Comunicación política en tiempos de redes sociales

Un mal candidato o político no se transforma en aspirante capacitado con un buen manejo comunicacional, pero lo contrario suele suceder.


Mauricio Jaramillo Jassir
jul 26 de 2023 07:39 a. m.
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En tiempos de redes sociales la comunicación política es clave. Un mal candidato o político no se transforma en aspirante capacitado con un buen manejo comunicacional, pero lo contrario suele suceder y es cada vez más frecuente. Quien abandona el esmero por trasmitir las ideas con claridad, síntesis y contundencia, asume una franca desventaja e incluso, siendo un buen político relegarse. 

Con el anuncio de la candidatura de Gustavo Bolívar se acabó el suspenso respecto de quién sería el candidato del Pacto Histórico a la alcaldía de Bogotá y parece despejado el panorama de aspirantes. Ahora bien, teniendo en cuenta que la capital ha sido bastión de la izquierda desde que, en 2003 Luis Eduardo Garzón se impusiera en la carrera en pleno gobierno de la seguridad democrática, el lanzamiento de la campaña de Bolívar fue deslucido y mostró un progresismo fragmentado y errático a la hora trasmitir sus ideas. En cuestión de horas, buena parte de los medios y generadores de opinión en redes sociales había convertido en caricaturas algunas de sus propuestas, en buena medida porque se optó por responder a quema ropa a las entrevistas, descartando una presentación sobria y en colectivo. 

La rueda de prensa anunciada para el martes 25 de julio y que debía aclarar los rumores sobre justificadas divisiones y críticas a raíz de las filtraciones sobre la presión en el Polo Democrático Alternativo para la inclusión de figuras cercanas a Jaime Dussan, terminó confirmando la presunción de una ruptura. 

La imagen que se impuso no fue la de tres líderes de movimientos emblemáticos del Pacto Histórico (Colombia Humana, Unión Patriótica y Polo Democrático Alternativo) llamando a la unidad, para involucrarse de lleno en la carrera por la alcaldía y el Concejo, sino el reclamo airado de Carlos Carrillo a las directivas del Polo al que calificó como “microempresa electoral”. 

Si bien se entiende la razón y la lógica del reclamo pues la influencia de Dussan es tan nociva como injustificable, el yerro de Carrillo está en el momento escogido para hacerlo. Su reclamo quedó como una denuncia no en contra del Polo en concreto, sino del Pacto Histórico en su conjunto. 

En la rueda de prensa había líderes progresistas de distintos orígenes que seguramente han tenido fundamentados desencuentros ideológicos, pero a la hora de lanzar una candidatura han entendido que la desunión significa el fracaso. El logro de Pacto Histórico consiste precisamente en congregar en un mismo paraguas 17 movimientos, partidos y colectividades con prioridades muy distintas. 

La candidatura del Pacto Histórico quedó empañada por las acusaciones del concejal. Dirán que se trata de hipocresía, y la respuesta es que de ninguna manera se puede considerar que el trámite de disputas, quejas o disensos en el seno de cada movimiento significa hablar con dos caras. Se trata de entender el momento histórico del progresismo que no se ha caracterizado por la ausencia de autocrítica. Valga recordar que el carrusel de la contratación en Bogotá que llevó a la destitución de Samuel Moreno fue denunciado por la propia izquierda del entonces Polo en cabeza de Carlos Vicente de Roux, Luis Carlos Avellaneda y Gustavo Petro. Entonces no es legítimo adjudicarle a la izquierda una autocomplacencia, porque si algo la ha caracterizado es precisamente el debate interno. Es más la propia Heidy Sánchez Barreto también aspirante ha sido crítica de la izquierda, pero ha preferido la disciplina de partido para dejar de lado sus ambiciones y privilegiar las del colectivo.    

A esto se suma la impericia de Bolívar quien se apresuró a dar entrevistas de forma maratónica con el buen propósito de meterse en la agenda de los bogotanos, pero sin reparar en el uso que esos medios harían de mensajes que no han sido del todo concretados y como era previsible terminaron en frases despojadas del contexto y reducidas al absurdo. Un par de ejemplos lo muestran con claridad. Dijo el exsenador, que una de las mejores formas de combatir la criminalidad era dando oportunidades a los jóvenes de formarse, y entre las características se mencionó el bilingüismo y la preparación en sistemas.

En resumidas cuentas, un muchacho formado no tiene por qué apuñalar a alguien para arrebatarle su celular. Aquello terminó en que quienes hablan inglés per se son buenas personas y en redes llovieron los recordatorios de John Poulos, feminicida de nacionalidad estadounidense. Lo mismo sucedió con el comentario sobre la salud que apuntaba a implementar en Bogotá dos aspectos de la reforma que sigue en suspenso, prevención y desconcentración del servicio. Un titular engañoso tradujo la propuesta en que se evitaría el Congreso para implementar la reforma a la salud en la capital. Varios generadores de opinión mordieron al anzuelo y lo criticaron por no saber que como alcalde no puede implementar una transformación de semejante calado. Al margen de que sean buenas o malas, las propuestas merecen un debate más sereno y matizado. 

Algo similar le había sucedido a Juan Daniel Oviedo con su experimento de trasladarse a Bosa por unos meses. Se cambió la discusión de una interesante propuesta, por una excusa para agredir al candidato quien es objeto constante de críticas basadas en simplificaciones que van desde su forma de hablar, hasta la injustificada acusación de ser cuota política de una ex senadora del Centro Democrático. Ese tipo de reducciones y descalificativos basados en informaciones engañosas o sin los análisis correspondientes, empobrecen el debate de cara a las elecciones de octubre. 

Bogotá merece una confrontación de ideas con mayor claridad en la que se expongan propuestas y se contrasten evitando los descalificativos. Valga recordar que por primera vez en la historia desde que existen medios masivos de comunicación, se eligió a un presidente sin debates de cara a la segunda vuelta. La lección ha sido clara: sin deliberación difícilmente hay democracia.

@mauricio181212
Profesor de la Universidad del Rosario

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