La campaña sin final
Quien gobierna y vive en campaña se olvida por completo de gobernar.
La frase "Quien gobierna y vive en campaña se olvida por completo de gobernar" encapsula la triste realidad diaria de un gobierno que está a punto de cumplir 2 años en el poder y parece no haberse dado cuenta. Personalmente (y sé que hablo por muchos), nunca albergué expectativas positivas sobre la presidencia de Gustavo Petro, pues su historial habla por sí mismo. Durante su mandato como alcalde de Bogotá, demostró que gobernar no está dentro de sus capacidades. Sin embargo, y para su beneficio político, Colombia carece de memoria y, por ende, está condenada a repetir su historia de políticos incoherentes que socavan la democracia a costa de su deseo de poder.
Las incoherencias han caracterizado a las ideologías que se apartan hasta lo más extremo de las posibilidades del pensamiento político. En el caso de la izquierda seguidora y fanática de Gustavo Petro, la incoherencia ha sido una constante desde el inicio de su carrera política. Esto se desarrolla a tal punto que hay un trino de la cuenta de X del “Gustavo Petro senador”, para reprochar cada trino (y decisiones) del “Gustavo Petro presidente”.
La constante discordancia entre sus discursos y acciones parece ser un mantra de la carrera política de este personaje. Durante campaña, se atrevió a mentir hasta firmando un mármol con promesas vacías que cada día busca incumplir corriendo una “línea ética” que nunca existió. Asimismo. al inicio de su mandato, decidió cambiar todo un gabinete ministerial de unidad nacional conformado por personas como José Antonio Ocampo, Cecilia López o Alejandro Gaviria porque no se acoplaron al comité ministerial de aplausos que estaba buscando. ¿Alguien esperaba algo diferente de Petro? Por supuesto que no.
Hoy en día, el que se supone es el presidente de Colombia, juega con el anhelo de una vida mejor y les miente a las personas que votaron por él pensando que la situación del país tendría un cambio para bien. Gustavo Petro parece que vive en un trance denominado “la campaña sin final”, donde todo cabe en un discurso (o un trino), pero muy pocas gestiones son realizables o beneficiosas para Colombia.
Un gobierno no vive de congregar algunos sindicatos bien pagados en la Plaza de Bolívar, un gobierno no vive de promesas irrealizables, un gobierno no vive de solo escuchar un comité de aplausos, un gobierno no puede vivir en una campaña constante donde se olvida de su tarea principal: gobernar. Hablando desde lo romántico de la política, gobernar implica escuchar y trabajar con quien puede pensar distinto para construir soluciones que beneficien a la población. Y aunque esta frase suena a lo políticamente correcto, un político que prometió un “cambio por la vida” y la frase célebre de “vivir sabroso”, debería tener la capacidad de responder a tan romántica concepción de gobernar.
El problema de esta campaña sin final es que todo el país termina girando alrededor de los caprichos y polémicas de un político que sigue sin enterarse que es el mandatario con mayor responsabilidad en Colombia. Pero la campaña sin final debe ir muy mal, ya que publicar fotos de las grandes multitudes que marcharon en su contra el 21 de abril y afirmar que eran quienes lo apoyaron el 1 de mayo, es un intento muy desesperado por recuperar una popularidad que ya no tiene.
Van más de 2 años de campaña y el camino hacia el 2026 es largo y nocivo para nuestro país. Serán años de más polarización política, donde los discursos de odio del presidente serán más recurrentes y promoverán más una división de la sociedad. Gustavo Petro no dejará de hacer campaña, y en el tiempo que le queda de mandato, seguiremos lidiando con sus polémicas declaraciones que denotan una realidad alterada por parte de quien es el actual presidente de Colombia.