rodeada de tecnicismos y acuerdos complicados. Pero sus consecuencias ya se sienten: cada año perdido son hectáreas de bosques arrasados, comunidades desplazadas, territorios inundados o incendiados.

Desde Greenpeace creemos que lo que ocurrió en Belém no puede leerse como un cierre, sino como una alerta. Porque aunque la COP30 no logró lo esencial, también mostró señales positivas importantes:

  • Más de 80 países querían la transición fuera de los fósiles y avanzar hacia energías renovables.
  • Cerca de 90 respaldaban un plan global contra la deforestación.
  • Las movilizaciones y la participación ciudadana nuevamente estuvieron en el centro de una cumbre climática.

La mayoría sabe lo que está en juego. Falta que quienes bloquean, minimizan o dilatan también actúen en consecuencia. Las negociaciones continuarán en 2026, y esta COP dejó claro que la presión ciudadana sí hace la diferencia:

  • Se sintió en las calles.
  • Se sintió en los territorios.
  • Se sintió en la voz firme de los países que dijeron: así no.

Desde Greenpeace Colombia creemos que este es el momento de redoblar esfuerzos: fortalecer el multilateralismo, ampliar la participación de pueblos indígenas y comunidades locales, y mantener fuera de las negociaciones a los lobistas de combustibles fósiles. Porque no se trata solo de una COP, se trata de si tendremos o no una Amazonía viva, de si podremos mantener el límite de 1.5°C, de si estamos dispuestos a dejar un planeta sano o un diagnóstico trágico para las futuras generaciones.

Mientras nos preparamos para lo que viene discutir, será clave hacer seguimiento a lo que el gobierno colombiano prometió en los escenarios internacional. Colombia aún debe presentar la última versión de su plan climático y definir cómo protegerá la Amazonía en los próximos años. Entramos en meses decisivos y la lucha no puede detenerse.

Las promesas incumplidas en la COP30 no pueden paralizarnos. Deben impulsarnos a actuar con más fuerza para exigir respeto por la Amazonía.

Por: Laura Caicedo, Coordinadora de Campañas para Greenpeace Colombia

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