Familia, amigos y compañeros de trabajo

No hay nada como tener amigos en la oficina. Eso es una ventaja única. De hecho, si vas a la guerra laboral, lleva amigos, no compañeros.


Luis Beltrán Rueda
sept 10 de 2024 06:15 a. m.
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“Yo vine a trabajar, no a hacer amigos”. ¡Ah, el clásico del lugar de trabajo! Si alguna vez dirigiera una empresa, lo primero que erradicaría serían estos dichos. ¿Por qué? Porque trabajar sin amigos es como jugar un partido de fútbol sin público, un sinsentido. No hay nada mejor que echar para adelante como una gran familia, donde cada uno es un engranaje en esa máquina que llamamos equipo. ¿O acaso hay algo mejor que llegar a la oficina y sentir que trabajas con tu "parche" para un fin común?

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Ahora bien, hay que hacer una distinción importante: trabajar en familia y trabajar en equipo no son lo mismo. Trabajar como familia suena lindo en papel, pero en la realidad a veces es lidiar con cómo amanece "papá" (el jefe) o si "mamá" está enojada (tu superiora), o peor, aguantar las quejas de tu "hermana" que peleó con el novio. Y ni hablar de los almuerzos "familiares" donde te das cuenta de que "hermanito" es más flojo que una hamaca en la Guajira.

En cambio, un equipo, ah, ahí cambia la cosa. Un equipo es como esa banda de rock que todos quieren ver triunfar. Aquí, cada quien lucha por su puesto, pero no para brillar solito, sino para que el conjunto suene bien. El equipo te garantiza que, si un día andas medio apagado, tu compañero te cubrirá, claro, si es realmente un equipo. Nada de "familia disfuncional", aquí todo se basa en un equilibrio, en saber que la victoria es compartida y no importa quién dé la estocada final.

Ahora vamos a lo que realmente me interesa: ¿se puede tener amigos en el trabajo? Yo digo que sí, y quien no esté de acuerdo, es aquel que está en ese lugar solo por un sueldo, y no porque ama lo que hace (está claro que todos trabajamos por un sueldo, pero nada como mezclar amor, pasión y remuneración en el mismo espacio).

No hay nada como tener amigos en la oficina. Eso es una ventaja competitiva única. De hecho, si vas a la guerra laboral, lleva amigos, no compañeros. ¿Quién mejor que un amigo para reírse de las reuniones eternas o para hacer bromas sobre el jefe que se cree Steve Jobs o Musk?

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Les pongo un ejemplo personal: Tati, Dani, Juan Ma, Rafa, LuisGui, Carlos… todos ellos comenzaron siendo compañeros de trabajo, pero terminaron siendo amigos. ¿El resultado? Proyectos impresionantes, de esos que uno mira con orgullo y dice: “¡Lo logramos!”. Pero no todo es color de rosa. También hay casos como Edwin, "Ofelia", "Arturo", donde los egos, inseguridades, envidias y problemas personales echaron a perder proyectos que tenían todo para ser brillantes. No porque no fueran mis amigos, sino porque, en lugar de ver a los demás como aliados, veían enemigos en cada esquina. Si se hubieran relajado un poco, tal vez habríamos hecho magia, pero prefirieron sabotear la fiesta.

Entonces, mi consejo: hagan amigos en el trabajo. No esos “conocidos de pasillo”, sino amigos de verdad, esos que te cubren la espalda cuando necesitas un respiro o que celebran contigo cuando el proyecto sale bien. Porque al final, la lucha por un fin común se hace más fácil cuando tienes a tu lado a gente que te apoya y que no te ve como un rival, sino como un aliado en la batalla del día a día.

Así que, la próxima vez que escuches a alguien decir “yo vine a trabajar, no a hacer amigos”, dile: “Pues qué lástima, porque los amigos hacen que el trabajo sea mucho mejor”. Y si no me crees, pregúntale a Tati, Dani, Rafa o LuisGui.

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