Un pupitre llamado Colombia
En el ‘Informe sobre el futuro del empleo 2025’, publicado a inicios de año por el Foro Económico Mundial, se estableció que de aquí a 2030 se generarán 78 millones de nuevos empleos.
En el ‘Informe sobre el futuro del empleo 2025’, publicado a inicios de año por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), se estableció que de aquí a 2030 se generarán 78 millones de nuevos empleos. Tal dato es la diferencia entre los 170 millones de puestos de trabajo que nacerán y los cerca de 92 millones que serán eliminados o desplazados.
Dicho escenario, marcado fuertemente por la tecnología, la migración, la geopolítica y la economía, demandará nuevas capacidades técnicas -como las requeridas para manejar la inteligencia artificial, el big data y la ciberseguridad- y nuevas “habilidades humanas”, como la resiliencia, la flexibilidad y el pensamiento creativo.
En ese sentido, las personas que logren formarse y combinar ambos tipos de capacidades tendrán una inmensa ventaja competitiva a la hora de emplearse o de emprender, pues no solo serán talentos altamente deseados, sino que estarán en mejor posición para adaptarse, interpretar y evolucionar al ritmo de los mercados.
Por esta razón, precisamente, los modelos de educación tradicional están viendo amenazada su propuesta de valor. Cada vez más, las iniciativas de apelar a una alta carga teórica, premiar la memorización y repetición de conceptos, e implementar la uniformidad de la enseñanza (como si todos los jóvenes aprendieran de las misma manera) están perdiendo vigencia.
Como resultado, están emergiendo nuevos modelos de educación, que se proponen ir más allá de las notas y de los exámenes de Estado. Estos, aunque aún incipientes en Colombia, tienen como principal diferencial la priorización de las experiencias inmersivas y, sobre todo, la personalización del proceso formativo.
Pero, ¿qué quiere decir exactamente esto? Quiere decir, por ejemplo, que en lugar de un salón de 30 o 40 estudiantes, se tiene uno de 8 a lo sumo; lo que, en consecuencia, le permite al docente reconocer la singularidad y las particularidades de cada individuo -su estilo de aprendizaje, sus dificultades emocionales y sus rasgos de personalidad- para entenderlo con más precisión y enseñarle más eficazmente.
Quiere decir, también, que en lugar de hacer un presupuesto para responder a las preguntas de un libro de matemáticas, se haga un presupuesto para administrar el dinero en una salida de campo de una semana, de forma que los recursos alcancen para todos los días.
Esta, justamente, es la propuesta educativa que estamos promoviendo desde Kajuyalí School, en la que partimos de la metodología finlandesa, incorporamos elementos de la italiana (Reggio Emilia) y le sumamos aspectos del modelo de 'aprendizaje basado en aventuras' (ABL), para formar y preparar jóvenes para las vicisitudes vida.
Así es como hicimos de Colombia nuestro pupitre, ya que preparamos, desarrollamos y reflexionamos sobre salidas de campo que hacemos periódicamente: La Guajira, Santander, los Llanos Orientales, Chocó, etc.; como una herramienta para cultivar el sentido social e inspirar a los futuros líderes para trabajar por el cambio.
En tiempos de alta volatilidad, en los que la carrera tecnológica está reconfigurando la forma en la que vivimos, vale la pena tomarse un momento para cuestionar qué tan pertinente es seguir formando a nuestras nuevas generaciones a punta de repetición y teoría. Hay vida más allá de las pruebas de Estado, y esa es la vida para la que debemos educar y preparar.