Gloria al bravo pueblo
¿Cómo no creer que a lo mejor llegó el momento de pasar factura a tanta decepción y de que los venezolanos recuperen lo perdido?
Al momento de escribir estas líneas faltan pocas horas para que Venezuela viva tal vez el día más importante de su historia reciente. Nunca en los últimos 20 años los ciudadanos de ese país tienen al frente una jornada tan determinante para su futuro y nunca antes se había sentido en el ambiente una posibilidad real de derrotar al chavismo.
Las imágenes de los recorridos de María Corina Machado y del candidato Edmundo González por distintas regiones reflejan un fervor inusitado y contrastan con la mínima asistencia a los mítines convocados por el desgastado Maduro.
Miles de personas han acompañado a María Corina, figura de la oposición, y a González en una clara demostración de apoyo y sobre todo de cansancio de un régimen que, en medio de su delirio, solo atina a amenazar, insultar y censurar. Nada nuevo realmente, pero sí preocupante porque refleja una clara intención de retar la eventual decisión del pueblo de poner fin a la revolución chavista.
Mientras tanto, Maduro ha arreciado su verborrea y hasta ha amenazado con iniciar una lucha armada. Desesperado, de nuevo dirigió su artillería censora contra los medios de comunicación, insultó a los periodistas de varias agencias internacionales, entre ellas AFP, EFE Y AP y en los últimos días ordenó bloquear 5 importantes plataformas digitales.
Pero la censura a los medios es solo una parte de su evidente estrategia para impedir una jornada normal. La oposición ha denunciado dificultades para tener testigos electorales en muchos puntos de votación, ciudadanos revelan preocupados que los lugares en donde habitualmente ejercen su derecho al voto han sido cambiados abruptamente, incluso a otras ciudades y, para agravar el panorama, desde el comienzo oficial de la campaña presidencial han sido detenidas 77 personas vinculadas a la oposición, 55 de ellas aún están tras las rejas.
No han importado los sensatos llamados de presidentes y líderes de izquierda, que conscientes del talante democrático que debe tener quien gobierna, le han pedido a Maduro respetar los resultados. Lula da Silva le dijo clarito: "El que pierde se va", afirmación apoyada por el expresidente argentino Alberto Fernández. Boric de Chile también pidió acatar la voluntad del pueblo, la Unión Europea en pleno se unió a la petición, sin embargo, la respuesta de Maduro no ha sido otra que una destemplada frase: "El que se asustó que se tome una manzanilla".
Ya ni gracia produce. Sus habituales incoherencias no solo demuestran su poca preparación, también con mucha alarma, nos notifican que no está dispuesto a permitir unas elecciones trasparentes y tranquilas. Basta ya de sarcasmos y chistes flojos.
Es evidente que hay un claro inconformismo con el chavismo, las encuestas reflejan un claro apoyo a la oposición. El pasado 17 de julio la encuestadora Delphos publicó un sondeo en el que le da a Edmundo González un favoritismo de hasta el 34 por ciento sobre Maduro; la empresa Consultores 21 dice que González tiene una intención de voto entre el 55 y el 60 por ciento, Maduro apenas alcanza el 28 por ciento; Clear Path asegura que el candidato opositor cuenta con el 59 por ciento de las intenciones mientras que el dictador solo cuenta con el 31 por ciento.
Cifras que parecen respaldadas por miles y miles de manifestantes que acompañan sin descanso por todo el país a la campaña opositora. No nos digamos mentiras, de lo que suceda en Venezuela depende mucho de lo que viene para la región, pero sobre todas las cosas, significaría la posibilidad de que a ese país regresen libertades individuales miserablemente atropelladas por la arrogancia del régimen, se enderece el camino de la economía y de nuevo se abra la puerta para que millones de venezolanos retornen a casa; sí, millones, para ser más exactos 7 millones 700 mil, según la ONU, que vagan por el mundo mostrándoles a todos cómo era su casa, tratando de retener sus tradiciones a fuerza de insistencia, luchando contra el tiempo para que no se les olviden a sus hijos, extrañando los amigos, con sus familias desmembradas, dispersas por ciudades inimaginables, que los acogen con prevención, esos 7 millones 700 mil que fueron sacados de su país por pensar distinto al régimen o porque no podían quedarse sin hacer nada mientras faltaba la comida y el trabajo escaseaba.
Esta es una de las tantas y tristes consecuencias del régimen en más de dos décadas, provocar una de las migraciones más dramáticas en la historia. ¿Cómo no creer que a lo mejor llegó el momento de pasar factura a tanta decepción y de que los venezolanos recuperen lo perdido?
El mundo tiene los ojos puestos en Venezuela, nadie, ni el más arriesgado de los analistas e incluso los propios líderes opositores sabe con certeza qué puede suceder. Las especulaciones son de todos los tamaños, pero eso sí, unos y otros coinciden en que por primera vez se contempla la posibilidad real de que el régimen esté viviendo sus últimas horas.
Hay una verdad de a puño que acompaña esta jornada, el destino de Venezuela está en manos de su gente, nadie más tiene el poder de cambiar la realidad que los ofende, por encima de las tramoyas, engaños, insultos, detenciones arbitrarias y corrupción, es el ciudadano y su voto el que puede superar la infamia. En horas sabremos el futuro que tomarán los vecinos, pero lejos de los resultados, me anticipo a rezar con respeto y con la genuina esperanza de que se cumpla, una estrofa de su hermoso himno: "Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó". Amén.