Coherencia para gobernar
“¿La gente quiere políticos coherentes? Por supuesto. ¿La gente elige políticos coherentes? Casi nunca.”
¡Ojo! Porque la coherencia para gobernar no es solo una cuestión de gobernantes; también es una responsabilidad poco ejercida por la ciudadanía en democracia. La democracia, en su definición más simple, es "el poder del pueblo", y si el pueblo no tiene la capacidad de ser coherente en su actuar político y democrático, ¿con qué criterio juzgar a un gobernante por sus incoherencias? No se puede exigir lo que no se da. En la sociedad democrática que hemos conformado desde hace cientos de años, la coherencia no ha sido protagonista y, a decir verdad, se le ha restado la importancia que merece.
¿Para qué ser coherentes en la política?
En su definición más simple, la coherencia es ese actuar lógico y consecuente con acciones pasadas. Romantizando un poco esta definición, la coherencia forma parte de tener principios y actuar en función de estos. En política, el hecho de ser coherentes se remonta a la necesidad de construir confianza, promover la transparencia, mantener la estabilidad y lograr resultados efectivos en la toma de decisiones que impactan diariamente nuestra vida en sociedad.
Aunque no basta solo con coherencia para tener la mejor gobernabilidad, es la base esencial que necesita todo político para sustentar sus proyectos y despertar esa tan anhelada credibilidad. En la ciudadanía, ser coherentes es útil para tomar decisiones acertadas, teniendo una memoria en el decir y hacer para participar en política y tomar las mejores decisiones a nivel democrático.
Coherencia ciudadana
¿La gente quiere políticos coherentes? Por supuesto. ¿La gente elige políticos coherentes? Casi nunca. La distancia entre lo anhelado en política y aquello que se logra materializar es muy amplia. Por mucho tiempo se ha subestimado la importancia de hacer seguimiento y conciencia sobre el nivel de coherencia que manejan los políticos en nuestro país.
Por esta falta de conciencia, cada aspiración política se convierte en un "borrón y cuenta nueva", como si no importara el historial de los candidatos. Basta con revisar la última elección presidencial, donde quienes llegaron a segunda vuelta fueron los candidatos que tuvieron peor desempeño cuando fueron alcaldes. Si nos mantenemos en la incoherencia colectiva, los políticos más incoherentes, aunque ya hayan perdido su credibilidad, seguirán teniendo la posibilidad de llegar al poder.
Coherencia para gobernar
La política es dinámica, es cierto, pero las convicciones de un político de oficio no pueden depender de la coyuntura. Cuando esto sucede, la credibilidad se pierde y aumentan las posibilidades de una oposición hambrienta para acribillar en la hoguera de la opinión pública a quienes están en el poder. La coherencia legitima gobiernos y no permite cuestionamientos derivados de contradicciones en el actuar.
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En el buen sentido de la palabra, David Escobar habló en su columna "Queremos políticos aburridos" sobre aquellos que no necesitan rating y son predecibles para gobernar. De acuerdo con Escobar, "un político aburrido será influyente y no influencer", y esto lo logrará a partir de su capacidad de sobreponer su coherencia ante las tentaciones mediáticas de la coyuntura política. Una posición muy acertada que demuestra la importancia de ser coherente a la hora de gobernar.
¿Coherencia para gobernar? ¿Será mucho pedir? La democracia es el poder del pueblo, y el poder de la coherencia en democracia siempre fortalecerá el norte de gobierno de una sociedad; es tener definidos los objetivos que se quieren alcanzar y poseer una hoja de ruta clara y específica de cómo se van a materializar. Para la ciudadanía, seamos coherentes en nuestras elecciones, para ser coherentes en nuestras exigencias.