La ‘romántica’ verdad de ser papá

Este es un viaje de un padre primerizo entre pañales, llantos, dinero, oscuridad, luz y amor incondicional.


Luis Beltrán Rueda
ago 13 de 2024 10:36 a. m.
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¡Y sí, confieso que caí en la trampa! Vi las ecografías en 4D, las ropitas adorables y los videos de bebés riendo, y pensé: "¡Qué fácil será!". Durante el embarazo, mi pareja y yo devoramos libros sobre crianza, planeamos la decoración de la habitación del bebé y soñamos despiertos con nuestro futuro como padres perfectos.

Luego vino el parto. Y amigos, el parto es como una montaña rusa a oscuras: intenso, doloroso y te deja sin aliento. Ahí fue mi primer choque con la realidad. Y ni hablar del costo: pañales, cuna, cochecito, seguro médico... ¡Parece que los bebés vienen con una tarjeta de crédito incorporada!

Pero entonces, en medio del caos, vi su carita por primera vez. Sus ojos, su olor, su manita aferrada a mi dedo. Y en ese instante, todo el dolor y el cansancio se desvanecieron. Volví a creer en la magia, en los sueños y en el amor incondicional.

Llegamos a casa con un pequeño desconocido en brazos. Para algunos, un intruso que altera la rutina; para nosotros, una fuente inagotable de esperanza. La famosa frase de "cada niño llega con su pan bajo el brazo" resonaba en mi cabeza, pero ¿qué pasa cuando el pan se acaba y los pañales se acumulan?

Internet y las abuelas (benditas sean) nos bombardearon con consejos contradictorios. ¿Dormir boca arriba o boca abajo? ¿Se le da o no agüita? ¿Y qué demonios es el cólico del lactante y la lactancia en sí? ¿Cuál es la forma correcta de hacer cada cosa?, al final la respuesta solo la tienen ellos, los bebés, pues como me dijo una asesora que contratamos: “…ese 18 de julio nació tu hijo, pero también nacieron ustedes como padres”, es ahí en donde nos damos cuenta que las respuestas están en este pequeño e indefenso ser.

El sueño se convirtió en un lujo y los llantos del bebé en una banda sonora constante, todo dependerá del ritmo, la letra, la música y el género que cada uno le quiera dar. En mi mente la mezcla de sonidos ha hecho que ese guion musical sea único e irrepetible.

Rechacé la ayuda de familiares y amigos, porque quería hacerlo todo yo. Craso error. La paternidad es un deporte de equipo, y necesitamos refuerzos para no caer en el agotamiento.

El dinero, ese eterno dolor de cabeza se convirtió en una preocupación constante. ¿Podremos darle lo mejor? ¿Qué pasará si me quedo sin trabajo? El futuro se veía incierto, pero el presente era tan abrumador que apenas tenía tiempo de pensar en ello.

Y la pareja... ¿qué decir? Hay días en que nos miramos con complicidad y amor, y otros en que solo queremos huir a una isla desierta. La paternidad pone a prueba la relación, pero también la fortalece si estamos dispuestos a trabajar en equipo.

Al final, todas estas dudas e incertidumbres solo generan más preguntas. Pero poco a poco, encontramos las respuestas en los gestos, las caricias y los balbuceos de nuestro bebé. Es ahí, en esos momentos cotidianos, donde la romantización de ser padres cobra sentido.

Porque a pesar del caos, del cansancio y de los miedos, no cambiaría esta experiencia por nada del mundo. Ser padre es un viaje lleno de baches, pero también de paisajes maravillosos, y todo lo que nos decían nuestros padres empieza a tomar sentido. Al final del día, cuando mi hijo me sonríe y posa su cuerpo sobre mi pecho en forma de ‘sapito’, sé que todo: valió, vale y valdrá la pena.

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