Guerra, política y cinismo en casa
Se habla con cinismo de los conflictos en Medio Oriente o Europa del Este, como si estuviéramos por fuera de la órbita de la violencia mundial.
La guerra, en sus múltiples formas y expresiones, sigue siendo un fenómeno presente en la dinámica política global. Desde las trincheras del siglo XIX, cuando Carl Von Clausewitz reflexionaba sobre la guerra como una extensión de la política, hasta la actualidad, donde los conflictos en Medio Oriente y Europa del Este nos recuerdan cuán vigente es esa premisa. Y, aunque las guerras cambian en tecnología, tácticas y narrativas, sus motivaciones esenciales y su relación con la política permanecen vigentes.
Clausewitz señalaba que "La guerra es la continuación de la política por otros medios". Esta frase refleja la naturaleza estratégica de los conflictos y expone la dependencia mutua entre el campo de batalla y la diplomacia. La guerra no es un acto aislado de violencia; en esencia, es una herramienta política. Es el último recurso, el más crudo y destructivo, para imponer la voluntad de uno sobre otro. En la actualidad, cuando observamos guerras como la de Israel y Palestina (que ya cumple un año) o el conflicto entre Rusia y Ucrania, vemos cómo estas guerras no son meras disputas territoriales, sino manifestaciones de proyectos políticos mucho más amplios y complejos.
Charles Tilly señaló que "la guerra forja Estados". Este concepto complementa la visión de Clausewitz, pues mientras este ve la guerra como una extensión de la política, Tilly destaca cómo históricamente las guerras han sido cruciales para la creación y consolidación de los Estados. Sin guerra, el Estado moderno, tal como lo conocemos, probablemente no existiría.
Por otro lado, el concepto que propone Clausewitz sobre la trinidad profundiza su explicación sobre cómo se desarrolla el fenómeno de la guerra. El exmilitar prusiano señalaba que la "trinidad" que define la guerra se refiere a: la pasión (el pueblo), la razón (el gobierno) y el azar (las fuerzas armadas). La política, según Clausewitz, debe ser capaz de controlar estos tres elementos, utilizando la violencia organizada del Estado para imponer su voluntad.
En el conflicto actual entre Israel y Palestina, vemos cómo la pasión del pueblo, alimentada por siglos de rivalidad, impulsa el conflicto. Mientras tanto, son los gobiernos quienes deben utilizar la razón para buscar una resolución o escalada del conflicto, mientras el azar (en forma de tácticas militares o intervenciones externas) juega un papel clave en el resultado. Lo mismo ocurre en Ucrania, donde el pueblo ha mostrado una gran determinación para resistir la invasión rusa, el gobierno de Zelenski ha utilizado la razón para movilizar a la comunidad internacional, y el azar, como en cualquier conflicto, está presente en la forma de tácticas y decisiones en el campo de batalla.
Ahora, hablemos de nuestra propia realidad. En Colombia, es fácil opinar sobre guerras ajenas. Se habla con cinismo de los conflictos en Medio Oriente o Europa del Este, como si estuviéramos por fuera de la órbita de la violencia mundial. Sin embargo, este país convive con el conflicto a diario. La guerra aquí no es un fenómeno externo, se trata de un problema interno, donde miles de personas viven bajo la amenaza constante de grupos armados ilegales como el ELN, las disidencias de las FARC o el Clan del Golfo.
No se trata de que Colombia no cuestione los conflictos externos ni participe en la arena diplomática. Se trata de que nuestros líderes sean conscientes de que los discursos grandilocuentes sobre paz y seguridad global suenan vacíos cuando el Estado colombiano no ha podido asegurar la paz dentro de sus propias fronteras. No podemos hablar de justicia en el extranjero cuando en el país seguimos lidiando con grupos que desafían la autoridad del Estado y se alimentan del sufrimiento de la población.
Clausewitz y Tilly nos enseñan que la guerra no es solo una expresión de violencia, sino una herramienta profundamente política, capaz de forjar Estados, reconfigurar territorios y consolidar identidades nacionales. Los conflictos de hoy, desde Israel y Palestina hasta Rusia y Ucrania, nos recuerdan que la guerra sigue siendo un suceso que debe lidiar la humanidad. Y en Colombia, donde la guerra interna es una realidad cotidiana, debemos aprender de estas lecciones para construir un Estado que no solo sobreviva a la guerra, sino que sea capaz de superarla.