Los de mostrar
Por el mundo andan miles de jóvenes colombianos buscándose la vida, convencidos de que todo puede mejorar y que la única opción que se descarta es rendirse.
A veces es muy difícil entender algunas contradicciones de este adorado y sufrido país. Pasan tantas y tan disparatadas cosas que no se entiende cómo personas tan distintas hacemos parte del mismo nido y sobre todo tengamos formas diferentes de percibir la vida.
Lo digo porque en estos días tan aciagos, repletos de incertidumbre y pesimismo, aparecen figuras que se convierten en poderosas luces en medio de tanta oscuridad. Y quién lo creyera, esas luces vienen de los lugares más humildes, pueblos lejanos, olvidados o barrios populares en donde de verdad "ganarse la vida" es tarea de titanes.
Mientras se nos van los días en medio del triste espectáculo de políticos de moral laxa, funcionarios que hacen de la corrupción su credo y un debate desgastante, cada vez más radical y estéril, en un mundo paralelo hay colombianos que nos llenan cada minuto de una esperanza que creíamos perdida. Yo digo que esos son los "de mostrar", jóvenes que no se quedaron quejándose y llenándose de argumentos para justificar una vida sin méritos, en cambio decidieron tomar el camino de los retos, con obstáculos, sí, pero ese que se camina con disciplina y esfuerzo, el que solo toman los que deciden convertir cada bocanada de aire en un impulso para conseguir sus sueños.
Los "de mostrar" están en muchas partes, son los emprendedores que sin llegar a los 40 años ya dirigen empresas, son prestigiosos científicos, talentosos emprendedores o los que se destacan por su música como Karol G, quien por estos días llena estadios en Europa, los cuatro ‘pelaos’ de Morat que rompen récords en sus conciertos en España y desde hace un año vendieron todas las boletas de sus dos presentaciones en Bogotá y otros tantos anónimos estudiosos, soñadores, trabajadores, que de lejos superan todas las expectativas.
Como esos 22 muchachos que son un símbolo para un país que los admira, porque más allá de sus jugosos y merecidos contratos en el exterior, cuando se ponen la camiseta de la selección, realmente se visten de héroes, persiguen el balón como si fuera su última oportunidad sobre la tierra y despliegan en la cancha tanto talento y gallardía que verlos jugar es una lección de vida. Si ganan o pierden, no importa, de eso se trata el deporte, pero hace años no veíamos hombres tan buenos de ‘tricolor’.
"Los de mostrar" también andan por las carreteras de Francia o Italia dando pedalazos de antología. A veces cuesta creer de qué están hechos, cuanto más empinada es la montaña más fuerza tienen y más poder despliegan, es como si los tiempos difíciles les hubieran tallado el alma para responder con coraje a los problemas. Son estoicos, nada los doblega, les enseñaron a jugar limpio y defenderse sin más armas que su honestidad.
Otros "de mostrar" se lucen en las canchas de tenis más exigentes, recorren el mundo de aeropuerto en aeropuerto, de hotel en hotel, jugándose el futuro en cada golpe, jamás han pedido nada y lo dan todo. Siempre llevando el nombre de su país en el corazón como los más de 90 atletas que portarán nuestra bandera en los Olímpicos de París orgullosos, a pesar de que por algunos meses no les llegó el aporte económico clave para su preparación internacional. No renunciaron y por encima de la ineficiencia estatal se prepararon y le prometen al país al menos cinco medallas.
Y así por el mundo andan miles de jóvenes colombianos, todos de mostrar, buscándose la vida, convencidos de que todo puede mejorar y que la única opción que se descarta es rendirse.
Antes de escribir este texto pensaba desde qué orilla uno puede mirar lo que pasa en Colombia, ¿desde la misma perspectiva recurrente de los políticos?, ¿a partir de la ligereza y grosería plasmada en X? ¿tal vez desde la oposición o lo oficial? ¿o de nuevo la desesperante narrativa de "todo está mal"? Y entendí que hay otro país, de hecho, hay otros países; muchos dentro de este mapa, países que están lejos de tantas mentiras, promesas incumplidas y odios. El país de los que hablan menos y hacen más, como el de estos jóvenes que, como diría el maestro Sabina, prefieren "que no los duerman con cuentos de hadas" y se encargan con cada acto de su vida de convencernos "que ser cobarde no vale la pena".