¡El despertar gremial y político de los veteranos!
Nunca los militares y policías en retiro habían manifestado su intención de estar unidos.
Históricamente, los militares colombianos hemos sido considerados ciudadanos de segunda. De hecho, la Constitución, que consagra la igualdad como una premisa básica de nuestro contrato social, prohíbe que ejerzamos un derecho ciudadano clave en cualquier democracia.
Por supuesto que me refiero al voto, esa sencilla herramienta que reviste al ciudadano de la posibilidad de elegir a aquellos conciudadanos que –desde su ser político, su conciencia y su libre albedrío– considera que representan sus intereses y los del colectivo.
Mi propósito en este escrito no está encaminado a alimentar la discusión bizantina sobre la viabilidad o no del voto de los militares colombianos y más si estos permanecen bajo banderas. Aristóteles y Platón ya zanjaron esta discusión en la Grecia clásica cuando dijeron que el hombre es por naturaleza un ser zoon politikon (ser o animal político).
Voy a hablarles entonces de aquellos militares que, una vez colgado su uniforme en el perchero, despertaron a la praxis gremial y política, ya sin los impedimentos constitucionales y de ley. En este camino, los retirados o veteranos y las reservas ya han esculpido su nombre en losas de mármol tras la realización de dos multitudinarios plantones en la Plaza de Bolívar, con más de 100 mil asistentes, en el centro de Bogotá.
Estas concentraciones son de por sí un hito en los anales de la historia democrática colombiana. Nunca los militares y policías en retiro habían manifestado su intención de estar unidos, eso sí sobre la base de cuatro ejes o pilares estratégicos: cohesión institucional y proyecciones gremial, socioeconómica y política.
En el primer eje se viene avanzando a través de estos plantones y nuestra decidida participación en jornadas de protesta social de importantes sectores de nuestra sociedad en contra de las políticas progresistas que impulsa el actual Gobierno para Colombia. El respeto a la Constitución, la ley y las instituciones democráticas, la prevalencía de la separación de poderes y el bienestar de los colombianos, son la bandera de lucha civilista de los veteranos.
Por su parte, la proyección gremial va tomando forma con miras a conformar una confederación colombiana de organizaciones del personal en situación de retiro del ministerio de Defensa, de las Fuerzas Militares y de la policía Nacional, cuyo nombre aún no está totalmente definido. La idea es allanar los requisitos que plantea la Ley 43 de 1984 para este tipo de organizaciones de carácter gremial.
Debido a que en el país existe un número incalculable de organizaciones de militares y policías veteranos o de la reserva (más de 300), el siguiente paso es crear las federaciones por departamentos o regiones y de ahí dar el gran salto a la creación de la confederación.
Muchos son los beneficios que traería la existencia de una confederación al conjunto de los veteranos, reservistas y pensionados del sector Defensa, revistiendo importancia superlativa la posibilidad de participar en la definición de políticas públicas y en mesas de concertación sobre temas que convoque el Gobierno y que afecten nuestros intereses y los de la sociedad. He aquí la almendra del asunto.
Es menester señalar que dos iniciativas nacidas de manera espontánea y sin mayor aspiración que la unión –como son la Mesa Púrpura y el Foro Ampliado de la Reserva Organizada (Faro) – han sido fundamentales en estos procesos, ofreciendo caminos de entendimiento y sirviendo de articuladores de propósitos comunes que continúan dispersos.
En este punto es menester hacer referencia obligada a la realización de tres convenciones de veteranos en los últimos años, la primera en Ibagué, en 2019, y las otras dos en Bogotá, en 2022 y el pasado sábado 23 de septiembre.
Pero los veteranos de Colombia también están madurando como seres políticos. De hecho, más de 300 exuniformados han postulado sus nombres en los próximos comicios para cargos de elección popular de consejos, alcaldías, asambleas departamentales y gobernaciones.
Se abre entonces la puerta para la aparición a futuro de una nueva fuerza política en Colombia, que rompa la hegemonía de los partidos tradicionales de derecha, centro e izquierda, y sus prácticas clientelistas y maniqueas.
El camino es largo, repleto de dificultades y con enemigos propios y extraños, pero ya se está andando.