Asia y la diplomacia olvidada
Mientras el continente asiático se posiciona como el eje del futuro económico mundial… nuestra política exterior ignora sus potencialidades.
Colombia, un país que por décadas ha apostado a un modelo diplomático centrado en Europa y Estados Unidos, parece haber cerrado los ojos a una de las regiones más dinámicas y prometedoras del siglo XXI: Asia. Mientras el continente asiático se posiciona como el eje del futuro económico mundial, nuestra política exterior no solo ignora sus potencialidades, sino que incluso dificulta los esfuerzos de acercamiento por parte de representantes diplomáticos de la región.
La queja no viene de analistas externos ni de críticos nacionales; es una preocupación manifestada por miembros del cuerpo diplomático asiático en Colombia. Embajadores y representantes de países como Indonesia, India y Vietnam han señalado la falta de voluntad política del actual gobierno para construir puentes sólidos. En lugar de encontrar mecanismos efectivos de contacto, han enfrentado burocracia, desinterés y un sistema poco receptivo.
Esto es particularmente alarmante si consideramos lo que Asia representa en el contexto global. Con economías como China e India liderando en manufactura, tecnología, servicios y consumo interno, y con países emergentes como Indonesia y Vietnam atrayendo cada vez más inversión extranjera, la región no solo es un motor de crecimiento, sino un modelo de transformación. Además, Asia alberga al 60 % de la población mundial, con una clase media en rápida expansión y una juventud que promete dinamizar mercados por décadas.
¿Dónde está Colombia en esta ecuación? La respuesta es preocupante. Mientras naciones de América Latina como Brasil y México han intensificado sus relaciones con Asia, firmando acuerdos comerciales e integrándose a iniciativas como las Nuevas Rutas de la Seda, Colombia permanece atrapada en un modelo diplomático anacrónico. Seguimos priorizando mercados saturados y relaciones asimétricas, mientras ignoramos la oportunidad de diversificar nuestras alianzas y abrirnos a un continente que ofrece oportunidades en infraestructura, tecnología, educación e intercambio cultural.
La cooperación internacional con Asia no es un lujo; es una necesidad estratégica. Los acuerdos de integración económica como el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership) o los avances en sostenibilidad tecnológica en países asiáticos son ejemplos de cómo se puede abordar el desarrollo de manera colaborativa. Indonesia, por ejemplo, se está consolidando como un actor clave en manufactura sostenible; Vietnam, como un nuevo polo industrial; y Japón, Corea del Sur y China lideran la innovación tecnológica que será esencial para enfrentar desafíos globales como el cambio climático.
Pero no todo es perfecto. Asia enfrenta retos como la desigualdad interna, tensiones geopolíticas y los costos ambientales de su desarrollo. Estas son precisamente áreas donde Colombia podría ofrecer y recibir apoyo mutuo, aprendiendo de los avances y soluciones implementadas en la región mientras exportamos nuestra propia experiencia en biodiversidad, agricultura sostenible y energías renovables.
El desinterés diplomático hacia Asia es más que un error estratégico; es un acto de ceguera política que nos condena al rezago. Si Colombia quiere ser relevante en el escenario global, debe replantear su política exterior, dejar atrás la burocracia y apostar por relaciones que no solo diversifiquen su economía, sino que también posicionen al país como un socio valioso en el epicentro del crecimiento mundial.
Asia no es el futuro; ya es el presente. Y Colombia no puede permitirse ignorarlo.