¿Algo puede salvar a Venezuela?
Se cumplen 65 días de la crónica de un fraude electoral anunciado.
Hoy es martes, 1 de octubre y se cumplen 65 días de la crónica de un fraude electoral anunciado. No es un secreto que las elecciones del pasado 28 de julio representaron la fragmentación, el debilitamiento y la vulnerabilidad de las democracias en el mundo, especialmente en América Latina. La indignación por lo sucedido en Venezuela se puede definir como efervescente; mediática, masiva y relevante, pero ahogada en el tiempo ante la dificultad de mantener su vigencia en la política nacional, regional y mundial que se desvanece cada día más.
A nivel nacional, Venezuela tiene un escenario desfavorable desde cualquier perspectiva. Las instituciones cooptadas por una dictadura cegada por el poder, funcionarios que hacen las veces de mercenarios que respaldan la crisis política, económica y social, y grupos armados que encontraron su lugar en un “Estado” que protege la ilegalidad y la delincuencia. Los venezolanos que aún viven en su país no tienen opción, están condenados por una dictadura que ha bloqueado cualquier intento de deliberación democrática y una ilegalidad respaldada por el mismo Gobierno.
En la región, el debate sobre Venezuela ha sido muy particular, puesto que, aún no existe un consenso entre los mandatarios de Latinoamérica sobre la legitimidad del proceso electoral venezolano. La mayoría rechaza de forma contundente la elección fraudulenta de Nicolás Maduro, mientras que otros divagan en sus discursos para no tomar una posición sobre este asunto, e incluso intentan justificar un régimen dictatorial. Sin embargo, el debate sobre el país vecino se ha perdido en la agenda regional, donde el silencio ha sido cómplice de que se siga perpetuando el régimen de Maduro.
El resto del mundo fue un espectador pasivo sobre las elecciones en Venezuela, los comunicados de prensa no se hicieron esperar, algunos largos y reflexivos sobre la importancia de cuidar la democracia y respetar los resultados de las elecciones. Tan políticamente correctos, tan clichés y tan inconscientes de la magnitud del poder que ostenta un dictador sobre un pueblo expuesto y vulnerable.
¿Y Edmundo Gonzales? Perseguido y exiliado en España. ¿María Corina? Nadando contra la corriente. ¿Los manifestantes venezolanos? Algunos muertos, otros desaparecidos, muchos perseguidos, y la mayoría con miedo e incertidumbre en su vida diaria. ¿Acaso algo puede salvar a Venezuela? Llenándome un poco de positivismo, existen cinco puntos que podrían convertirse en los pilares de una reconstrucción de la democracia venezolana:
1. La presión internacional efectiva: Las sanciones y condenas son importantes, pero sin un frente unido y acciones contundentes, se quedan en simples gestos. La comunidad internacional, especialmente las democracias de Occidente y Latinoamérica, necesita coordinarse para aumentar la presión sobre el régimen de Maduro con medidas que hagan insostenible la permanencia de la dictadura.
2. La unión de la oposición: La fragmentación interna de los movimientos opositores ha sido uno de los factores que ha permitido que el chavismo se mantenga en el poder. Aunque existen diferencias legítimas, la lucha por la democracia demanda unidad.
3. El rol de la diáspora: Millones de venezolanos han salido del país, y aunque la distancia los separa de su tierra natal, su influencia es significativa. Su apoyo financiero, su capacidad de movilización y su papel en la denuncia internacional son fundamentales. No deben ser vistos como exiliados, sino como agentes de cambio que tienen el poder de influir desde fuera.
4. El colapso del sistema: Por mucho que Maduro se aferre al poder, su régimen está construyendo sobre cimientos frágiles. La corrupción, la incompetencia y la represión no son sostenibles indefinidamente. En algún momento, el sistema que mantiene la dictadura se derrumbará bajo su propio peso. La pregunta no es si colapsará, sino cuándo, el pueblo venezolano debe estar listo para actuar.
5. La resistencia del pueblo venezolano: Si hay algo que ha mantenido la esperanza, es la resiliencia del pueblo. A pesar de la represión, la pobreza extrema y el éxodo masivo, los venezolanos han demostrado una capacidad de resistencia increíble. Las protestas, aunque silenciadas y reprimidas, siguen siendo un recordatorio de que en Venezuela hay una sed de libertad que no se ha apagado.
No existe una fórmula mágica. Sin embargo, mientras exista un pueblo que no se rinde, una comunidad internacional dispuesta a actuar y una oposición que pueda unirse en torno a un propósito común, Venezuela tiene futuro. Y aunque la dictadura de Maduro puede parecer impenetrable, la historia nos ha demostrado que los regímenes autoritarios, por más poderosos que se vean, siempre terminan cayendo.