Un gigante invisible que sostiene a Colombia: la microempresa
Cada vez que una microempresa abre sus puertas, no solo pone en marcha un negocio: impulsa la vida de una familia, dinamiza su comunidad y mueve la economía del país.
Con más de cinco millones de micronegocios, que representan el 95% del tejido empresarial colombiano, generan el 64% del empleo y aportan más de $77 billones al valor agregado nacional, este universo diverso y resiliente es, sin embargo, uno de los menos reconocidos en la conversación nacional.
Detrás de cada taller, tienda, cocina o cultivo, hay historias de esfuerzo y creatividad. Muchos emprendimientos nacen por necesidad, otros por una oportunidad bien aprovechada, pero todos comparten la capacidad de resistir crisis y adaptarse a cambios que habrían detenido a sectores más grandes. Son el motor que mantiene viva la economía local y fortalece la cohesión social.
A pesar de su importancia, siguen enfrentando barreras que limitan su crecimiento: normas diseñadas sin considerar su escala, cargas tributarias desproporcionadas, costos de formalización inasumibles para la mayoría y un acceso al crédito que aún es más aspiración que realidad. No sorprende que, aunque en el primer semestre de 2024 nacieron 297.475 nuevas empresas —el 91,8% microempresas—, muchas no superen los dos años de vida.
Nos acercamos a un momento de trascendente en Colombia, un nuevo periodo electoral. Durante meses, las conversaciones se llenarán de propuestas sobre reformas estructurales, modelos de desarrollo y sostenibilidad fiscal; ya en la calles se ven a los recolectores de firmas para posibles candidatos. El país está viviendo momentos retadores y dolorosos que deben llevar a hacernos más preguntas. Entre las muchas que me hago, me pregunto si un actor determinante para el presente y futuro del país, como la microempresa, seguirá quedando al margen de la discusión, sin voz.
La respuesta para ella no está en más exigencias, sino en marcos normativos que entiendan las particularidades del sector. La proporcionalidad y la gradualidad no son concesiones: son herramientas para que las microempresas puedan crecer, fortalecerse y generar más empleo. Ello implica reglas ajustadas a su capacidad operativa, crédito diseñado para su realidad, educación empresarial y digital útil y accesible, y oportunidades de mercado donde la rentabilidad no se diluya en intermediaciones.
Invertir en la microempresa es una estrategia inteligente para impulsar empleo digno, inclusión productiva y desarrollo territorial. En Interactuar lo hemos comprobado durante más de 40 años. Solo este año hemos acompañado a cerca de 52 mil empresarios —el 54% mujeres y el 22% en zonas rurales— combinando financiamiento con formación. El 47% genera empleo, tiene más de 5 años de existencia y vende en promedio 4,6 SMMLV.
Es hora de que la microempresa ocupe el lugar que le corresponde en el debate sobre el desarrollo del país. Porque cuando la micro progresa, Colombia entera crece.