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El corazón cultural del país se llama Bogotá

Somos el punto de encuentro de las venas creativas de Colombia. Por eso debemos fortalecer los caminos de quienes aman la creatividad.


José David Castellanos
sept 30 de 2025 12:41 p. m.
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La primera vez que sentí que la música podía abrir una ciudad fue en mi casa en Teusaquillo. Mis hermanos ponían metal a todo volumen y yo, que entonces apenas entendía las carátulas, escuché a Ozzy Osbourne como si me hablara al oído. Esa mezcla de ruido, energía y libertad me reveló algo simple: la cultura no pide permiso para nacer, lo que necesita es no tropezarse con la burocracia para crecer.

Hoy esa anécdota se me vuelve brújula cuando camino por Bogotá y veo bandas grabando en cuartos alquilados por horas, colectivos de teatro que montan obras en salones comunales, bailarines que entrenan en parques, grafiteros que le devuelven el pulso a muros cansados. La cultura está lista. La pregunta es si la ciudad —a pesar de sus esfuerzos y teniendo en cuenta el freno de mano financiero desde el Gobierno Nacional— también lo está.

Porque los esfuerzos desde el ámbito distrital son medibles. En 2024, la actividad cultural y creativa aportó más de 19 billones de pesos a Bogotá y representó el 5,5 % de la economía distrital. Es decir, no hablamos de “cosas bonitas”, hablamos de empleo, encadenamientos productivos, movilidad social y cumplimiento de sueños por parte de los jóvenes que ven en el arte su proyecto de vida.

Bogotá, además, es Ciudad Creativa de la Música de la Unesco. Es un rótulo que exige trabajar en cadenas de valor, formación y circulación, no solo en tarimas. Cuando eso se cumple, se alcanzan cifras como las del año pasado: por ejemplo, los festivales al parque reunieron más de 650.000 asistentes. De hecho, solo Rock al Parque superó los 300.000. No alcanzarían las letras en este texto para mencionar las múltiples actividades que confirman la oferta cultural de la ciudad, que por estos días disfruta de la Bienal. Eso es comunidad, turismo interno y ventas para el comercio que rodea los escenarios.

Y esa abundante oferta se ancla a la Ley 1493 de 2011, que creó la contribución parafiscal del 10 % a la boletería de espectáculos de artes escénicas. Lo que quiere decir que cada gran concierto o temporada paga un porcentaje que vuelve a las arcas de ciudad para fortalecer su infraestructura cultural. Es una herramienta concreta que la capital colombiana ha usado para recuperar y equipar escenarios. Una herramienta que este año el Distrito fortaleció con el anuncio de un hito histórico: $32.116 millones para 21 espacios escénicos. Más barrios con arte latiendo dentro de sí.

Son barrios que se nutren gracias a que Bogotá es el corazón cultural del país, pues aquí se unen los talentos de toda Colombia. Somos la conformación de diversas venas creativas, somos el núcleo de la creatividad nacional, somos la unión de los amantes del arte. Ese arte que late dentro de quienes ensayan en un cuarto alquilado, pintan en la madrugada, escriben en su poco tiempo libre o graban en la sala de su casa. A ellos, Bogotá les debe aún más inversión, más empleo, más educación. Si creemos en una capital cultural, desde el territorio defendamos su autonomía para decidir y ejecutar. Las notas culturales bogotanas, como aquel día con Ozzy, no piden permiso para nacer.

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