Es hora de dejarnos en paz
Hay vacíos que no son para llenar. Son para habitar. Hablemos sobre el afán de sanar y la eterna insuficiencia.
¿Cuándo vas a dejar de buscar cosas que “sanar” (lo que sea que eso signifique)? ¿Cuándo te vas a dar permiso de simplemente existir sin analizar tu existencia? ¿Cuándo te vas a dejar en paz?
Estas preguntas me las venía haciendo hace un tiempo mi parte más compasiva y sabia. Pero hasta hace muy poco, la parte de mi que respondía era la niña que nunca se sintió suficiente, la que carga la vergüenza y la disfraza de autoconsciencia, la que podría cavar un pozo de lado a lado del planeta buscando en las profundidades cosas para arreglar.
Y no me culpo. En el mundo hay dos tipos de personas: las que quieren verse a sí mismas y las que no. Yo prefiero ser de las primeras, aunque tenga que aprender maneras más compasivas y sutiles de mirarme.
Pero creo que estamos haciendo del mundo del autoconocimiento y del desarrollo personal una industria tan voraz como la de cualquier otro producto de consumo masivo: nos resuelve una necesidad pero nos crea tres nuevas, nos mantiene como perros mordiéndose la cola porque siempre hay algo nuevo que sanar para poder ser felices, ser nuestra “mejor versión”, tener relaciones “sanas” y todas estas frases que nos crean la ilusión de que hay un destino, que hay un lugar a dónde llegar.
Las redes sociales son la mayor exhibición de surrealismo hoy en día: transformaciones milagrosas, fortunas en tiempo récord, gente que trabaja tres horas al día y vive “la vida de sus sueños”, tienen cuerpos perfectos, familias perfectas y nunca se enferman ni se ponen tristes.
Ese surrealismo de las redes sociales se ha ido transfiriendo a un proceso tan de carne y hueso, tan humano, como es “sanar”. Y lo pongo entre comillas porque aún no estoy segura de que esa sea la palabra ideal para describirlo.
El mensaje ha ido de “ten mas para ser más feliz” a “sana más para ser más feliz (y de paso, tener más)”. El resultado: exactamente la misma sensación de vacío e insuficiencia.
Definitivamente hay dolores que se sienten como una herida abierta que se resiente hasta cuando el viento la toca y eso siempre hay que atenderlo. También es verdad que conocernos nos da libertad y que la felicidad es el resultado de la paz interior. Pero me he hecho preguntas como estas y las quiero compartir, no para intentar responderlas, sino para permitirnos habitar el vacío de la pregunta:
- ¿Qué pasa cuando el deseo de sanar está impulsado constantemente por un sentimiento de insuficiencia?
- ¿Cuándo me voy a sentir completo?
- ¿Me puedo dar el permiso de ser feliz sin haber sanado?
- ¿Cómo voy a saber cuándo he sanado?
Sanar no es un destino final, es un camino, es una actitud que asumimos frente a la vida. Y más que sanar, siento que se trata de alumbrar partes de nosotros que no podíamos ver porque estaba oscuro y hacer las paces con todo lo que nos habita.
Yo también me creí que tenía que llenar mis vacíos y sanar todas mis heridas. Pero la mente entiende como vacío lo que para el corazón puede ser un espacio abierto donde cabe lo que ella no comprende, un espacio para experimentar, para simplemente sentir, para simplemente dejar pasar la vida.
Hay tanta libertad en no querer resolverlo todo. Hay tanta inteligencia en no entender. Cuando no haya vacío entonces tampoco habrá espacio y la verdadera libertad está en poder habitar el vacío.