La trampa del amor propio
Sobre la ilusión del amor propio y cómo escapar de la trampa.
Hace unos días me pidieron que hablara sobre las señales para identificar si tienes amor propio. Al principio pensé que el rechazo inmediato que sentí se debía, simplemente, a tener que hablar de uno de los términos más banalizados y vaciados de significado con los que me encuentro todos los días en redes sociales.
Pero luego, como es usual en mí, me vi envuelta en una conversación conmigo misma que dio como resultado un pensamiento que tuve que decir en voz alta: ¡el amor propio es una trampa! (Por lo menos el discurso moderno sobre el amor propio).
Empecemos por lo primero: somos una sociedad que no tiene ni idea de qué es el amor.
Estamos tan confundidos que todavía creemos que el narcisista es alguien que se ama demasiado a sí mismo. Crecimos pensando que el amor es algo que debía merecerse, ganarse; que pensar en nosotros mismos antes que en los demás era ser egoísta. Nuestra muestra de amor incondicional, en muchos casos, fue una madre que se quedó en un matrimonio infeliz y posiblemente abusivo, pasando toda la vida por encima de ella misma. Y, para ponerle la cereza al pastel, pensamos que las maripositas y la ilusión que sentimos al ver a nuestra pareja es amor.
Entonces, llega un gurú de Instagram y nos dice: “enamórate de ti mismo”. Nos mandan a pararnos frente a un espejo todos los días a decirnos cosas bonitas. Y lo hacemos esperando que un día miremos nuestro reflejo, nos brillen los ojos, pensemos “me amo” y de repente crezca en nosotros la fuerza necesaria para ser nosotros mismos sin pedir permiso.
Y puede ser que el reflejo deje de incomodar, o hasta nos guste. Pero seguimos en la misma relación infeliz o con los sueños guardados en un cajón junto con un montón de palabras que nunca dijimos por miedo a lo que alguien más pudiera pensar.
Antes de hablar sobre lo que creo que es el amor propio, tengo que desenredar la confusión más grande que tenemos acerca del amor: que amar es lo mismo que estar enamorado.
El mensaje moderno del amor propio gira mucho más en torno a enamorarnos de nosotros mismos que a amarnos a nosotros mismos. Y pensarás: ¿Cómo así, eso no es lo mismo? Pues no, esa es otra trampa en la que hemos caído. El enamoramiento no es lo mismo que el amor.
Cuando estamos enamorados, no necesariamente conocemos profundamente al objeto de nuestro enamoramiento. Más bien, proyectamos nuestras ilusiones y deseos en él, sentimos una atracción tan inescapable que pareciera que tiene vida propia y su misión es alimentar la fantasía y la intensidad de ese sentimiento.
Esa experiencia placentera, que nos encuentra si tenemos suerte y pensamos que es amor, realmente es un proceso biológico y pasajero que tiene el objetivo de garantizar nuestra supervivencia como especie y nuestra necesidad de conexión.
¿Cuántos no hemos dicho “el amor es ciego”? Lo que realmente queremos decir es “el enamoramiento es ciego” y eso es cierto. Decimos esto porque alguna vez hemos experimentado lo que pasa cuando el velo del enamoramiento se cae: podemos ver al otro por quién realmente es y no podemos creer que sea la misma persona de quien nos enamoramos.
Es ahí cuando se abre, o se cierra, la posibilidad al amor. El amor implica conocimiento. No se ama lo que no se conoce. Y el amor, más que un sentimiento, es una práctica a la que nos comprometemos cuando decidimos aceptar y dar lugar a todo lo que compone al objeto de nuestro amor.
Aquí llegamos a la primera trampa del amor propio: no es un sentimiento.
Te puedes pasar todo el día frente a un espejo diciéndote cosas bonitas y las mariposas y los suspiros no van a aparecer. ¿Te ha pasado que conoces a alguien que parece ser perfecto para ti, pero aunque lo intentas, no logras enamorarte? Exacto.
No se trata, entonces, de cultivar un sentimiento, sino de poder ver todo lo que hay detrás de ese reflejo y luego desarrollar la habilidad de serle fiel, de darle un lugar y decidir defenderlo todos los días.
Y la segunda trampa del amor propio: no se ama lo que no se conoce, ni se defiende lo que no se ama.
¿Cómo podemos aceptar y dar lugar a todo lo que nos compone si hemos sido entrenados para ignorarnos a nosotros mismos en favor de mantener un personaje que sea aceptado y admirado por otros?
Crecimos alrededor de mensajes como: los hombres no lloran, las niñas enojadas se ven feas, no importa lo que quieras hacer, lo que importa es que de dinero, ¿por qué no puedes ser juicioso como tu primo?…
Así es como, sin quererlo, aprendimos a callar nuestra autenticidad y nos convertimos en adultos desconectados de nuestras emociones y nuestros deseos más profundos. Nuestra lucha por el amor se ha centrado en cómo podemos ser amados, y no en cómo podemos amar.
Por eso muchos hemos creído que amor propio es sentirnos bonitos o reconocer la lista de características que nos hace valiosos (¿valiosos para quién?).
El día que por fin entendí el amor propio fue el 11 de enero de 2023. Estaba cambiándole el pañal a mi hijo de dos años y hacía unos minutos le había dicho a su papá que me quería separar. De repente me invadió una sensación de ser la persona más poderosa del mundo: estoy segura en mis propias manos.
Ese sentimiento sobrecogedor no era amor propio. Ese sentimiento también era pasajero. Lo que entendí es que amor propio fue tomar una decisión incómoda y dolorosa, que no partió de un sentimiento hacia mi misma sino del compromiso de defender eso que vivía dentro de mí y había tenido que silenciar para poder encajar en un lugar que me daba una sensación de (falsa) seguridad.
No tengo que estar enamorada de mí para tener amor propio, porque el amor propio no es algo que se tiene ni algo que se siente, es algo que se practica, una habilidad que, como cualquier otra, se entrena.
Amor propio es sacar los sueños del cajón, decir lo que quiero decir aún con miedo a ser juzgado, es poder ver mi sombra y hablarle con respeto y compasión, es poder ver de frente el dolor que no me permite defender todo lo que vive dentro de mi y es, sobre todo, hacer las paces con la incomodidad que genera tomar las decisiones necesarias para defenderlo.