Mi padre y la psicología de la guerra

¿Qué habría ocurrido si Garavito en lugar de disfrutar masacrar niños hubiese poseído una decena de misiles con cabeza nuclear? No me quiero ni imaginar.


Miguel de Zubiría
mar 11 de 2022 06:00 a. m.
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Nunca pensé que algún día me interesase la guerra

Muchísimo menos estudiarla con gran detalle y máximo deleite. Si bien fue el tema al cual mi padre y mis tíos le destinaron miles de horas, a leer, a conversar y debatir.

En concreto mi padre le destinó no menos de 10 años a estudiar militarmente la Segunda Guerra Mundial. La biblioteca de mi casa siempre estuvo atiborrada de libros y más libros, mapas, cartografías y fotografías de la conflagración mundial. Analizó los aspectos históricos, culturales, geográficos y económicos, sin embargo, parecía no obtener ninguna respuesta satisfactoria, sobre el origen y curso de las batallas. Sus dos verdaderas preguntas.

Recuerdo que en algún momento concluyó emocionado, con una amplia sonrisa en su rostro durante un período largo de meses, que, en gran medida, el origen y la lógica de la guerra más que por aspectos históricos, culturales, geográficos o económicos dependía de la psicología del general al frente de la guerra. En particular, de uno, demasiado llamativo: Hitler.

Desde entonces devoró toda la biografía escrita sobre este personaje. Las evidencias a favor de su tesis se fueron acumulando, pues en efecto tras ese personaje siniestro había una biografía siniestra y terriblemente oscura. Sólo él pudo llevar a cabo esa tragedia para la humanidad y obligarnos a contar los muertos y asesinatos no por decenas ¡sino por millones!

A mi padre le asombró que los países más desarrollados y poderosos no pudiesen contener a este bárbaro, desconocedor de la estrategia militar, cegado por una mente llena de obsesiones y de fantasmas perversos. Desde entonces mi padre dedicó miles de horas a entender no la guerra, sino la mente de uno de los mayores criminales de la historia. Que, si lo comparamos, por ejemplo, con el psicópata asesino pervertido violador de niños Garavito, éste último parece en escala un simple aprehendiz de maldad.

¿Qué habría ocurrido si en lugar de disfrutar masacrar niños Garavito hubiese poseído una decena de misiles con cabeza nuclear, como las docenas del dictador eterno de Corea del Norte? No me quiero ni imaginar. Mi padre sería muy pesimista, pues entendió algo maravilloso: que la guerra es psicología, no historia, cultura, geografía o economía. ¿Psicología? Si, completamente.

Mi padre intuyó la triada oscura de la personalidad

Al releer su manuscrito inconcluso sobre la psicología de la guerra es claro que intuyó mucho tiempo atrás un concepto muy poderoso para explicar muchas formas de maldad: la triada oscura de la personalidad.

Se conocían los psicópatas por su falta de empatía, vergüenza, y extrema frialdad. Los narcisistas por su elevadísima autovaloración y egolatría. Los maquiavélicos cínicos y manipuladores. Sólo que al juntar estos graves defectos aparece un cuadro mucho peor que los contiene: la conocida triada oscura de la personalidad, suficientemente perturbadora hasta en su denominación.

Al agregarle una ideología extremista que justifique su actuar tenemos el coctel perfecto para una tragedia anunciada. Súmale armamento, o peor, un ejército como en la actualidad poseen un par de docenas de déspotas con sus misiles nucleares para que la tragedia esté anunciada. Sobre todo, por la peligrosísima ira narcisista, ocurrida cuando alguien o algo interfiere sus sueños o metas. Descargará sobre él o esa indefensa ciudad, población o país toda la ira contenida.

Cualquiera puede pensar en un par de docenas de autócratas o tiranos férreamente instalados en el poder con esas características oscuras aterradoras a flor de piel. Es fácil concluir que esas personalidades atrofiadas desde su temprana infancia anhelen el poder político, adelante el militar y ahora el nuclear.

Creo que mi padre concordaría con la sintética sentencia: “Dale a un psicópata, narcisista, maquiavélico y extremista, los hay a manos llenas, un tanque ¡y hará la guerra, sin remedio!

¿Cómo detenerlos si nos aterrorizan? Con toda la razón, y estamos a su merced…

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