Lo que Petro olvidó (o de lo que no quiere acordarse)

Entre discursos trasnochados, victimizaciones, historietas, excusas, lavada de manos, enemigos imaginarios y golpes blandos y delirantes se le están pasando los días “al cambio”.


Nancy Velandia
may 11 de 2024 09:00 a. m.
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Parece que los más de 20 años que invirtió Gustavo Petro en la orilla de la oposición no le hubieran servido para nada. Todo lo que señaló, criticó, denunció y reprochó, como senador, está pasando ahora en el patio de su casa. Como presidente le abrió las puertas a lo que él prometió en campaña con erradicar y que ha llamado el régimen de la corrupción.

En los distintos debates electorales insistió una y otra vez en su promesa de “derrocar el régimen de la corrupción”, lo dijo siempre: “en eso consiste el cambio”.

Como senador lanzó la piedra y como presidente escondió la mano. Designó en abril del año pasado como director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres a Olmedo López, el “decente” y quien también tuvo participación en el Polo Democrático.

“Soy responsable del nombramiento de Olmedo, en el que creí como dirigente de izquierda antioqueña”, dijo el presidente después de que fuera insostenible reconocer el tamaño del escándalo de corrupción.

A Olmedo, el presidente se negó a sacarlo de su cargo pese a todas las pruebas que había en su contra y quien derrochó miles de millones de pesos en camiones que ya se los debe estar comiendo el óxido, así como la corrupción sigue corroyendo a nuestro país.

Olmedo, que no duró ni el año en el cargo, finalmente se dignó a renunciar el 29 de febrero, pero en esos meses ya había hecho y desecho en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, una de las entidades que más maneja recursos públicos, pues tiene una apropiación vigente aproximada de 781.000 millones de pesos. Mucho ojo, porque cuenta con más presupuesto que siete ministerios.

Una entidad que es casi que una caja menor porque siempre tiene plata y tiene régimen de contratación especial, es decir que cuenta con autonomía administrativa y financiera, lo cual facilita que sea todo un fortín para los corruptos.

Lo cierto es que López y compañía, su subdirector Sneyder Pinilla, no ejecutaban el dinero de la entidad en programas, pero sí lo repartían a diestra y siniestra.

Lamentablemente, ya como colombianos hemos perdido la cuenta de cuántas veces los corruptos han salido a hablar de su transparencia y luego salen a pedirle perdón al país. Pasó y sigue pasando, en este: el Gobierno del cambio.

Olmedo López no fue la excepción a esa ‘jugadita’. Primero, en su carta de renuncia argumentó que su error fue la “falta de experiencia” y aseguró que “tenía la certeza de su actuar transparente” y dos meses después de silencio, sacó su otra carta al periodista Felipe Quintero cuando le pidió perdón a Colombia y también al presidente.

Frente a la cámara de Noticias RCN se inmolaba el hombre que hizo un fuerte y acérrimo trabajo en las campañas presidenciales de 2018 y de 2022 por el entonces candidato Gustavo Petro.

La doble cara de Olmedo ha sido su mejor estrategia. A comienzos de abril aseguró que no existía acuerdo con la Fiscalía porque no aceptaba ninguna de las irregularidades de las que se le acusaba, pero un par de semanas después consiguió esquema de seguridad otorgado por el mismo órgano.

Me pregunto entonces ¿se puede combatir la corrupción de un país contratando y nombrando corruptos?

Aunque el presidente Gustavo Petro intentó desmarcarse del lío de los dineros entregados al presidente de la Cámara, Andrés Calle, y, presuntamente, al presidente del Senado, Iván Name; diciendo que esos pagos eran para financiar campañas electorales adversas a su gobierno, hay quienes señalan que en realidad era para que aprobaran sus reformas en el Congreso.

Y es que no deja de despertar sospecha que el presidente Petro en pleno discurso del 1 de mayo mencionara a la representante María Eugenia Lopera, una especie de agradecimiento en plena plaza pública. Frente a todos señaló que “esa reforma sobrevivió y que estuvo a punto de ser derrotada, que los había salvado un voto”. Sí, el de la congresista Lopera. Saquen sus conclusiones.

Sí señores, Lopera fue rebelde, cambió su voto, desobedeció a su partido y optó por decirle sí de forma muy dulce a una reforma que merecía un no rotundo. Lopera es, nada más ni nada Menos, que la presidenta de la Comisión Séptima de la Cámara de representantes en donde se debatirá, próximamente, la reforma pensional. Todo un sello de garantía.

Pero hay más. El jefe verdadero de Lopera es el polémico Julián Bedoya, aquel exsenador que obtuvo de forma ilícita su título universitario y quien es, además, aliado del presidente Gustavo Petro.

Y así entre discursos trasnochados, victimizaciones, historietas, excusas, lavada de manos, enemigos imaginarios y golpes blandos y delirantes se le están pasando los días “al cambio”, ese que está cayendo en el mismo espiral de otros gobiernos.

En este círculo de complicidades vale la pena preguntarse ¿se atrincheraron en la Unidad de Gestión del Riesgo para endulzar apoyos políticos y así lograr pasar las reformas? ¿terminarán Andrés Calle, Olmedo López o Sneyder Pinilla en algún consulado o embajada?

Mientras tanto, recordémosle a la nueva fiscal que su papel es determinante y concluyente. Confiemos en que aclarará y condenará a quienes le fallaron, una vez más, a Colombia, ese país que necesita más que nunca a un Petro senador y opositor, que denuncie, que destape y no que tape.

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