Laicidad y seguridad humana

La salida del director de la Policía, Henry Sanabria, es una clara muestra de que el gobierno empieza a incorporar la lógica de los correctivos.


Mauricio Jaramillo Jassir
abr 13 de 2023 08:17 a. m.
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La salida del director de la Policía, Henry Sanabria, es una clara muestra de que el gobierno empieza a incorporar la lógica de los correctivos, sin que sean vistos como un signo de debilidad, más bien lo contrario, un síntoma de que aún dispone de reacción. Las constantes afirmaciones en contravía de la laicidad hacían insostenible su permanencia, y lo que en un principio se pensó era convicciones personales que en nada reñían con su ejercicio como director, empezaron a sostenerse públicamente y de forma irresponsable en detrimento de la pluralidad, necesaria para la democracia. Durante años, el país soportó las constantes provocaciones del entonces Procurador Alejandro Ordóñez, enemigo del carácter secular de la Constitución de 1991. El funcionario hizo cuanto estuvo a su alcance, para que la figura de un Estado confesional asomara.

La salida de Sanabria es un antecedente sobre la necesidad de que las creencias hagan parte de la vida personal de los funcionarios y no se conviertan en doctrina oficial.   

La llegada del general retirado William Salamanca produce sorpresa, pues es atípico que no se designe a quien continúa en la línea de mando, en este caso, la brigadier general Yackeline Navarro, quien salió junto a Sanabria. Salamanca fue un destacado oficial que se hizo célebre por la lucha contra la corrupción, denunciado a su compañero de curso Óscar Atehortúa por un proyecto de construcción de casas fiscales que favorecería a terceros y en el que abundarían los sobrecostos. El enfrentamiento entre los generales ocurrió en el gobierno de Iván Duque, quien decidió llamar a calificar servicios a Salamanca y premiar a Atehortúa con la embajada en Australia.  

Salamanca, a quien Petro admiraba desde que estaba en el Senado, hizo parte del empalme y es posible que entre los motivos por los que el actual presidente lo valore, esté su convicción en la lucha contra la corrupción. Una lógica similar a la que llevó al sorpresivo nombramiento de Iván Velásquez en la cartera de defensa. A pesar de que se pensaba que Petro designaría a una mujer con trayectoria en ese tema y en derechos humanos como Mónica Cifuentes, se terminó decantando por el exmagistrado de reconocidos pergaminos en pro de la transparencia, pero sin conocimiento en el sector. 

La llegada de Salamanca significa un reto, pues el presidente deberá aclarar que no se trata de menosprecio por los oficiales que le seguían a Sanabria en la línea de mando. No será fácil, menos cuando las debilidades de la estrategia de paz total son evidentes y las retenciones, secuestros o “cercos humanitarios” de la Fuerza Pública parecen repetirse. Esto no es del todo adjudicable a la actual administración, sino que obedece a la lógica de que la presencia del Estado en regiones o territorios se limite a la Policía o Fuerzas Militares. En los ocho años de Álvaro Uribe se equiparó engañosamente la “presencia” de la autoridad con el “ejercicio pleno de la soberanía” del Estado que debe llegar con el conjunto de instituciones.

A Salamanca le corresponderá retomar la idea de seguridad humana o integral, de mención frecuente antes de la posesión de Petro, pero que se ha extraviado en la difícil coyuntura de orden público y en los reveses en los procesos exploratorios de diálogos con bandas criminales y en la negociación con el ELN. 

Un dato que no es menor y ha escapado al análisis en medios, Salamanca como Mayor estuvo en el equipo de Casa Militar del gobierno de Andrés Pastrana -como edecán de la Policía, habiendo uno por cada fuerza- cuando se llevaron a cabo las conversaciones en la zona de distensión en el Caguán. Es posible que entienda las dificultades de los procesos de paz desde finales de los 90, incluido el de La Habana. Su experiencia podría ser indispensable para que el gobierno retome los planes para transformar la doctrina de defensa del Estado colombiano y reviva el debate sobre la forma en que la Policía aumente su grado de civilidad y las Fuerzas Militares transiten hacia una doctrina más compatible con la paz, que con la guerra. Sin embargo, no será sencillo en medio de tantas dificultades para negociar y cuando por más que se pretenda construir una doctrina de paz, la violencia de guerrilla y bandas criminales se siga imponiendo.

Profesor de la Universidad del Rosario
@mauricio181212

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