El artículo 188

La desenfrenada avalancha de mensajes del actual mandatario en los últimos días nos envía una señal clarísima de su manera de entender el gobierno y cómo ve el ejercicio del poder.


Gustavo Nieto
sept 14 de 2024 11:09 a. m.
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"El presidente de la República simboliza la unidad nacional y al jurar el cumplimiento de la Constitución y las leyes se obliga a garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos", así reza el artículo 1 88 de nuestra carta de navegación.

Creo que nada más diáfano que lo aquí escrito y por lo mismo contundente e imposible de distorsionar. Cualquier intento de "torcer" el significado de este artículo es perverso y por supuesto peligroso.

¿Por qué retomar este texto de nuestra Constitución?, porque nunca antes estas palabras, tan simples como poderosas, habían tenido tanto valor. Nunca antes los colombianos habíamos tenido que escudriñarlas para encontrar su significado. Nunca habíamos sentido que podían refundirse y mal interpretarse con dudosas intenciones. La desenfrenada avalancha de mensajes del actual mandatario en los últimos días nos envía una señal clarísima de su manera de entender el gobierno y cómo ve el ejercicio del poder. Y vaya que debemos preocuparnos.

Primero: Nos deja claro que en general sus posiciones supuestamente altruistas y nobles frente algunos temas no son más que una pose. Si no, cómo explicar que, durante el discurso de posesión de la primera mujer defensora del Pueblo, se atreva a llamar "muñecas de la mafia" a las mujeres periodistas o cómo entender que después de promulgar la directiva presidencial sobre el respeto a la prensa de nuevo arremeta contra el periodismo. Es evidente que desprecia a los medios, él que tanto critica a los que censuran.

Segundo: Esa narrativa con la que pretende minar a las altas cortes y en general a la rama judicial, solo confirma otra cosa, que no le gusta nada que lo incomode. Atreverse a criticar al presidente de la Corte Suprema por su raza y por su supuesta afiliación política, no solo es inaceptable, es odioso y racista. Él que tanto rechaza a los racistas.

Ahora, retar una decisión del Consejo de Estado debería prender las alarmas. La altanería con la que desde el solio presidencial pretende hacerse intocable solo confirma que no quiere que lo toquen, él que tanto desprecia a los poderosos.

Y tercero: Todo lo anterior para adobar la delirante teoría del golpe de Estado. Sin cesar, y de manera casi enfermiza, repite todos los días el esperpento de un complot sin dar un nombre, una prueba o un indicio. No señala a alguien específicamente por lo tanto nos señala a todos; solo dice y dice en un discurso desesperante. Él que tanto critica a quienes acusan sin pruebas.

En los últimos días el mandatario agudizó la dinámica de la palabrería, así ha sido su talante, pero es evidente que la exacerbó. Típico de ciertos personajes de esta parte del continente; discursos eternos, llenos de verdades a medias, inconexos y sobre todo inútiles.

Porque mientras el presidente gasta su tiempo para quedar bien con su público, ya sea en una tarima o a través de X, el país se debate entre temas graves que no le merecen una palabra. Por ejemplo, y por mencionar solo algunos, la costa amenazada por un apagón, el contralor General alerta por una inminente escasez de gas, la expectativa de un presupuesto desfinanciado, los grupos criminales fortalecidos y mandando en la mayoría del país. Lo confirma el mapa de las zonas de influencia de estos delincuentes presentado por la Policía Nacional con fecha del pasado 12 de julio, es aterrador, y eso sin mencionar la crisis en el sistema de salud o el silencio frente a la dictadura de Maduro; todo mientras las personas naturales pagamos impuestos casi confiscatorios, que ojalá tuvieran un mejor destino que el que se les augura.

Este complejo panorama solo nos hace recordar que el problema no está en las leyes, ni las constituciones, ni en el espíritu con el que se concibieron, está en las personas. Cuánto extrañamos una figura que además de gobernar bien, entienda la dimensión que le otorga la Constitución. La inmensa responsabilidad de ser el símbolo de la unidad nacional que no significa renunciar a sus ideas o fallarles a quienes lo votaron, sino entender que en democracia se respeta la decisión de la mayoría, pero se gobierna pensando en todos.

No en vano la democracia, a pesar de sus defectos, es el mejor de los sistemas de gobierno. Solo basta recordar la Constitución para convertirse en el celoso vigilante de ese artículo 188 que sin ambages le ordena al presidente garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos, léase bien, todos los colombianos.

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