Reflexiones de la consulta del Pacto y de las obligaciones de quienes anhelan otras formas
Más que un resultado electoral, la consulta del Pacto fue una advertencia. Y si el país anhela liderazgos distintos, más sensatos y responsables, quizás debería dejar de mirar a los extremos.
En Colombia hay un dato que no podemos pasar por alto: según una medición de julio de este año, el 21 % de los colombianos se identifica con la izquierda. En un país de 53 millones de personas, son más de 11 millones de potenciales votantes.
No es un detalle técnico o menor, pues significa que estamos ante una fuerza organizada y con mucha maquinaria detrás (incluida la digital), capaz de definir resultados cuando el resto del espectro político se dispersa o se queda en silencio. La consulta del Pacto Histórico lo confirmó: en una jornada sin ambiente electoral, su base salió y superó los 2,7 millones de sufragios. Es un campanazo para quienes creemos que Colombia necesita equilibrio, evidencia y resultados. Es decir, todo lo contrario a ellos.
Conviene mirar los números con frialdad. El consolidado oficial de la consulta del Pacto a Senado registra 2.737.620 votantes y, entre los más votados, a nombres como Pedro Flórez y Wilson Arias. Más allá de simpatías o antipatías, el mensaje es que tienen organización, disciplina de campaña y un ecosistema que sabe convertir conversación en votos. Quizás con formas populistas, polémicas y cuestionables, pero es una amenaza real.
Con esa fotografía, la tendencia sugiere que en Senado esa coalición podría pasar de 16 a 17 curules. Por el otro lado, en la representación de Bogotá en la Cámara, podrían amarrar tres escaños, muy lejos de los siete de la legislatura actual. Eso es un mensaje de los capitalinos que estamos cansados del freno de mano que le ha puesto la izquierda a la ciudad.
Bogotá necesita en la Cámara voces distintas a las de izquierda, que desde el 20 de julio de 2022 han utilizado el Salón Elíptico como plataforma de likes y no de servicio a los ciudadanos. Bogotá necesita voces que entiendan de presupuesto, seguridad, salud y movilidad. Y que sepan traducir ese conocimiento en leyes y en control político serio. La capital no puede seguir enviando influencers del micrófono fácil y el dato flojo. Necesita legisladores que lean cifras, negocien, auditen y rindan cuentas. Bogotá no puede conformarse con trending topics, necesita resultados.
Con esa meta, el centro debe organizarse, consolidarse, unirse y comunicar la sensatez que sí ejecuta. La convergencia de liderazgos cuerdos — Como la de Juan Manuel Galán, David Luna y Mauricio Cárdenas, y quienes se sumen con reglas claras— genera algo de esperanza para mencionada tendencia política. Tanto para la Presidencia como para las elecciones de Congreso, que, como bien dijo Galán, es la verdadera primera vuelta.
Y es que una mayoría informada puede corregir el rumbo. Eso exige disciplina de mensaje, pedagogía simple y presencia territorial. Exige que cada acción responda a una pregunta: ¿qué cambia en la vida real de la gente si gana el centro? Y el centro, a pesar de las trabas que históricamente ha padecido, ha demostrado que tiene las respuestas.
Mi convicción es sencilla: Colombia no está condenada a escoger entre extremos que se necesitan para sobrevivir. Hay una mayoría silenciosa que paga impuestos, madruga y quiere soluciones. A esa mayoría hay que hablarle con respeto, con rigor y con resultados. Y Bogotá —mi casa y mi causa— merece representantes que se tomen en serio su trabajo, no únicamente su imagen. Que eleven el debate, que defiendan la Constitución del 91, que trabajen con datos y con la gente para que el país vuelva a creer en un Congreso que cumple su función. El centro no es tibieza, es método. Y el método, bien aplicado, sí cambia vidas