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Maduro debe caer: Un imperativo para la región

La caída de Nicolás Maduro no es solo una aspiración del pueblo venezolano, sino una necesidad para la estabilidad de América Latina.


Nicolás Gómez Arenas
ago 19 de 2025 07:55 p. m.
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Su régimen, un híbrido de autoritarismo y crimen organizado que admiran los petristas, se sostiene sobre tres pilares: una represión brutal que silencia toda disidencia, el respaldo de autocracias como Rusia, China, Irán y Cuba, y el control de los recursos petroleros que, aunque mermados, siguen financiando una maquinaria de corrupción y desestabilización regional.

Esta combinación ha convertido a Venezuela en un narcoestado que exporta inestabilidad, amenaza la seguridad de sus vecinos y perpetúa una crisis humanitaria sin precedentes, que ha forzado a más de siete millones de personas a huir de la violenta represión y la miseria generada por el modelo socialista impuesto por Chávez y continuado por sus cómplices hasta hoy.

El régimen chavista no solo oprime a su pueblo, sino que opera como el epicentro del Cartel de los Soles, una red criminal liderada por altos funcionarios del gobierno y militares. Este cartel ha convertido a Venezuela en un paraíso para el tráfico de estupefacientes, la minería ilegal y el lavado de activos a escala global.

Venezuela produce y trafica cantidades significativas de cocaína hacia Europa, Asia y Norteamérica con el beneplácito del régimen, además de promover la explotación ilegal de oro y coltán en el Arco Minero, lo que financia tanto al gobierno como a grupos armados como el ELN y las disidencias de las FARC. Esta economía criminal, junto con el apoyo de potencias extranjeras que compran petróleo venezolano —incluido, irónicamente, Estados Unidos—, ha permitido a Maduro resistir sanciones internacionales y mantener una injerencia estratégica en la región.

Colombia, por su cercanía geográfica y vínculos históricos, es el país más vulnerable a las consecuencias del régimen venezolano. La porosidad de la frontera, con más de 2.200 kilómetros, facilita el flujo de drogas, contrabando y grupos armados que desestabilizan el territorio colombiano, además de reavivar disputas territoriales históricas entre ambos países.

La decisión del gobierno de Gustavo Petro de promover una “Zona Binacional” con Venezuela, según un supuesto acuerdo de entendimiento entre la Cancillería y el Ministerio de Comercio con la dictadura —que, recordemos, los colombianos conocimos por un desliz del dictador y no por la transparencia de nuestro gobierno—, genera, cuanto menos, un sentimiento de traición.

Esta iniciativa, opaca e ilegal, podría comprometer la soberanía nacional al ceder control sobre áreas fronterizas estratégicas, facilitando la influencia del chavismo en Colombia. La falta de claridad sobre este acuerdo, que no ha sido sometido al escrutinio del Congreso, alimenta sospechas de que el gobierno colombiano prioriza la afinidad ideológica sobre la seguridad nacional, como si se tratara de un pago de favores al régimen.

El interés de Maduro y Petro no parece ser protegerse ante una improbable invasión militar, sino más bien garantizar la creación de un corredor de narcotráfico que permita al Cartel de los Soles, al ELN y a las disidencias de las FARC continuar sus operaciones criminales a lo largo de la frontera. Este acuerdo, en esencia, parece ser una alianza con una organización criminal para fines delictivos, lo que pone en riesgo la integridad del pueblo colombiano y la soberanía de la nación.

Petro sabe que, al establecer esta zona binacional, el próximo gobierno enfrentará dificultades para recuperar el control de dichas áreas, no solo por la presencia de grupos terroristas, sino también por la presencia militar venezolana que este acuerdo permitiría.

En conclusión, los esfuerzos diplomáticos actuales en la región son insuficientes y meramente decorativos. Dependerá del próximo gobierno colombiano establecer como prioridad de su política exterior derrocar la dictadura venezolana para garantizar la seguridad y estabilidad de la región y liberar al pueblo hermano del yugo de una organización criminal.

NOTA: Mientras el régimen venezolano persista, la democracia en Colombia está en riesgo. No se ilusionen con EEUU, mientras sigan comprando petróleo, sus acciones son solo para la galería.

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