Esposas púrpura

Aunque cada año exacerba la violencia contra las mujeres, parece que las acciones de las autoridades siguen siendo más simbólicas que tangibles.


Laura Daniela Alturo
ene 28 de 2023 06:00 a. m.
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No ha terminado el primer mes de este año y ya se han registrado en Colombia al menos nueve feminicidios. El más reciente: el caso de Valentina Trespalacios, asesinada por su pareja sentimental, John Poulos.

Poulos, tras intentar fugarse y burlar a la justicia, fue detenido en Panamá y luego capturado por la Policía colombiana en medio de un procedimiento que llamó la atención.

Y es que las esposas usadas para inmovilizarlo eran color púrpura, un símbolo contra las violencias basadas en género y que por años ha sido usado en medio de la lucha feminista.

Pero, ¿qué tan representativas resultan las esposas púrpura cuando la realidad es que día a día las mujeres debemos vivir con temor a ser violadas, asesinadas o acosadas dentro y fuera de nuestros hogares?

Tal vez una de las cosas más tristes es saber que la mayoría de mujeres hemos sido víctimas de violencia en algún momento de nuestras vidas, una realidad que nos obliga a vivir tras la sombra del miedo y que se refleja cada vez que nos rehusamos a salir solas, a vestirnos como queremos, a transitar por una calle, usar el transporte público o a salir de fiesta.

Son tantos los escenarios en los que nos vemos violentadas una y otra vez, que ya se vuelve difícil pensar en dónde podemos sentirnos realmente seguras.

Y como si fuera poco, no basta con sentir miedo a ser violadas, golpeadas o asesinadas; también hay que cargar con la responsabilidad de ser culpables por lo que nos sucede, de tener que exponer hasta lo más íntimo de nuestras vidas a cambio de ser escuchadas, de tener que postergar nuestros duelos por recibir un poco de atención por parte de la justicia en un país en el que los procesos son completamente revictimizantes.

Tampoco basta con tener que pasar por un evento traumático, porque inmediatamente se nos exige actuar para “remediarlo”. Entonces si no denunciamos somos bobas y sumisas, pero si lo hacemos queremos llamar la atención y algo debimos hacer para merecerlo, porque claro: es culpa nuestra.

Ser mujer en Colombia puede ser tan difícil y doloroso que aún muertas estamos expuestas al escrutinio de lo que hicimos, porqué lo hicimos y cómo lo hicimos. Entonces empiezan los chistes, los juzgamientos, las hipótesis indolentes de quiénes fuimos, la búsqueda de una oportunidad para usarnos como carnada de atención y opinión.

Las esposas púrpura al final quedan obsoletas cuando seguimos viviendo en una sociedad que se hace la ciega todos los días frente a la realidad que viven miles de niñas y mujeres en el campo y las ciudades, pero que aprovecha cualquier oportunidad mediática para opinar desde ese podio de la moral que solo usan para hablar de lo que no les toca ni les conmueve.

En 2022, según el Observatorio Colombiano de Feminicidios, se registraron 614 casos en Colombia, un panorama completamente oscuro y desgarrador que queda reducido a un número más del que poco se habla. 

Y aunque cada año exacerba la violencia, parece que las acciones de las autoridades siguen siendo más simbólicas que tangibles.

Señores: muy lindas las esposas, muy simbólicas; pero esperamos que haya justicia real y castigos ejemplares para los feminicidas, que haya respeto por la memoria de las víctimas y verdaderas acciones para protegernos y brindarnos espacios seguros en donde estudiar, trabajar y vivir.

Editora de género de NoticiasRCN.com
@humoazul_

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