Política en sus justas proporciones
Darles a los políticos un protagonismo desmedido es olvidar que el verdadero motor del país está en otra parte.
En Colombia hemos caído en la costumbre de darle a los políticos una importancia desmedida, como si fueran los únicos responsables de resolver todos los problemas nacionales. Pero si de verdad fueran los grandes salvadores de la patria, entonces no necesitaríamos ingenieros, médicos, economistas, maestros, emprendedores ni quienes desde oficios más operativos mantienen funcionando a diario la maquinaria del país. La política, por sí sola, no crea empleos, ni produce conocimiento, ni construye tecnología.
Lo cierto es que el desarrollo de un país no depende de un presidente en la Casa de Nariño, ni de un congresista con micrófono en mano. Depende de millones de colombianos que, en sus profesiones y oficios, por pequeños o invisibles que parezcan, sostienen el crecimiento y la vida de la nación. No somos un país de villanos. Somos gente que trabaja, que emprende, que innova, que educa, que investiga y que se esfuerza cada día por dejar un lugar mejor donde vivir.
El problema es que hemos terminado por politizarlo todo. Cualquier escenario con algo de visibilidad se convierte en excusa para organizar debates presidenciales o foros de candidatos, sobre todo en tiempos preelectorales donde sobran aspirantes sin escrúpulos, con más ambiciones personales que ideas concretas para el país. Y así, los espacios que deberían enfocarse en el desarrollo de industrias, la innovación o la cultura, terminan absorbidos por la lógica electoral.
No quiero decir con esto que la política no importe. Claro que es fundamental y merece atención. Pero no lo es todo. La vida nacional no se reduce al capricho de un presidente, a la suerte de un proyecto de ley en el Congreso, ni a los videos sensacionalistas de algún payaso de turno en redes sociales. Darles a los políticos un protagonismo desmedido es olvidar que el verdadero motor del país está en otra parte.
Colombia no se construye desde un caudillo ni desde un partido político. Colombia la levantamos todos: desde la ciencia, la empresa, el arte, la educación, la tecnología y, sobre todo, desde el trabajo cotidiano de millones de personas que no aparecen en las noticias, pero que son quienes realmente hacen posible el progreso.
En últimas, no se trata de despreciar la política, sino de devolverle su justa proporción. Reconocer que, sin ciudadanos comprometidos, ningún gobierno tiene futuro. Y entender, de una vez por todas, que somos mucho más que los políticos que elegimos.