Que el Catatumbo no sea sinónimo de guerra
La seguridad y la paz en Colombia han sido durante años más discursos que soluciones definitivas
Vivimos en un país de riqueza innegable, donde cada territorio posee un enorme potencial, pero cuyo desarrollo se ve obstaculizado por el crimen y la violencia. El Catatumbo, una región que debería destacarse por su capacidad agrícola para cultivar café, cacao, yuca, plátano, maíz, tomate, frijol, limón, caña panelera y muchas otras opciones, tristemente ha sido, por años, símbolo del abandono estatal, la violencia y la vulnerabilidad que enfrenta su población en esta zona de Norte de Santander.
La situación del Catatumbo no es nueva, pero sí refleja el recrudecimiento de la violencia y hace más evidente la ausencia estatal en las zonas rurales del país, donde los criminales han tenido el control durante varias décadas. Además, en este territorio la criminalidad se hace más fuerte gracias a la complicidad que ofrece la frontera con Venezuela, donde los grupos armados ilegales han encontrado un fortín para sus actividades ilícitas.
La seguridad y la paz en Colombia han sido durante años más discursos que soluciones definitivas. Primero, con el anhelo de una "Seguridad Democrática" que quedó inconclusa; luego, con la promesa de un "Acuerdo de Paz" que sigue dejando de lado a las víctimas; más tarde, con la idea de una "Paz con Legalidad" que no logró garantizar una verdadera seguridad; y ahora, con el discurso de la "Potencia de la Vida", que hasta el momento ha sido incapaz de ofrecer garantías reales en materia de seguridad.
Este es un asunto suele ser prioridad para el discurso, pero eso se contrasta con la poca efectividad del Estado para enfrentar a los criminales y garantizar la seguridad. Los actores políticos de Colombia, especialmente aquellos con capacidad de decisión, deben tomarse en serio la seguridad: salirse del discurso y la ideología para tomarse en serio este problema que lleva atormentando al país durante más de 6 décadas.
Para aspirar a ser una "Potencia de la Vida", primero es indispensable fortalecer una seguridad que realmente garantice la vida de las personas. Es inconcebible que, después de más de sesenta años de conflicto, los grupos armados sigan ejerciendo violencia contra la población. El Estado colombiano debe consolidarse como el único actor legítimo con capacidad para ejercer el uso de la fuerza, garantizando así la protección y el bienestar de sus ciudadanos.
Hemos vivido tantos años en guerra que el conflicto, la violencia, el desplazamiento forzado y el control territorial por grupos criminales se han convertido en parte del paisaje. Todavía hay quienes, con un silencio cómplice, ignoran enfrentamientos que ya han dejado más de 80 muertos y 11.000 desplazados. Esto no hace más que evidenciar la indignación selectiva que caracteriza a los caudillos políticos de este país. Ojalá llegue pronto el día en que el Catatumbo sea sinónimo de paz y reconocido por su inmensa riqueza natural, dejando atrás una historia de guerra que le ha costado tantas vidas a Colombia. Ojalá algún día la seguridad deje de ser un discurso y comience a ser una realidad en este país.